Segundo Idioma (Juana Inés Casas)

Segundo Idioma (2023)

Juana Inés Casas

Editorial Montacerdos

ISBN 9789569398834

148 páginas

 

Hacia una gramática del peligro: Segundo Idioma de Juana Inés Casas
Por Víctor González Astudillo

 

Una sospecha común: detrás de toda acción, de todo fenómeno, de toda representación, subyace un segundo rostro, aunque no necesariamente uno determinante, como lo son los significados ocultos detrás de las palabras. No, más bien, lo que subyace es un camino disperso, una especie de sendero que nos conduce a otro territorio, el cual no está precisamente escondido. Este lugar, comúnmente, suele situarse en los extremos del espectro moral, sea como un paisaje bondadoso o como una pesadilla febril. El libro nos pone los siguientes ejemplos: al interior de un bosque familiar, una mujer es abusada al mismo tiempo que una fiesta se celebra; un trauma asociado a un accidente familiar se disfraza de un juego de niños, quienes simulan volar como un avión; una tienda de hamburguesas, en una versión pasada, tiene entre sus asistentes a un acosador de escolares. Los ejemplos son varios, la lista es enorme, pero no lo suficiente como para que algunos patrones se extravíen. En Segundo idioma (2023) de Juana Inés Casas, podemos encontrar siempre una segunda coordenada para los afectos.

El título del libro, editado recientemente por Montacerdos, corresponde al quinto cuento que podemos encontrar al interior de sus páginas. Tal como se puede anticipar, el relato es de suma importancia. En él, la autora nos propone una especie de recorrido entre la infancia y la adultez. Sorpresivamente, el trayecto no consta solamente de un viaje interior, sino que los movimientos son también espaciales. De acuerdo con la edad, o bien, según la relación que mantienen las mujeres del libro con sus cuerpos, descubren de pronto que algunos espacios civiles, algunos sitios de su casa, e incluso, algunos pensamientos intrusivos, están absolutamente prohibidos para su género. Por supuesto, las restricciones son discriminatorias: en los callejones deshabitados, un depredador acosa en cada grieta de las murallas, así como también, en los lugares transitados, los ojos masculinos de lo público hacen de todo lugar una vitrina para el deseo. Tal como lo apunta la narradora, en cada uno de estos campos vedados, existe una segunda gramática, un segundo orden donde la agresión patriarcal ocupa un sitio protagónico. De aquí, entonces, el enunciado del texto: las mujeres, para llevar su vida adelante, deben de aprender un segundo idioma, el cual sería, más bien, una lengua de la supervivencia.

En el caso de este cuento, lo dicho está subjetivado en la aparición de un pederasta, o bien, en un hombre que ha configurado su vida bajo las lógicas patriarcales-pedófilas del deseo masculino, quien busca a sus víctimas en los alrededores de un McDonald. Bajo circunstancias terribles, la protagonista termina quedando al alcance de sus manos, lo cual la marca de por vida. Más tarde, la narración nos explica que esta logra integrarse en otro orden del deseo, digamos, al orden de lo familiar, donde la vida pareciera obtener su confort a partir del amor marital y filial. Pero, aun así, la protagonista, al pasar nuevamente por el McDonald, transformado ahora en una nueva tienda de comida, recuerda todos los olores, todas las palabras, todas las sensaciones de su cuerpo tenso bajo los brazos de un abusador. De algún modo, el libro nos indica que este “segundo idioma” estaría anclado en los más profundo de su identidad, no solo por las violencias que implicaron su escritura, sino también porque la intuición de supervivencia está asociada a la experiencia de ser mujer en el espacio público. Esta segunda gramática sería, entonces, no un indicativo de una hipotética naturaleza-mujer, sino un indicativo genealógico, en la medida de que todos los cuerpos-mujeres han habitado, de esta forma, el mundo.

Tal experiencia, aparentemente secundaria (perfectamente primaria), aparece de forma residual en la mayoría de los cuentos del libro, por no decir todos. En otra narración, “De un lugar hacia otro”, la protagonista es una mujer adulta que ha vuelto a su país de origen, luego de estar radicada en Italia. Dos cosas son importantes: su regreso se debe a un asunto mayor, aunque desconocido. Algunos personajes le preguntan si acaso ha vuelto por la muerte de su padre, pero esta dice que no, que no se trata de eso. Su viaje de retorno es, quizá, un misterio incluso para ella misma. Luego, el otro aspecto importante del cuento es que, al regresar, la protagonista nota que ha quedado fuera del orden cotidiano. Al asistir a una fiesta, luego de tomar algunas copas de más, descubre frente a un espejo que inclusive su rostro es extranjero. El cristal solo despide algunos colores, algunas siluetas, pero nada más. Nuevamente, todas las signaturas que se desprenden de su reflejo corresponden a otra gramática, a una lengua que dejó de entender hace años.

Más tarde, la protagonista descubre que su extrañamiento tiene que ver con el tiempo, y quizá, con su propia adultez, ya que al momento de viajar era, a lo menos, mucho más joven. Claro está que esta diferencia también es una marca producida por las exigencias de lo público hacia la mujer. Los cuerpos que pertenecen a esta categoría, al momento de avanzar hasta cierta edad, son expulsados de los hitos principales que estructuran el día a día citadino: noches de fiesta, bares, lugares de esparcimiento en general. La edad avanzada, al parecer, es otra coyuntura donde lo público ejerce su poder coercitivo. Este segundo idioma, ahora, consiste también en un dispositivo con el cual las mujeres reconocen aquellos espacios que se les han asignado forzosamente. Pero más importante aún, este segundo idioma permite hablar, o quizá, advertir a otras mujeres que aún no son conscientes de los peligros que advendrán en un futuro. Por lo cual, el señalar la existencia de esta gramática prohibitiva, también debería permitir la desinstalación de esta. Quizá, cuando una madre toma con fuerza la mano de su pequeña hija, o bien, cuando un padre le enseña bondadosamente a su hijo las maravillas del vuelo, existe también una segunda instancia subyacente, un camino distinto, donde esta lengua secundaria, la cual pobla los cuentos de Juana Inés Casas, no existe, o bien, se haya irreconocible, transformada en una más apacible, más humana, o al menos, mucho más justa.

Segundo idioma es un libro sensible, de fácil lectura, donde los cuentos transitan uno detrás de otro con cierta parsimonia, además de su evidente coherencia. La escritora se toma el tiempo para definir los lindes de cada uno de los relatos, aunque quizá, en otros, la escritura se vuelve apresurada, lo cual podría estar directamente relacionado con la súbita violencia de algunas narraciones, donde la vida de unos cuantos personajes queda absolutamente destruida. En este sentido, el libro de Juana Inés Casas es claro, directo, en la medida de que las imágenes centrales de cada texto establecen el contenido total de los cuentos. Seguramente, su naturaleza implacable ofrecerá otras lecturas en algún futuro.

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