El estilo de mis matemáticas (2017)
Mauricio Redolés
Lumen
ISBN: 9789568856502
En “My poetic”, Mauricio Redolés anota: “Para mí, poesía es un trazo de memoria en el lenguaje. La poesía no sirve para nada. Es sólo un pequeño e inofensivo ajuste de cuentas entre quien escribe y la palabra”. El estilo de mis matemáticas, antología recientemente editada por Lumen a cargo del poeta Yanko González, reúne el trabajo que Mauricio Redolés publicó desde Notas para una contribución a un estudio materialista sobre los hermosos y horripilantes destellos de la (cabrona) tensa calma, en el exilio del autor en Budapest en 1986, hasta el más reciente Los versos del sub-teniente o Teoría de la luz propia, publicado el 2011 bajo el seudónimo de Marcelo Reyes Khandia. Pero al mismo tiempo –“para dar cuenta de la heterodoxia creativa de Mauricio Redolés”, como bien anota González en el prólogo—, la antología rescata también las lyrics de discos clave como ¿Quién mató a Gaete? (1996) o Química (de la lucha de clases). Discos en donde la poesía tenía su lugar en tracks como “Fulgor y muerte de John Lennon”, “Chaos” o el bellísimo “Bello Barrio”.
En la poesía de Redolés se dan cita la memoria de los años de exilio y el efecto que tiene sobre la lengua, salpicada de anglicismos, topónimos y la extrañeza que produce la extranjería forzada. En “Llamar a Vivian” leemos: “llamo a vivin desde wandsworth road, una / cabina perfumada a orines madrugadores, a decapitaciones / me atiende un tipo en inglés / inquiere sobre mi identidad / Who’s that, segundos después Vivian / (ya se gastó la primera mitad de los 5 peniques) / houla— hola hola como estás—/ Biein y tú? –yo bien bien— / cómo tú ir amsterdam / bien eeeeeeee bien / io no expect tú llama a esta hora / por qué no? / porque tú llamas cinco mañana”.
La importancia de la oralidad, de captar la cadencia de la conversación coloquial, callejera, es otro de los sellos de la escritura del autor. Una búsqueda deliberada de la hibridez que en su música se traduce en probar con registros que van desde la ranchera hasta el tango, pasando por el ragamuffin y la canción de protesta en su versión más tradicional. Un ejemplo, suerte de ars poetica, es el poema/track “No importa”, donde dice: “Hay viejos culiaos que no creen que en un poema se pueda decir ‘viejo culiao’ / no importa oh…! / No importa, si yo lo quiero y usté me quiere // No importa, escuchemos a la mitad de la humanidad que sangra una vez al mes por toda la humanidad / No importa, avivemos la cueca punk (…) Escribamos poemas llenos de groserías y metámonos el espíritu al bolsillo perro”.
La cercanía con poetas como Bertoni aparece no tan solo en la clara influencia de la poesía anglosajona sino también en la búsqueda de pequeñas epifanías cotidianas, materiales en donde el autor ata los cabos sueltos de una memoria en el lugar que se funde la experiencia política, las cuitas de los amores truncos y el desencanto tras el retorno a la democracia. Sírvanos de ejemplo el fraseo de “Los tangolpiando”, que repite en tono elegíaco-irónico “¿cuándo llegará el socialismo?” O “Ropavieja”, que en clave objetivista anota: “Cuando uno deja ropa vieja como trapero, pongamos el caso de un pijama, luego es como trapear con los sueños. O si es la ropa de alguien que se fue de la casa, es como trapear con la ausencia. Y si es tu vieja camisa es como trapear con el recuerdo de ti mismo. Trapear con ropa vieja es trapear con sueños muertos”.
Los poemas de Redolés, sin embargo, buscan también trascender esta esfera mínima para transformarse en un trasunto de la historia reciente del país, dando espacio a voces acalladas por el plomo de la dictadura, a esa tragedia llena de nombres que fueron lanzados al anonimato en escuelas, buques navales y campos de concentración en el desierto. Revisemos, por ejemplo, el bellísimo “Susurro al viento”, donde anota: “yo en la clandestinidad me llamé felipe me llamé marcela / me asesinaron cerca de Melipilla una noche / en que corría un viento helado helado / éramos un montón yo iba callada en un rincón del celular / un chiquillo despertó y le asestaron un fierrazo / yo en la clandestinidad me llamé juan Villagrán / o rolando salcedo”.
El estilo de mis matemáticas vuelve a poner en circulación una obra por donde transitan chistes, voces perdidas, conversaciones anodinas, pero también un autor que intenta explorar todas las posibilidades de la lengua, sus giros coloquiales –en Lea, poema dedicado “a las autoras del silabario Lea, mediante el cual millones de chilenos quedamos semianalfabetos para siempre“, juega: “añoro su moñito dueña mía / y añoro mañoso ñandú roñoso / años añoro ñaja ñaja ñecle y roñosa viña / años añoro mañaneras en paño añejo” o “llanto lla llo no lloro / lleso que llo llevo llalalas / llen llayllay / llaco llantén lliró llora lluvias llenas / llea llea”—. Una obra que, junto con la de Elvira Hernández y Germán Carrasco, poetas antologados anteriormente por el sello, pueden dar atisbos de la forma en que el poema entra en nuestro castellano mestizo. En el caso de Redolés, un repaso entre su propio ajuste de cuentas con la palabra.
UN excelente comentario para la obra de Mauricio Redolés “El estilo de mis matemáticas”. Recata uno de los valores esenciales de esta poesía, la búsqueda de las multiplicidades de formas que tiene la lengua y el habla chilena. Redolés sabe penetrar con una natural y privilegiada intuición en el modo, la esencia y el ethos del pueblo, de lo más sutil y sabio del pueblo. Sus poemas que hablan de la gente y de los barrios se convierten en clásicos. Sin duda, Redolés tiene ese mágico don que convierte en poesía, es decir en pensamiento de resumida profundidad, todo lo que su inspiración toca. Y ¡ojo! también es capaz de introducirse en los insondables abismos de la complejidad humana. Un abrazo para Redolés y un éxito en sus libros.