Facsímil (Alejandro Zambra)

Facsímil (2014)

Alejandro Zambra (1975)

Anagrama

ISBN 978-84-339-9912-2

104 páginas

 

Reseña enviada por:

Joaquín Pinto Godoy

 

Facsímil, del escritor Alejandro Zambra, es un texto difícil de resolver, no porque sea de compleja comprensión, sino por plantear un juego imposible. Para quienes intenten enmarcarlo en algún género o para los y las lectoras —a quienes exige una actividad más allá de la lectura— hay un término, bastante amplio, que puede definirlo, o más bien, ser una guía para aproximarse al libro: la experimentación. De lo experimental, destaca esencialmente el carácter lúdico que nace del autor al escribir Facsímil y que luego se transmite en el juego de su lectura.

El libro se estructura, literalmente, a partir de la Prueba de Aptitud Verbal que se aplicó en Chile desde 1967 hasta el 2002. Dicho de otra forma —debo insistir en esto—, este se construye y ordena literariamente en base a la antigua Prueba de Aptitud Verbal. Distribuido en cinco partes —“Término excluido”, “Plan de redacción”, “Uso de ilativos”, “Eliminación de oraciones” y “Comprensión de lectura”— Facsímil es “una copia, una imitación” de una prueba de alternativas. Y es también un “simulacro, un ensayo y una trampa” literaria. En ella se puede encontrar poesía con el gesto de convertir en literatura una estructura rígida como lo es la Prueba de Aptitud, en su preocupación por el lenguaje y el sentido subjetivo de las palabras. Ejemplo de esto último pudiera hallarse sobre todo al comienzo de la prueba, en la que, entre otras cosas, da cuenta del régimen que impone la dictadura al imaginario:

 

 

Ciertamente no es narrativa, no una tradicional al menos. Sin embargo, desde “Plan de redacción” en adelante, se entrevé implícitamente una historia. Es posible percibir una voz — tal vez un narrador —, que es la voz de un padre, un mal padre que se encuentra enfermo y mira hacia el pasado. Aun así, esta voz pudieran ser muchos, pero es una voz masculina sin duda, algo fracasada, algo melancólica y conforme, que no deja de estar envuelta por la ironía. En ocasiones, pareciera ser esquizofrénica y ataca directamente al lector —otro rasgo poético—. Jugando con lo literario y la literalidad, la voz se desdobla, denuncia al autor y en ella emergen también, a modo de parodia, Manuel Contreras (no el original) y las frases del dictador.

A lo largo de Facsímil, se desarrollan tres temáticas. Lo obvio es la crítica al sistema educacional en Chile, pero esta es aún más profunda al anexar, a la educación, las relaciones familiares (desde la experiencia del hombre como hijo, pareja y padre) y el legado de la dictadura sobre la sociedad chilena de los años 90. Todos estos puntos convergen a lo largo del texto, con la sensación del fracaso y en la idea de una mentira que será transparentada en “Comprensión de lectura”. En la falsedad de que todos los papás y mamás se quieren y estos a sus hijos e hijas, en que los colegios te enseñan, pero en realidad solo te entrenan y que, luego de sufrir la dictadura, queda una generación que crece y aprende a fingir que todo está bien.

El lanzamiento de una segunda edición de Facsímil por parte de Anagrama reinstala y renueva el valor crítico de libro. Contribuye a repensar el contexto actual ya que, a pesar de que el fracaso se erija como una experiencia generacional latente en democracia. Entre parodia y homenaje, las estructuras rígidas de la Prueba de Aptitud y del régimen que legó la dictadura se desmoronan. Hay una salida dada por el juego que propone el texto y que burla el fracaso.

Sin duda Facsímil es un experimento, y uno bien logrado, un verdadero artefacto. Su rareza no entorpece la lectura, menos si quien lo lee se dispone a jugar; jugar a que, en vez de leer un libro, responde una prueba de alternativas. Probablemente sin quererlo, pone en evidencia el problema del libro-objeto en la época digital. El modo de lectura no es unívoco. No solo al preguntarse ¿por dónde empezar?, sino también, contra la ortodoxia de las bibliotecas, exige romper un tabú, exige ser marcado. Hay tantos sentidos en la lectura como alternativas en cada respuesta y la relación que se quiera establecer entre ellas. Y cuando no hay más que una sola respuesta, un solo sentido, hay también una metalectura. Pero, sobre todo, así como en una clase, o bien, durante la prueba se revisan y discuten las respuestas entre compañeros, Facsímil es un libro que está lejos de que su lector ideal sea uno individual, al contrario, es uno grupal. Habilita fielmente la lectura colectiva y, en ese sentido, como plantea una de sus historias, “creo que gracias a la copia salimos un poco del individualismo y empezamos a convertirnos en una comunidad. Es triste decirlo […], pero copiar nos volvió solidarios”.

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