Texto de presentación para: “Días salvajes” de Horacio Santander. Por Gonzalo Espinoza

Por Gonzalo Espinoza

 

Días Salvajes expone las dinámicas más tóxicas y agresivas no solo del sistema escolar chileno, sino que de la sociedad. El protagonista es Kike, un chico muy inseguro, que atraviesa por un proceso de construcción de su identidad en el Chile de los 2000, que es básicamente el periodo de tiempo donde muchos de nosotros, que tenemos entre 28 – 35 años, desarrollamos nuestra identidad.

En esa línea, quisiera señalar que a pesar de ser una obra enmarcada dentro de un contexto escolar, también es una obra que interpela a quién la lee, puesto que todos en mayor o menor medida fuimos testigos de acto de agresión o bullying; son muy pocos quienes podrían afirmar lo contrario.

En 2023 la Superintendencia de Educación dio cuenta de 4.502 denuncias por “maltrato entre estudiantes”. La cifra es un 12% menos que en 2022, pero es también la segunda más alta en una década.

Me tomo de estas cifras para afirmar que lo planteado en Días Salvajes no es una realidad pretérita, sino que es un hecho que ha mutado mostrando nuevas lógicas a lo largo del tiempo como el ciberbullying, y que debería alarmarnos, puesto que la violencia es algo que deberíamos erradicar de todos los espacios en los que nos desenvolvemos: en nuestras casas, trabajos y, por supuesto, en la escuela.

Sin embargo, no es en este tema en el que quiero profundizar, sino que es en la destacable capacidad narrativa y visual que posee su autor para desplegar esta reflexión, generando una novela gráfica con personajes atractivos, que se ven envueltos en situaciones que los llevan al límite.

Algo que me llama profundamente la atención, es que esta no es una historia sobre héroes. Kike es un personaje que carece de actitud, no es fuerte, no se caracteriza por ser inteligente, ni siquiera gracioso. No obstante, la historia logra hacer interesante su vida, puesto que finalmente todo se trata del proceso a través del cual él logra aceptar que no tiene por qué tener actitud, ser fuerte, ser inteligente o gracioso para hacerse un espacio en la sociedad.

Y en ese aspecto, creo que este proceso de aceptación también nos interpela hasta nuestra edad adulta, puesto que incluso en la llamada “madurez” muchos aún buscamos conseguir la validación del resto a través de la imitación de las acciones de otros, la persecución de modas, tendencias y modos de vida que se exponen en las redes sociales, y que tan sólo demuestran nuestra falta de originalidad para llevar adelante nuestras vidas.

Uno de los aspectos más destacables de Días Salvajes es su equilibrio entre momentos serios, de comedia, de acción y drama. Esto permite el despliegue de una serie de episodios como una relación amorosa, un espectacular enfrentamiento deportivo, batallas campales en fiestas y escenas muy tristes.

En esa línea, se destaca la relación que adquiere Kike con el Gato Millán, quien se vuelve un verdadero compañero ante la incomprensión que sienten ambos por la violencia que emana del ambiente en el que se mueven, y que se constituye como el verdadero elemento antagónico de nuestros protagonistas en la historia.

También es bello como muchas cosas se van construyendo fuera de campo, como la relación entre Kike y su madre, donde se demuestra que la ausencia de ella durante el día es inversamente proporcional a los esfuerzos que destina, como madre soltera, para poder criar a su hijo rebelde.

Sin duda, hay muchos más aspectos que destacar de Días Salvajes, pero si algo podemos concluir es que es una obra que invita a la reflexión de muchas temáticas, que conforman la sociedad chilena.

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