Lautaro Edén. Kawésqar: la epopeya secreta (Víctor Rojas Farías)

Lautaro Edén. Kawésqar: la epopeya secreta (2022)

Víctor Rojas Farías (1960)

Editorial Cuarto Propio

ISBN 978-956-396-179-9

183 páginas

La lectura del libro deja como imagen, entre otras posibles, el contraste dado en un mismo estadio. Sucede —como bien se ilustra en la portada—, que mientras en los fiordos de la Provincia de Última Esperanza habitaba un grupo humano nómade: los kawésqares, en los cielos les sobrevolaba un hidroavión de la Fuerza Aérea de Chile. A juicio propio, lo atrapante de esto es que no alcanzan a ser 90 años el lapso que dista entre tal imagen y la publicación de este libro, es decir, poco tiempo. Víctor Rojas Farías, el autor, escribe en crónica sobre Twerka Koyo, quien existió con el nombre legal de Lautaro Edén —o sea, el tema y el título de la obra— y cuyos aspectos biográficos son la centralidad de este libro de no-ficción.

Rojas Farías utiliza archivos históricos y antecedentes periodísticos para la semblanza del personaje principal. No obstante, antes de llegar a la vida de este, el relato comienza con la instalación de una base de la Fuerza Aérea de Chile en la localidad de Puerto Edén allá por los años 1940, cuya función principal fue ser una estación meteorológica. A tal lugar llegó destinado el Sargento Carlos Gaymer junto a su esposa, quienes, al no tener hijos, transformaron a las niñas y los niños kawésqares en sus hijos putativos.

Esta familiaridad heterodoxa trajo como consecuencia la inscripción civil de Twerka Koyo como Lautaro Edén, quien en pocos años pasó desde los fiordos magallánicos al Instituto Don Bosco de Punta Arenas y luego al Colegio Salesianos Alameda de Santiago gracias al patrocinio de esa congregación. Además, contó con una beca del Presidente de la República, Don Pedro Aguirre Cerda, para ingresar a la Escuela de Especialidades de la Fuerza Aérea de Chile de la cual egresó como Cabo. Estos años marcaron la resocialización del personaje principal, su chilenización, la que se sintetiza con precisión cuando el autor lo describe como un “canoero aviador”, es decir, alguien que armaba una canoa con pieles y maderos de su entorno, y que, a su vez, manejaba la técnica de una ciencia aplicada.

La primera —y a la postre única— destinación de Lautaro como personal de planta fue justamente a Puerto Edén. Sin embargo, el reencuentro con su nación no fue simple, en efecto, la lectura lleva a pensar que tal destinación fue errónea, ya que su retorno marcó su sino fatal. No le fue fácil relacionarse con su nación original luego de chilenizarse, vivió contradicciones vitales y se transformó en una visita en su propio hogar. Él observó cómo su nación se vio devastada, desprotegida y atacada por chilenos. Como resultado: los kawésqares pasaron de ser un pueblo nómada, a ser un grupo de indigentes cuyo sistema de vida fue destruido a medida que aumentaron las industrias y las estancias en la región.

El desenlace fatal de Lautaro es una muestra a escala a lo ocurrido con los kawésqares. El arribo de la cultura latinoamericana —entendida como una expresión criolla de la cultura occidental— a los fiordos magallánicos devino en una atroz terminación, que ni si quiera la protección salesiana logró dar resguardo. Ante lo anterior, se puede pensar con bastante lógica que la república no supo —y al parecer no sabe aún a cabalidad— cómo relacionarse con los pueblos originarios, siendo esta una de las posibles inquietudes que le surjan al lector.

Pablo Rivas Pardo

Cientista Político y Master en Relaciones Internacionales. Autor de reseñas de libros en Revistas Académicas (2011 y 2018) y en la revista digital Tipos Móviles (2018 y 2021). Publica en "Lo que Leímos" desde el año 2021.

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