El baile de la abuela muerta (2023)
Elina Malamud (1947)
Editorial Cuarto Propio
ISBN: 978-956-396-173-7
371 páginas
Las impresiones que deja —más bien, que pueda dejar— El baile de la abuela muerta, es ser un libro de no ficción, de memorias y con capítulos independientes, aunque relacionados. Elina Malamud (1947) escribe esta obra cuyos relatos son los recuerdos que tiene Eugenia Gurewitsch sobre su propia abuela, siendo ella —Eugenia— la abuela de la autora. Malamud escribe sobre su familia judía y se centra en cómo vivieron su experiencia identitaria en los lugares que les tocó vivir.
Estas memorias narradas en orden cronológico son una suma de la vida de los personajes que aparecen, desaparecen y reaparecer. No obstante, al no haber alguna cuestión transversal desenlazada, cada capítulo es conclusivo en sí mismo —por eso son independientes—, pero juntos conforman una historia familiar —por eso se relacionan—. A modo de contexto, la narración se inicia con lo que fue la experiencia familiar en Bielorrusia por los años 1860, a la sazón, Imperio Ruso, y continúa con la llegada de algunos de ellos a la Argentina, extendiéndose hasta un poco más de la primera mitad del siglo XX.
En Bielorrusa, Mendele —uno de los personajes— aparece como una persona de precario pasar económico, pero que es referente para su comunidad por su erudición en la ortodoxia judía. En contraste a esa ortodoxia, Sulkie, su hija, es una mujer que posee el hábito de la lectura de ficciones, se interesa en la política, carece de aspiraciones matrimoniales y cursa estudios universitarios, aunque los cupos para judíos estaban ya ocupados. Otro personaje, Molt, representa la heterodoxia judía y la llegada de la familia a Buenos Aires. Él, proveniente de Gómel, fue criado en la religión judía, pero por libre elección no continuó por esa tradición y se manifestó ateo ante la existencia de Dios, se graduó de Doctor en Filosofía y Química, y si en el Imperio Ruso fue estalinista, en Argentina fue peronista.
A diferencia del Imperio Ruso y de otros países de Europa central, Argentina fue un lugar donde los judíos tuvieron libertad. Mientras en el contexto europeo muchos tenían la Biblia en sus casas para despistar su verdadera identidad ante los allanamientos de las autoridades policiacas, en Argentina tal cuestión no fue así, y por el contrario, pudieron ejercer sus identidades y desarrollarse como comunidad, es más, algunos crearon su propia versión de los kibutz, o quizás, según como se vea, su propia versión de los soviets.
La identidad familiar es mayoritariamente el ser constitucionalistas antes que monarquistas y pro revolución antes que zaristas, y obviamente, son nostálgicos decembristas de 1825. En este sentido, lo que se impone en el contexto familiar es la heterodoxia y el socialismo, y en relación a esto, el ser integrante de la clase trabajadora antecede el ser miembro de la tradición judía. Inclusive, no reivindican un Estado Nacional Judío, aun cuando hubo algunos familiares como la mamá de Eugenia, de nombre Schloime, que se fueron a Palestina —nombre que usa la autora para referirse a la Palestina Histórica— a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX con miras de cumplir el objetivo sionista de construir tal Estado Nación.
En suma, son cinco las generaciones habidas entre Eugenia y su tataranieta Elina. No obstante, como los recuerdos que originan esta obra son anteriores a Eugenia, fácilmente pueden ser ocho las generaciones abarcadas y superar los 150 años entre los primeros hechos narrados y la publicación del libro. En esto, algo a destacar, es que en las familias siempre hay alguien que sabe la historia de ella, la cual puede ser de un interés más allá de la propia familia, ya que a través de ella se entiende mejor a la persona humana, siendo este el caso de El baile de la abuela muerta.
El baile de la abuela muerta (Elina Malamud)
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