Texto de presentación de “Cielo entelado” de Marión Canales Jofré, por Julio Rodajo

DECIR DESDE EL TIEMPO
Texto de presentación del libro Cielo entelado de Marión Canales Jofré
por Julio Rodajo

 

 

Antes de comenzar la lectura, quiero partir agradeciendo la invitación a experimentar la lectura de este poemario, Cielo entelado (ElOtroCuarto, 2023), y a comentar desde esa experiencia: lo reflexionado y lo aprendido.

Primero que todo, me parece acertada la propuesta de Marión de iniciar con palabras que anclan esta nueva obra a su libro anterior, Feria libre, manifestando una conciencia de sí misma y de su lugar de enunciación. En Cielo entelado ya no expresa una identidad urbana y popular, sino que se sumerge más en la profundidad de lo íntimo, de su propia experiencia humana, entrelazando el «amor por lo vivido y sus raíces» con reflexiones sobre la sociedad y la naturaleza. Marión es vitalidad en sí y nos invita a adentrarnos en sus tesoros, que revelan la conexión entre individuo y entorno, entre el pasado y el presente, entre lo tangible y lo efímero.

Leyendo Cielo entelado aprendí sobre percepción, sobre el recuerdo de una percepción, sobre memoria familiar y sobre el hábito de combinar palabras a modo de acción imaginante, donde ciertas imágenes presentes hacen pensar en otras ausentes. El imaginario de Marión no es esencialmente evasivo de la realidad; está, más bien, enmarcado por la experiencia personal llevada a una potencia novedosa. En ese sentido, la poeta habla de lo que sabe y la creación lingüística no es un mero estado, sino que se trata de su propia existencia hablando con aprobación sobre su infancia, frente a la adversidad. En otras palabras, es vitalista porque extiende un puente emocional que nos conecta a través de la alegría y la nostalgia. Veo que esta dualidad se manifiesta a lo largo de la obra, creando una tensión entre los agradecimientos por la vida y el anhelo de reconciliarse con lo que está por venir y lo que ha dejado de ser.

Desde esa lectura más lárica, según la cual se poetiza sobre la infancia, la familia, los ritos perdidos, el territorio de origen periférico y, por tanto, el vínculo con la materia, Cielo entelado propone una tensión entre la dicha del presente, la nostalgia del pasado y una visión crítica del futuro. Es en ese «decir desde el tiempo» donde la poeta también da color a su imaginario desde los arquetipos primordiales del ser humano, como el hogar, el alimento, el agua y el cielo. En otras palabras, aprecio la construcción de un trayecto elemental entre el aire y el agua, manifestado el primero en el cielo, en la ensoñación, en una poética del vuelo; y manifestado el segundo en la referencia geográfica de esta provincia atravesada por los ríos Mapocho y Maipo. Además, su apellido, Canales, funciona poéticamente como un cauce emotivo que conecta personas, construye redes y vías donde transitamos, donde se desplaza la electricidad, la afluencia de los ríos, la sangre dentro del cuerpo, las redes de comunicación, etc. Cito:

 

«¿A qué río le abrirás Canales tus compuertas

para que crucen sus aguas por tu alma?

[…].

Me duelen cauces

orillas y tránsitos del Mapocho

desde la garganta El Plomo

Cordillera de los Andes

hasta su desembocadura en el Maipo

en toda su longitud cautivo

de una sociedad enajenada».

 

De esta manera, la poesía de Marión se sitúa en un espacio tan cercano concretamente, como lejano sicológicamente, tan horizontal como vertical, motivada siempre por el amor al prójimo.

Respecto a lo anterior, se puede analizar cómo el poemario está motivado por correspondencias verticales entre el cielo y la tierra, donde lo primero, el reino celeste, representa el principio de los motivos, el principio de la acción; y el mundo terrenal, a su vez, recibe, poco a poco, en los infinitos y pequeños seres, la acción producida por el cielo. Es ahí donde el ser humano, y más especialmente el poeta o el artista, se vuelve medio de unión entre lo natural y lo espiritual, entre el macrocosmos y el microcosmos. Cito el poema «Mirar el cielo», que es una declaración de arte poética:

 

«La poesía comienza en el cielo

en esa visión primera.

Luego buscamos cielo

en lo que amamos».

 

Allí reside, desde mi lectura, el hilo conductor del poemario, que con sus apariciones de zorzales y gallos, con sus ensoñaciones y buenos augurios, con sus cantos y rezos, no se queda plenamente en lo etéreo, sino siempre con los pies puestos en su sitio. Este cielo, que a ratos ha sido cubierto o reforzado —en el sentido de añadir nuevas capas y fuerzas— por los seres queridos, también evita su absoluta contemplación, ya que de otro modo, si se llegase a su absoluto, se perdería el sentido de búsqueda por la trascendencia y la espiritualidad; de libertad, expansión y posibilidades sin límites; de pureza, claridad y paz interior; de asombro, maravilla, inspiración y creatividad; de apreciación sobre los ciclos e inevitables cambios del tiempo.

Si el poemario comienza con la identificación de la emisora real con su entorno y contexto histórico que la rodea y la ha visto avanzar, es porque profundizará en su relación con otros, destacando la importancia tanto de preservar la reflexión, el conocimiento, como de respetar nuestro entorno natural y humano. De esta manera, la atmósfera solemne se completa con sus seres queridos, como su abuela María de las Mercedes, Celia Hussein, su hermano Pablo García Canales, Fresia Canales Adasme, Stella Díaz Varín, Cristina Lienlaf, Tato, su hija, sus nietos, etc. A lo lárico y a lo contemplativo se suma un giro afectivo, en tanto habla desde su profunda intimidad y entrega a sus lectores los encuentros vitales que le van cubriendo con la multitud que habita en su individualidad. Marión nos enseña, en su calidad humana y de poeta, que la palabra permite recobrar sentido a lo perdido, permite la conexión entre lo arbitrario del lenguaje y la subjetividad de la belleza, permite manifestar agradecimiento ante la vida a pesar del descontento social, político y económico.

A pesar de la nebulosa, hay que surgir y cuidarse, entregarse amor para entregar al otro. Ser vital y esplender. Creo que en esas palabras transcurre la segunda parte del libro, «Puentecántolas», dedicada a todos los niños y las niñas, sin caer en el infantilismo ni ser literatura infantil. En dicha parte, prevalece el árbol genealógico y se extiende hacia la ensoñación y las alegrías de la tierra como deseo que se enfrenta a una realidad inestable o confusa, y que desemboca en el origen natural del lenguaje poético como juego serio. A esa misma realidad del sueño, Marión le da un giro, ya que esa experiencia, que es individual, pasa a dialogar y a ser compartida para/con otros. Continúa el diálogo con quienes forman o formaron parte de su vida, como por ejemplo el «Sueño 21», que es un poema dialogado entre la autora y su nieto. Son, en general, homenajes y meditaciones que, si estoy en lo correcto, se encuentran en medio de los afectos pasados y lo vidente del porvenir. Dejando de lado el egocentrismo, la enemistad y las diferencias, cada uno de estos poemas resulta un acto primordial para comprender la poesía de Marión como un puente afectuoso y social, donde también están presentes el olvido y la muerte, pero todo brilla gracias a la mirada atenta de la poeta. En su contemplación, enseña a animarse desde el interior, a vivir el tiempo regular, el tiempo sin impulso ni tropiezo, el tiempo que reposa sereno. En tal ensoñación, la niñez es la constelación y el himno que no se calla, que vive un reverdecimiento, una espontaneidad, una «reniñez», como lo diría Gonzalo Rojas.

Marión nos dice que soñar es un faro luminoso que enciende la chispa del potencial creativo y afectuoso que reside en cada uno de nosotros. Homenajea la capacidad innata del ser humano para trascender los límites de lo tangible y explorar los reinos de lo posible. Soñar es más que un simple ejercicio mental; es un acto de valentía, una declaración de libertad en un mundo que a menudo intenta constreñirnos con sus realidades aparentes. En el vasto reino de los sueños, no hay barreras ni limitaciones. Somos libres de volar más alto, de explorar territorios desconocidos y de imaginar un futuro lleno de promesas y posibilidades.

Hacia el final del libro, la tercera parte, «Hojas de Higuera», es una síntesis de lo anterior, donde convive una mirada exterior ecocrítica, como en el fragmento 4, que dice:

 

«Arrasas con tu maquinaria humedales

sembrando espanto y dolor.

Es tu trabajo dices.

La vida hace lo mismo contigo».

 

En ese último verso también existe una mirada interior mística, la cual es aún más presente en el fragmento 8:

 

«Me detengo por un instante.

Hermosas cosas acontecen

y nada es casual.

Somos parte del engranaje

libertad acción apertura de conciencia.

Cuando observo dejo de pensar

voy a la inmensidad.

En ella soy invisible soy nada.

Revelación: no hay nadie

solo Uno.»

 

Es así como nos da consejo desde su calma y ligereza: que mantengamos los ojos abiertos, que no perdamos el asombro, que no bajemos los brazos. Porque entre tanta nostalgia, entre tanto desgaste por recuperar imágenes del olvido, entre la visión crítica que se asoma siempre, el poemario finaliza con el siguiente verso: «Solo la vida es una excepción maravillosa». Ahí se encierra una filosofía que nos invita a reflexionar sobre el significado y el valor de la existencia. En su aparente simplicidad, este verso encapsula una verdad universal: la vida, como fenómeno extraordinario en el vasto cosmos, se presenta como una excepción en el universo. En un mundo regido por leyes físicas y químicas, donde todo sigue un curso predecible y determinado, la vida surge como una anomalía, un destello de orden en medio del caos aparente. Esta excepcionalidad resalta aun más su maravilla, le añade una capa de admiración. Implica, entonces, que la vida no solo es inusual en su manifestación, sino que también es digna de ser celebrada y apreciada por su complejidad.

Finalmente, no me queda más que reiterar las gracias por invitarme a leer esta obra, y manifestar mis sinceros respetos y admiración al trabajo de Marión, como escritora y profesora. Todo lo que aquí escribí fue aprendido gracias a Cielo entelado, lo cual también permitió que otras ideas se consolidaran. Por ejemplo, noto varios aspectos comunes en la producción literaria de la provincia, como lo son la visión ecocrítica, el tono serio, filosófico, cada vez menos cómico, menos parriano, y el recurso nostálgico de la provincia en años anteriores. Esto último, y con Cielo entelado al frente, me fueron entregadas ciertas coincidencias, similitudes, conexiones, en fin, entre la obra de Marión y otras: el poema «Camino a Melipilla» de Horacio Pino, el poema «Elijo quedarme» de Marjorie Herrera, «El Camino del Diablo» de Alberto Sepúlveda, o, de mi autoría, el poema «Evocación a Parcela 82 de Calle Manuel Rodríguez, Talagante». Quiero decir que, de a poco, la producción literaria de la provincia va dejando un legado que vincula, fuertemente, experiencia vital, familia, nostalgia y naturaleza. Sin duda, Cielo entelado sería la piedra angular para entablar un análisis literario que abarque la literatura talagantina en base a los criterios aquí establecidos.

Otro cantará con mejor pecho. Yo solo diré: ¡larga vida a la poesía!

 

 

Febrero, 2024

Peñaflor

 

 

Marión Canales Jofré (Santiago de Chile, 1957). Escritora, tallerista y socia de la SECH  desde 1990. Ha publicado Fuego azul (Ediciones Rumbos 1990); Feria libre (El Otro Cuarto, 2020; Marciano Editores, 2022). En los talleres que dirige ha incursionado en la técnica cartonera, dirigiendo las antologías El gato encerrado (2018-2019); Alado cartón (2020); Pewma Dungun-Box (2021–2023). Ha recibido distinciones en el VI Certamen Nacional de Poesía Laboral «Pablo Neruda» (1991) y en la Corporación Cultural de Talagante (2018). Su formación en talleres destaca el Taller Altazor dirigido por Miguel Arteche (1977–1978), el Taller Espacio dirigido por Osvaldo Ulloa Sánchez, Cemor/Asel/SECH (1989–1993) y Expresión Literaria II y III (1990) en el Centro de Extensión Cultural de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Realizó talleres para PRODEMU (2006, 2020, 2021, 2022), la Casa de Cultura (2018–2022), Fundación CMPC «Historias de Familia» (Talagante y Talca). Formó parte del Directorio de la Corporación Cultural de la Municipalidad de Talagante durante el retorno a la democracia, de la Sociedad Cultural KUTRALKURA (1996–2023) y de la Corporación Cultural Baldomero Lillo Figueroa (2005). Participó en los proyectos «100 Años de Subterra», «Jugando a ser Escritor» (Talagante, Rancagua), «El Lugar Poético» (Escuela de Arquitectura UTEM, 2023) y «(CON)VIVIENTES EN LA PALABRA» (Biblioteca Nacional de Chile, 2022), junto a Raúl Zurita, Stella Díaz Varín y A. Zarges-Damann. Sus poemas fueron incorporados a «Genios Lectores» para escuelas municipales de la Provincia de Talagante (2020), Opusculario de Estética del Dr. Phil. Ricardo Loebell (Ediciones Marcelo Montecinos y Ocho Libros, 2017) y Revista Digital Altazor (2020). Ha participado como invitada en la 15° Bienal  de Artes Mediales con el video «Umbral 0: Éter | Momento 4: El éter y el silencio», editado y dirigido por el poeta Leonel Lienlaf.

 

Julio Rodajo (Santiago de Chile, 1994). Escritor, editor y profesor. Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Alberto Hurtado. Es autor de los libros de poesía Vaivenes (Editorial Isidora Cartonera, 2013), Relicario (Buenos Aires Poetry, 2021) y Castración del cielo y otros poemas (Editorial Káhuil, 2022). Becario del Plan de Mejoramiento Institucional UAH 2018, que le permitió presentar su tesis de pregrado en el Coloquio Internacional de Ecocrítica y Literatura de Segovia, y del Fondo del Libro y la Lectura (2022). Actualmente imparte el Taller de Creación y Apreciación Literaria en Espacio Peñaflor, es miembro fundador del colectivo Resistencia Poética Peñaflor y parte de la directiva de la Sociedad Literaria de la Provincia de Talagante.

Lo que leímos

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1 Comments

  1. says: Marión Canales Jofré

    Agradezco las palabras de presentación de Julio Rodajo Ureta, explorando la poesía de “Cielo entelado” para la página de opinión de “Lo que Leímos”. Emociona, si me permiten, el gesto de la reciente generación de poetas de mi Provincia deTalagante (extramuro de Santiago) reconociendo lazos comunes en la trayectoria de una escritura de construcción identitaria: un “lugar” (Feria Libre, Cielo entelado) como territorio poético. El “lugar” mencionado en este artículo de opinión de Julio Rodajo, donde se vuelca la creación y quehacer literario.

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