Diego Zúñiga: “Para mí es la voz del narrador la que determina el fraseo y la sintaxis”

Fotografía: cortesía del autor

Por Joaquín Escobar

 

Diego Zúñiga (1987) es un autor iquiqueño, con varias publicaciones a su haber, entre las que destacan su primera novela, Camanchaca, que le valdría un reconocimiento transversal tanto de la crítica como de los lectores. Por estos días acaba de publicar Tierra de campeones (Random House), su más reciente novela, que entre otras hebras relata la historia del campeón mundial chileno de caza submarina. Entre caletas perdidas en el norte de Chile y abandonos atravesados por la rabia, asistimos a una de las mejores publicaciones del 2023.

 

Martínez, el protagonista de la novela, es abandonado por sus padres. Este hecho sigue una tradición en la literatura chilena que es la de los personajes huérfanos. Incluso, Rodrigo Cánovas tiene un ensayo en el que reflexiona sobre esta condición.

Sí, y también está el ensayo de Sonia Montecino y otros más. Claro, revisar un poco la tradición narrativa chilena es encontrarse con esos personajes buscando su suerte, escapando de ese abandono —que no sólo es un abandono filial, sino que es algo más grande, como se ha planteado en diversos textos—. Creo que es un tema que me ha interesado desde Camanchaca. Tengo la impresión que ese protagonista se parece en muchos sentidos al Chungungo Martínez, y quizás es por esa marca. Una marca que se hace más pesada en un país como Chile, donde el origen determina en gran medida tu futuro. Pienso que ese abandono te obliga a buscarte la vida y a inventar distintas formas de sobrevivencia, y a descubrir, por supuesto, que nada de eso se puede hacer solo. Eso está en dos novelas que me encantan: El río de Gómez Morel y Patas de perro de Droguett, donde además ese abandono está atravesado por la rabia.

 

En diversos momentos de Tierra de campeones, aparecen extractos de la revista Reader’s Digest. Hay micro-historias (la de una mujer que estuvo muerta 50 minutos) y un cuestionario de selección múltiple que hace referencia al significado de ciertas palabras. La importancia de mezclar géneros y narrar desde otros lugares. 

Siempre me han interesado los distintos soportes que pueden dar espacio a diversos tipos de narración. En Camanchaca estaba el tema de la radio y de los relatores de fútbol, en Racimo esa narración estaba condensada en las fotografías, y aquí se me aparecieron estas Selecciones del Reader’s Digest, que remiten también a la infancia de muchos de los que crecimos en casas donde no había bibliotecas pero sí quizás algunos ejemplares de esas Selecciones, y que eran una forma de ver qué ocurría en el mundo. Las primeras historias, las primeras narraciones que debo haber leído por mi cuenta fueron textos de esas revistas. Y a eso le sumaría también las crónicas y reportajes de Don Balón.

 

Me pareció interesante la forma en que introduces al Mundial del 62 en la novela. Martínez y los pescadores se enteran de todo lo que sucede mediante diarios, radios de onda corta y relato orales. Una historia que siempre está mediada por lo que dijo un otro.

No estoy descubriendo nada si te digo que esa forma de narración —eso de contar algo que dijo o vio otro, pero que tú no viviste— está en el origen de lo que puede implicar el ejercicio de abordar y bordar una historia, que es una dimensión de la novela que me interesa mucho. Quiero decir: pensar en quién iba a contar esta historia, quién sería el narrador, fue una decisión que me llevó mucho tiempo, mucho ensayo y error, porque estoy cada vez más convencido que esa elección va a determinar en gran medida cuál será la forma de eso que estás escribiendo. Ese hecho puntual que destacas —lo del Mundial del 62— creo que se puede extrapolar a la misma historia del Chungungo Martínez, que la cuenta este amigo que lo conoce sólo siendo niño y luego se lanza a imaginarla, a investigarla y a elucubrar esa vida. Este tipo de narrador tiene muchos antecedentes, pero te confieso que me fasciné con él a partir de verlo desplegado en las narraciones de Onetti, que para mí es el maestro de maestros.

 

Por lo general, en la literatura chilena se habla de la UP y la dictadura chilena desde la militancia política. No obstante, Martínez es un pescador-deportista al que el contexto político-social (por una cosa personal y geográfica) no lo determina. Se expone lo que fue ese periodo desde un borde, desde un costado.

 Creo que la política es algo que nos atraviesa a todos, y que esa influencia, esa marca que puede dejar en nuestras vidas, en nuestros cuerpos, se hace más latente en ciertas clases sociales. Por eso me interesaba que tanto la Unidad Popular como la dictadura se plantearan desde sus efectos en las vidas de Martínez y de los habitantes de las caletas, más allá de explicitarlo a través de ciertas militancias, que me parece una forma válida por supuesto en la narrativa, pero que sentí que acá no venía completamente al caso. O sea, estos procesos políticos les cambian la vida a esos hombres y mujeres, como se la cambiaron a muchas personas. No es algo discursivo, es algo real, y me interesaba que la novela indagara en eso. En esa materialidad.

 

Camanchaca está escrita mediante fragmentos y Tierra de campeones mediante párrafos largos (el fraseo en su máxima expresión). ¿Por qué optaste por uno y otro recurso? ¿Cómo se toman estas decisiones escriturales?

 Para mí es la voz del narrador la que determina el fraseo y la sintaxis. El narrador de Camanchaca era un narrador que se resistía a contar su historia, a explorar esa experiencia, entonces no podía ser de otra forma: mucho punto seguido, fragmentario, algo entrecortada esa respiración, muy distinta a la del narrador de esta novela, que es alguien que quiere narrar, que elucubra, que imagina, que con su narración debe tantear la posibilidad de poder contarle al mundo la historia de este amigo, que de alguna forma es también su propia historia y la de esos niños con los que creció en el desierto.

 

En el diario La Tercera dijeron que Tierra de campeones es tu mejor novela, ¿estás de acuerdo con esta afirmación? 

No lo sé, la verdad. Me alegra recibir comentarios entusiastas, pero creo que cada libro exige su propia lectura, entonces me cuesta pensarlos como unos mejores que otros.

 

En un momento se habló de que ibas a escribir una segunda parte de Soy de Católica ¿En qué quedó este proyecto, se va a concretar? 

 Me encantaría. La verdad es que como estuve muy atrapado en esta novela durante tantos años, pospuse cualquier otro proyecto de escritura, pero sí, me encantaría reeditarlo y agregarle varias páginas, porque acuérdate que ese libro está escrito justo en esos años difíciles que vivimos, cuando no nos salía nada, poco antes de que se nos diera el primer bicampeonato y después el tetra, entonces sí, siento que tengo una deuda. A ver si logro darle forma ahora.

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