Ojo crítico (Constantino Bértolo)

Ojo crítico (2020)

Constantino Bértolo (1946)

Ediciones UACh

208 paginas

 

Querámoslo o no, la crítica literaria muchas veces funciona como el circo romano de la inofensiva institución de la literatura: editores heridos en su honra, autores que beben alcohol mezclado con ansiolíticos para soportar la vergüenza de una lectura quizá hecha sin malicia aunque con exceso de juicio, lectores que ocupan sus respectivas trincheras y observadores neutros, atónitos, en medio del fuego cruzado.

Quien escribe esta reseña recuerda con pudor un episodio ocurrido el 2015, luego que Patricia Espinosa calificara No ficción de Alberto Fuguet como «la peor obra de Fuguet», que «sólo consigue validar a un tipo de gay neoliberalizado, alienado en el exitismo y las crisis sentimentaloides. Como no hay lugar para más, el homosexualismo queda restringido a un estilo de vida sofisticado que no se escapa a los estereotipos que la cultura dominante asigna a la diversidad sexual».

Pudor, digámoslo todo, no por la crítica sino más bien por sus efectos: publicado el texto, cuya circulación en un periódico de circulación nacional fue pretexto para menospreciar el rol de Espinosa –todo hay que decirlo: LUN no es Le monde diplomatique—, el cacareo extraliterario no se hizo esperar. El diario La Segunda dedicó un reportaje donde entrevistó a varios críticos y otros figurines del mainstream local [1], sometiendo a la autora de la crítica a una suerte de escrutinio público, a la manera de los think tanks. Aparecieron algunas columnas [2] al respecto y discusiones varias en torno al rol de la crítica literaria.

Si Espinosa erró o acertó en su juicio será cuestión de tiempo, aunque por suerte la sociedad ha encontrado cuestiones más acuciantes que saber si Fuguet pasará o no al olvido.

Polémicas aparte, Ojo crítico (Ediciones UACh) de Constantino Bertolo es una invitación a tomar palco en la vereda opuesta de la cuestión. Tal como lo dice el subtítulo del volumen –«Las peores críticas a los mejores autores»–, el libro es un pequeño museo del error, la falta de tino o el exceso de confianza en el juicio personal. En doscientas páginas, introducción histórica mediante, Bertolo nos muestra los desaciertos más desopilantes que cada época ofreció a obras que terminaron trascendiéndola.

Esta antología del disparate no deja títere con cabeza, aunque claramente el que pierde la cabeza a veces es el crítico y no el autor vilipendiado. Sobre Frankenstein de Mary Shelley, The British Critic señaló lo siguiente: «El escritor de este libro es, entendemos, una mujer; esto es una agravante de lo que es el fallo principal de la novela. Aunque nuestra autora puede olvidar la dulzura de su sexo, nosotros no tenemos porqué hacer lo mismo; y por lo tanto, descartaremos la novela sin más comentarios».

Pero el antologador también nos previene de sospechar de la mala conciencia con la que podríamos juzgarlo de forma injusta cuando apunta: «creo que los ejemplos de error que este libro reúne confirman las glorias y las miserias de la crítica. La miseria que supone el no acertar, la gloria que conlleva el atreverse a fallar». Porque también es un lugar común en escritores con escaso talento el juzgar al crítico como un escritor frustrado, un chupasangres o un parásito que forma nidos en los hombros de los autores, gigantes o no. Cosa compleja si pensamos, a vuelo de pájaro y sin jerarquía, en críticos tan distintos como Harold Bloom y Terry Eagleton, o en Patricia Espinosa y Lorena Amaro.

A diferencia del intelectual-columnista que rumia las coyunturas históricas, siempre cambiantes e infinitamente más complejas que una obra literaria, el crítico milita concienzudamente sobre su propio juicio y lecturas. Errar, por lo tanto, los podría transformar perfectamente en una suerte de beautiful loser como los que Bertolo reúne en este libro.

Podría sugerirse también una lectura lateral y leer estas breves críticas desafortunadas como un ejercicio del sublime arte de insultar. Ezequiel Martínez Estrada, por ejemplo, trata a Borges de «Turiferario a sueldo, vendido y envilecido» y Enrique Anderson Imbert apunta que «Sus libritos, engendrados sin sangre y sin fuerza en sus entrañas mal alimentadas, van apareciendo año tras año, pero muertos». Si el lector no esboza al menos una sonrisa con este trato particular dado a un autor consagrado podríamos sospechar con fundadas razones de su sentido del humor.

La crítica perversa, entonces, leída como un acto más en la comedia de equivocaciones de la literatura.

Mención aparte merece la introducción de algunos autores chilenos como Mistral, a quien Silva Castro trató como una «solitaria, una mujer dominada por el deseo de hacer justicia» cuya obra es «un conjunto de exageraciones, caídas de tono, imágenes oscuras y retorcimiento verbal». O Neruda, cuya poesía, en palabras de Huidobro, es «fácil, bobalicona, al alcance de cualquier plumífero. Es como dice un amigo mío, la poesía especial para todas las tontas de América».

Estemos de acuerdo con el juicio de los críticos o no, vale la pena también pensar las autorías desde un lugar sujeto a la construcción constante, sin esencias metafísicas, ponderaciones dudosas o afanes canonizantes. Pensar entonces la literatura como campo que se reconfigura constantemente, lleno de porosidades y zonas móviles que se resisten a la reificación y a la instalación de una obra como un monolito que no admite otras lecturas. Así también para los críticos, cuyos criterios estéticos y políticos son también susceptibles de ser revisados y desmontados. Quizá el mejor ejemplo de esto es la disputa entre Enrique Lihn e Ignacio Valente [3] durante los ochenta, cuestión que excede, por cierto, los propósitos de esta rseña.

En último caso, podemos pensar en el monólogo con el que Bolaño cierra Amuleto: todos, escritores y críticos, Shakespeare y Samuel Johnson, serán olvidados, para bien y para mal. La crítica y la escritura, con sus riñas y encontrones, como un enorme ejercicio de la inteligencia y el lenguaje regocijándose en sí mismo mientras nos susurra al oído: divirtámonos mientras podamos.

 

 

[1] Pido las disculpas del caso: me fue imposible dar con el mentado reportaje.

[2] Aquí hay algo así como un resumen: https://elpasajeroarrepentido.wordpress.com/2015/11/21/la-ultima-batalla-de-la-literatura/

[3] Sobre Lihn y Valente, vale la pena revisar esta entrevista: http://www.letras.mysite.com/elih160518.html

 

Jonnathan Opazo

Publicó "Junkopia" (2016), "Cangrejos" (2018), "Baja fidelidad" (2019) y "Cian" (2019).

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