El viento conoce mi nombre (2023)
Isabel Allende (1942)
Sudamericana
ISBN 978-956-262-650-7
348 páginas
¿Puede haber tanto infortunio en la vida de una sola persona? ¿Pueden personas con vidas tan desafortunadas encontrarse entre ellas mismas? De ser posible, lo es. El asunto, es que al lector de El viento conoce mi nombre le podría parecer inverosímiles tales infortunios y encuentros, o al menos, poco probables. Inclusive, le podría parecer una novela desmedida, pero dado que esos infortunios y esos encuentros son propios de la migración forzada —que es la centralidad de la novela—, podrá prevalecer la duda de que todo eso sea posible.
La narración comienza con capítulos dedicados a cada uno de los cuatro personajes principales y va desde el pasado al presente. A medida que la misma avanza, las historias de esos personajes se comienzan a entrelazar, hasta que todos se encuentran y llegan a un desenlace donde las incipientes interacciones terminan en una relación muy cercana, casi familiar.
Samuel y Leticia —dos de los personajes principales— viven juntos en la casa de él en San Francisco, California. Ella es su cuidadora y él es un exdocente universitario pensionado. A sus 5 años de edad, Samuel con su familia fueron víctimas de la noche de los cristales rotos en Viena, en razón de ser judíos. Sobre lo mismo, vivieron la persecución del nacionalsocialismo y ante la desesperación de los campos de concentración y la imposibilidad de vivir en libertad, su mamá decidió enviarlo a Londres, donde Samuel comenzó su vida sin familia. Leticia nació en El Salvador a inicios de los 1970, y por mera casualidad, se salvó con su papá de la Masacre de El Mozote ocurrida durante la guerra civil salvadoreña. Tras aquel episodio, donde murió toda su familia y toda su comunidad, su papá decidió que se fueran a Estados Unidos de América, para lo cual, cruzaron a nado el Río Grande.
Selena y Anita —también personajes principales— tienen una relación donde la primera aboga por la segunda, quien es una niña migrante que quedó sola en Nogales, Arizona. Selena pertenece a una familia de ascendencia latina arribada al sur estadounidense en los años 1950, siendo sus abuelos los primeros en migrar. Ella, como asistente social, trabaja para la ONG Magnolia, la cual auxilia a personas refugiadas y migrantes, y en su trabajo de activista busca profesionales voluntarios y donantes económicos para poder funcionar. Anita y su mamá, Marisol, escaparon desde El Salvador hacia Texas por vivir bajo la amenaza de un expolicía y no tener redes de apoyo personales o institucionales que las salvaguardaran. Al arribar a Estados Unidos de América fueron detenidas, les negaron el refugio y fueron separadas, apareciendo así el programa Magnolia.
A propósito de este último personaje, la autora usa para ella monólogos interiores que son muy densos. Anita actúa como si fuera adulta ante la adversidad, lo cual es tristísimo, que sumados sus infortunios anteriores: papá asesinado, mamá desaparecida, hermana fallecida y ciega a causa de un accidente, se transforma en un personaje narrado de manera desmedida, cualidad que tiende a acaparar el resto de la novela. No obstante, tal cuestión queda a juicio del lector, sobre todo si se considera que es una novela con superventas y que la autora cuenta con lectores irrestrictos.
Isabel Allende escribe una ficción sobre uno de los temas más prioritarios, urgentes y desafiantes en América Latina: la migración forzada. En contexto, vale tener presente los datos de Venezuela, país que —a junio de 2024— tiene a más de 7,7 millones de sus nacionales afuera de su territorio, equivaliendo a un 25% de su población total. En este sentido, hay un aporte, el cual es ficcionar la realidad de las crisis humanitaria, en las que hay tragedias personales y donde las personas —al igual que los personajes de esta novela— abandonan sus hogares para enfrentar algo tan difícil como la incertidumbre y el desprecio.
El viento conoce mi nombre (Isabel Allende)
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