Tres Ceremonias (Nicolás Campos Farfán)

Tres Ceremonias (2022)

Nicolás Campos Farfán (1983)

Komorebi

94 pp.

 

Tres Ceremonias: Lo que estás buscando no va a estar allí

Por Cristofer Vargas Cayul

 

En Tres Ceremonias (Komorebi, 2022), tercera novela de Nicolás Campos Farfán (Santiago, 1983) la historia transcurre en distintos tiempos y lugares desperdigados en tres capítulos, en los que el autor utiliza quiebres temporales para representar un mundo de traumas irreparables y relaciones inconclusas. Culpas y remordimientos, las fuentes de un horror familiar encausan el recuerdo y lo que se omite. Sumado al secreto, la elipsis refuerza la construcción de un mundo en constante incertidumbre.

La primera parte bien podría ser un cuento de horror folk: una carretera de noche y una familia cualquiera que viaja del sur a Santiago. En Mandarinas, Campos Farfán nos presenta a Rocío o Chío ¿Qué podría pasar en el tramo nocturno de un viaje en auto? ¿En los camarines de un torneo de Taekwondo en Talcahuano? La historia se despliega en la cabeza de Rocío que viaja con su madre y su tío Raúl, que recuerda otro viaje con ella en bus y un neumático reventado que las dejó al lado de una curva llena de animitas.

La presencia del paisaje abierto crea una atmosfera de intranquilidad que repercute en los personajes, tanto en sus acciones como pensamientos que conocemos bien dada la impronta contemplativa que estos muestran, logrando descripciones detalladas y sensoriales.

“Chío acercó más la imagen hasta notar el pelo mojado de Jorge. Se quedó absorta en cómo ese rocío formaba gotas que se deslizaban por sus mechones, haciéndose cada vez más gruesas hasta que terminaba por caer. A la distancia, pensó en acariciarlo. Imaginó cómo sería beber esa agua. Qué tanto podía costar” p.20

La historia sigue con Pablo, ex novio de Rocío que en la actualidad recibe intermitentemente la visita de su hija Isa. Pablo narra la llegada de Enzo, un hombre mayor que viaja a Valdivia a despedirse de Antonio, un viejo amigo con quien vivió años en Valparaíso. En la Ceremonia y el té, un perro recibe y acompaña a Enzo en su peregrinaje, una caminata por la mínima ciudad de Valdivia extendida hacia lo que queda fuera del centro. La periferia de la postal idílica del sur con baldíos, viento, torres eléctricas, derrumbes y animales que acechan.

“Sus pasos se hacían cada vez más pesados, lo cual en un principio lo afligió. Pero esto debe ser pausado, pensó, porque vengo a recordar a Antonio. Considerándolo así, lo único que se cuestionó fue su falta de dolor. Su amigo, muerto hace años, ya tuvo su duelo, y por lo tanto se hace difícil afligirse mucho. Resolvió que podía prescindir de los sentimientos: iban a llegar, confiaba en ello, y se expresarían de alguna forma. Le acarició las orejas al perro. Un viento tibio empezó a soplar y envolverlos” p.38

La imposibilidad de la emoción se transforma en otra cosa, un sacrificio: “Lo hecho ese día constituía una ceremonia, y lo que venía era el siguiente nivel. Tenía ante sí un campo abierto: esa iba a ser su ofrenda, cruzarlo” p.41

Finalmente, en Aquí comienzas, aquí termino, se narra la separación de Rocío y Pablo, entre el pasado y el presente, entre Valparaíso y San Bernardo. Acá el elemento de la incertidumbre se presenta en forma de precariedad existencial. Se deja ver cómo los personajes se desenvuelven en un momento de sus vidas que coincidiría con la llegada a la adultez y el trabajo.

La condición del secreto se hace más presente y a ratos se intuye, pero las pistas de dispersan en los cambios de tiempo y las rutinas de supervivencia que hallan los personajes en sus contextos, a veces, lográndolo a penas por la irreversibilidad de sus acciones. “Se supone que los secretos unen a quienes lo comparten, que se basan en callar o eludir, y ellos han hecho lo segundo: Omiten la separación. No pueden aceptarla, al menos no frente al otro, y justo ahí radica lo trágico: con el secreto, el objeto oculto se moviliza hacia una zona indefinida, extrañamente intocable” p. 61-62

El terror en Tres Ceremonias llega tanto por la insinuación de las traiciones, frustraciones, secretos y abusos como por la mención de algún pájaro nocturno o el fantasma de un ciclista en la carretera que anuncia la desgracia. Campos Farfán produce un terror latente, que engancha al lector quién de a poco va entendiendo los porqués y cómo de los personajes que habitan las páginas de la novela.  Dichos cuestionamientos no necesariamente llevan a una resolución, y abren más que cierran instalando otras cuestiones, lo importante acá es lo que de alguna forma no se alcanza a ver, mientras quedamos detenidos sobre pastizales, metidos en la cabeza de alguno de sus personajes mirando el fondo espeso de los árboles fácilmente confundible con monstruos.

Cristofer Vargas Cayul

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