Texto de presentación de “Avísame si estoy muriendo” de Francisco José Paredes Vera

Francisco José Paredes Editorial Forja

Avísame si estoy muriendo (2018)

Francisco Paredes Vera (1987)

Editorial Forja

ISBN: 978-956-338-371-3

Número de páginas: 103

Precio Referencial: $7.000

Por: José Miguel Ruiz

Pareciera que hacer poesía, al menos para mí, es estar constantemente lanzándose al vacío, con la idea de querer suicidarse permanentemente, pero no con la connotación que entendemos del autoexterminio, sino con la constante expectativa de querer encontrarnos.

Francisco Paredes Vera

Sintetizar en pocas líneas un libro no es una tarea fácil. Cada poema es un mundo. Están escritos, seguramente, en diversos momentos, aunque sea solo uno el autor.

Iré de la impresión general a lo particular. Me parece un libro de amor, también, dirigido al ser amado, presente en el momento de la construcción poética, es un “tú, amado, amada”: “Eres más bella que el mismo diablo,/ no sé si lo haces con voluntad de encontrarme/ o por la burda razón/ de perderme”. Poemas de una gran sensualidad en ocasiones: “Es cierto,/ no hay nada que ocultar en mis intenciones./ Quiero verte desnuda,/ tan desnuda/ como para ver lo que estás pensando,/ las palabras transitando tu faringe/ y los deseos recostados/ en el diván”… “No busco tus palabras,/ ni menos ofenderte./ Solo intento revelar/ que mientras pasabas/ frente a mis ojos,/ me vino un deseo incontrolable/ de seguir viviendo”. “Te veo caminar desnuda en las madrugadas,/ emancipada del clima de julio/ y del abrigo que te censura./ Al visualizar las auroras que te protegen sigo delirando con la posibilidad/ de que levantes tu mirada al cruzarnos/ y me saludes con una sonrisa”. (“Confesiones de un delirio”). “Hay motivos para entristecerse./ La cuenta de luz se va sumando al saldo anterior./ Existen amenazas del corte/ del suministro eléctrico,/ pero de todas formas/ suelo ser un ente que habita en la oscuridad.// Me basta con poner tu fotografía en el velador/ y alumbro gran parte de mi cuerpo” (“Cuenta de Luz)”.

¿Por qué cito tanto? Porque la poesía no se explica. Está claro que en un análisis académico se puede realizar el análisis, la disección literaria de un texto poético, pero prefiero aquí compartir con el autor su experiencia poética. Hasta ahora, la experiencia del amor, de la amada, en que basta una fotografía para transformar ese cuarto en algo íntimo e iluminado y le dé vuelo a ese discurso cotidiano de qué ocurre con la cuenta de la luz. El amor, entonces, como uno de los fundamentos, de las bases o raíces de la experiencia poética de Francisco Paredes.

Vemos otras de estas bases o raíces: cierta nostalgia por Valdivia, un lugar que podría ser cualquiera en el mundo, donde la sensibilidad se ha nutrido poéticamente, donde siempre quisiéramos volver. En una mezcla de amor y nostalgia por un lugar, señala: “Suelo bajar las escaleras y mirar hacia el fondo/ para ver si te encuentro” y sigue en la estrofa siguiente: “De Valdivia aprendí/ que la lluvia existe para recordar/ pequeñas historias,/ porque eso somos nosotros”. Los elementos con los que el poeta entra en interacción y se cristalizan en un verso: el juego serio de bajar las escaleras buscando. Encontrar al ser amado; encontrar al ser amado; la lluvia, siempre inspiradora en la poesía (sobre todo en nuestros poetas nacidos en el sur). Otros elementos del universo poético de este libro: cantantes de jazz que se escuchan en alguna parte, alusiones a poetas como Oliverio Girondo y el querido poeta chileno Rolando Cárdenas, una leyenda de la poesía más bien de culto, la que permanece ajena a los avatares de la fama, de los premios, pero no al reconocimiento de quienes verdaderamente valoran una experiencia poética auténtica, inspiradora, profunda, vasta, para siempre, como lo es la de Rolando Cárdenas, citados por José Paredes: “… me gustaría que estuvieras presente/ con poesía de Oliverio Girondo/ o de Rolando Cárdenas”.

A veces el poema es muy breve, con un gran contenido también con la preocupación por lo social: “Los poetas de mi barrio/ no escriben poesía./ Se las arreglan metafóricamente/ para llevar el pan a sus casa” (“El pan de los versos”). Un texto que acepta varias interpretaciones, en lo personal, señala algo digno de discusión: si se puede ser poeta sin escribir (el tema de la poesía previa al lenguaje o si no existe poesía sin el lenguaje), y de qué manera estos “poetas”, artistas de la vida llevan un pan metafórico a sus hogares, a la comunidad propia. Es lo propio del poeta: llevar su fuego o su pan, y repartirlo.

Este es un libro donde hay variedad de temáticas, como he ido ejemplificando. Temas existenciales, de búsqueda de la paz interior o del vivir. “Y para qué quiero tranquilidad?/ la última vez al encontrarla,/ el tiempo se puso áspero,/ sentí mi vida vuelta humo,/ carne insípida/ y el corazón sumiso/ (“Búsqueda”). Es un libro que hay que leer, escuchando los ecos profundos de la experiencia poética, hacer silencio para escuchar lo que está detrás del follaje, “del otro lado del espejo”. Pero quiero terminar señalando algunas reflexiones de dos poemas que me han parecido de los más destacados: “Mi gato en la ventana” (bello título además) y “Estamos solos”.
En el primero, el objeto poético es un gato al que se le adjudican literariamente pensamientos, sentimientos, deseos, amores. “Mi gato en la ventana/ quiere expresarle al vecino/ la infidelidad de su mujer./ Le gustaría conocer a Belén,/ la gata que después de almuerzo/ lame sus piernas/ justo frente a sus ojos”. Bajo la lluvia el gato reflexiona sobre su cautiverio, sobre lo que diría Sartre sobre la libertad. El gato experimenta como un humano. El gato desde la ventana puede “describir el mundo entero”, “navegar por mares insospechados o desiertos desconocidos” y aunque esté atravesando estados de depresión, siempre la gata Belén le sacará una sonrisa “mientras acaricia sus peludas piernas/ frente a sus ojos”. Está claro que ya al avanzar el poema el gato visto es algo distinto que el animal que conocemos: se ha humanizado, se ha desplegado artísticamente y es el gato y es uno, es el objeto y la metáfora, el gato se ha transformado en una experiencia poética. El gato somos cualquiera de nosotros, cautivos, bajo la lluvia, reflexionando, enamorados. Esa es la poesía: sacar el objeto poético de su dimensión para llevarla a la dimensión trascendente, compleja, transformada; elevado a la dimensión artística.

El segundo poema citado, “Estamos solos”, nos habla de una experiencia de contemplación y transformación de los elementos, nuevamente, con amplitudes o vastedades cósmicas… Una pequeña taza de café se vuelve, se transforma en “El universo” […] que “se expande por inhóspitos confines”. El poeta entonces siente la “omnipresencia divina” allí, en el café contemplado, y continúa observando el mundo de esa pequeña taza de café, sintiendo que nada de lo visto está bajo su control, para concluir que, en definitiva, está solo, que en medio de todo esto, “estamos solos”.
No es la idea explicar un poema, sino comentarlo, compartir lo que ha sido una determinada lectura. Para mí, es la contemplación del poeta –el juego poético de un autor– de un elemento visto mil veces, pero que de pronto se transforma en un objeto distinto; aparecen otras facetas hasta ahí ignoradas, no vistas. La taza de café se convierte en un universo; se profundiza en ese mundo; quizás allí se encuentre lo divino, en ese juego de galaxias que caben en la superficie de la taza de café, y una vez contemplado ese universo, se experimenta el desolador descubrimiento: “estamos solos”; es la gran soledad, o la libertad de saber que estamos solos, y por lo tanto debemos aprender a vivir este mundo de otra manera. Sin Dios, sin los dioses, nosotros hacemos las cosas, nosotros establecemos la forma de vivir en un universo infinito. Aquí la experiencia poética tiende un puente entre la fragilidad y finitud del ser humano, de la pequeña taza de café y lo inconmensurable, el universo del que, sin embargo, no somos ajenos, sino parte de él, reflejados en esa taza de café por medio de la experiencia poética.

Libro, en fin, de un lenguaje directo, claro, en el que confluyen el amor y la reflexión existencial, la música, el jazz, las menciones a otros poetas, compañeros de oficio; libro de nostalgias, de soledad, “Nadie va quedando en Valdivia/ un par de amigos que la soledad consume…”, donde los sentimientos eternos se cristalizan. Y como dice en el prólogo el poeta Carlos Mellado Molina: “Paredes Vera escribe en torno a emociones que brotan mayoritariamente en escenarios urbanos, espacios existenciales, aspiraciones…”, y esos espacios son tallados, esculpidos, cristalizados en los más de cuarenta poemas de este volumen publicado por Editorial Forja, dedicado a los ojos de Antonella, hija del poeta…

No desconocer este dato, en la dedicatoria se ha escrito: “A los ojos de mi hija Antonella”: no se dedica un libro de poesía sino a quien amamos con esa voluntad de eternidad que toda poesía encierra.

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