Reseña remitida por:
Joaquín Pérez A.
La vida privada de los árboles (2007)
Alejandro Zambra (1975-x)
Editorial Anagrama
117 páginas
Precio referencial $8700
“Pero ha preferido quedarse en casa, provocando las goteras del recuerdo”
pág. 101.
En mi descubrimiento personal de la narrativa de Zambra, decidí partir por un título no altamente alabado como sí lo fue en su momento Bonsái. Y de antemano he de afirmar que este escritor chileno tiene el potencial de convertirse en uno de los grandes narradores de prosa de este territorio, por destacarse en una estética nueva y con una prosa cuidada al punto de rozar lo poético.
Lo breve y contundente parece ser la temática que guarda entre ceja y ceja este escritor, ya que en capítulos breves y aparentemente poco alentadores, se esconden matices de una profundidad importante impregnada tanto en los personajes como en sus situaciones comunes y corrientes. En especial el que por momentos apunta a ser el protagonista de esta pequeña novela, Julián, quien siendo en alguna forma la voz de Zambra hacia sus lectores, entrega pistas difusas acerca de los propios personajes y acerca de sus intereses en la forma de escribir. A colación podemos traer la siguiente cita…
A veces la madrugada lo sorprendía barajando retorcidas soluciones para su novela, que no era, con claridad, una novela, sino más bien un libro de recortes o de anotaciones. No quería, en verdad, escribir una novela; simplemente deseaba dar con una zona nebulosa y coherente donde amontonar los recuerdos. Quería meter la memoria en una bolsa y cargar esa bolsa hasta que el peso le estropeara la espalda (pág. 47).
La vida privada de los árboles es justamente una zona nebulosa y coherente de recuerdos, que configurar la identidad de un Julián que se debate a sí mismo sobre su presente.
La historia trata de una pareja —Julián y Verónica— y su hija Daniela (hija sólo de ella), a la que Julián, como siempre y en una noche cualquiera, hace dormir con las historias de los árboles, mientras esperan que Verónica llegue de su taller de dibujo. El problema es que Verónica demora en llegar y como nos dice el narrador en un inicio, “cuando ella regrese la novela se acaba. Pero mientras no regrese el libro continúa. El libro sigue hasta que ella vuelva o hasta que Julián esté seguro de que ya no va a volver” (pág. 16). De ahí en adelante, el libro se vuelve una variada cantidad de historias, todas relacionadas y concatenadas al presente de aquella difusa familia. Por ejemplo, algunas de estas narraciones cuentan cómo la pareja se llega a conocer o el cómo Julián hacía para distraer y tranquilizar a Daniela con la historia de los árboles.
A posterior, el tiempo juega a un limbo entretenido entre lo real, concreto y seguro que es el presente y las posibilidades oscuras y nebulosas que ofrece la mente de Julián sobre su futuro y el de Daniela. Todo aquello otorga una amplitud de ciclo muy interesante por manejar tiempos y espacios no siempre utilizados en la narrativa, especialmente si se juega dentro de la ficción con las conjeturas como posibilidades reales. Como bien lo deja claro el autor ya con sus tres novelas entregadas, lo importante no es precisamente el final de la historia sino el cómo esta está contada.
Y si por contar se trata, La vida privada de los arboles es la consecuencia de lo que hoy se está desarrollando con mucha potencia en la narrativa nacional: la posibilidad de recordar aquello turbio de la época dictatorial. Si bien esta novela no se centra temporalmente en este tiempo, sí podemos apreciar que el ejercicio utilizado por los personajes —y por el mismo Zambra— es el de darles fijación a los pequeños chispazos de recuerdos que no consiguen hilar un todo pero que tampoco carecen de coherencia.
Sintetizando, el método de Zambra con cada nueva narración se va puliendo más en la medida que aborda los espacios que el olvido aún no ha corroído y que, una sociedad como la actual, reclama incluso para con la literatura.