Manifiesto de historiadores (Sergio Grez y Gabriel Salazar)

Reseña enviada por:
Joaquín Pérez

Manifiesto de historiadores (1999)
LOM Ediciones
ISBN: 9562822117
Sergio Grez, Gabriel Salazar (Compiladores)
199 páginas 
Precio referencial: $2.280

De un tiempo a esta parte hemos percibido un recrudecimiento notorio de la tendencia de algunos sectores de la sociedad nacional a  manipular y acomodar la verdad pública sobre el último medio siglo de la historia de Chile, a objeto de justificar determinados hechos, magnificar ciertos resultados y acallar otros; casi siempre con el afán de legitimar algo que difícilmente es legitimable y tornar verdadero u objetivo lo que no lo es, o es sólo la autoimagen de algunos grupos.

 

Estando Pinochet detenido en Londres en 1998, escribió una carta hacia Chile exponiendo “algunas reflexiones venidas a mi mente en estos penosos días, que pueden ayudar a descubrir la verdad y la justicia de la historia que se juzga”, la cual tiene por nombre Carta a los chilenos. En respuesta a ella, once historiadores nacionales redactaron en enero de 1999 el Manifiesto de historiadores, el cual se publicó en el diario La Segunda el día 2 de febrero del mismo año. En este manifiesto, los académicos de distintas universidades respondieron ante dos campos de batalla muy similares: por una parte hicieron frente a las interpretaciones poco rigurosas del general apresado en Inglaterra, y por otro, reinterpretaron la historia que el historiador conservador Gonzalo Vial publicaba en la serie de fascículos del diario La Segunda.
 
     El historiador Gonzalo Vial                                                Augusto Pinochet
A este Manifiesto adhirieron variados intelectuales del mundo de la historiografía, así como también académicos de otras disciplinas, e incluso historiadores norteamericanos que han fijado como campo de estudio el Chile del siglo XX. Por lo tanto, como puede deducirse, el impacto que generó tal discusión historiográfica fue tremendo, y las principales opiniones vertidas al respecto han sido compiladas en este pequeño librito. Por supuesto que las columnas que fueron incluidas son de historiadores que repartieron sus escritos en el amplio espectro de los medios de comunicación, pero todos tienen la particularidad de expresar la funcionalidad que la Historia tiene para la construcción de una memoria, de una identidad y de la configuración que tiene la ciudadanía en seres soberanos capaces de construir su historia.
El debate está centrado básicamente en la interpretación cortoplacista que tiene Pinochet acerca de los hechos que acontecieron en 1973, de la caricatura que realiza él en torno a la Unidad Popular y de los adjetivos despectivos que ocupa para analizar una realidad que merece una ‘reflexión’ mucho más acabada de la que él realizó.
 Los procesos sociales son construcciones de análisis que deben considerarse sin la emocionalidad que la inmediatez representa, y no deben ser objeto de la instrumentalización de ciertos sectores para justificar —y no argumentar— ciertos eventos. ¿Podría un cirujano operar a su propia madre, a su esposa o a su hijo sin el poderoso nervio que puede generar un colapso cualquiera? Claramente que sí, y no hay nada malo en ello y muy probablemente se esté y/o se siga haciendo. La voluntad por querer ser parte de la solución se antepone al nerviosismo que tal empresa puede requerir, pero, a pesar de este juego psicológico puede estar en la cabeza del cirujano, este requiere mantenerse en un estado de armonía que le permita desempeñarse como el profesional que es. Lo mismo ocurre —metafóricamente hablando— con los historiadores que suscriben a este manifiesto, con el propio Gonzalo Vial y el mismísimo Pinochet.

En relación al general fallecido, él sería el mal cirujano que se le colapsa la operación por una mala acción llevada en el quirófano. Habiendo sido protagonista de la acción, no fue en su Carta lo necesariamente somero y equilibrado para realizar un análisis de lo ocurrido. Al leer tal documento uno puede apreciar que considera lo ocurrido en 1973 como un hecho que se hubiera gestado en un par de meses, cuando en realidad —y esto se lo reprochan los once historiadores del Manifiesto— la crisis institucional de 1973 fue un proceso que se vino gestando desde la primera mitad del siglo XIX:
De hecho, la Unidad Popular administró (y precipitó) una crisis que tenía no sólo carácter político sino también, y sobre todo, económico y social, la cual se había larvado cuando menos un siglo antes, lapso en el que la responsabilidad histórica no cabe imputarla ni al marxismo ni a los partidos de centro-izquierda, sino a la longeva rotación e inepcia gubernamental de la élites oligárquicas de este país. Es preciso considerar que las crisis ‘pre-populistas’ de 1851, 1859, 1890-1891, 1907-1908, 1924, 1930-1932 y las crisis desarrollistas de 1943, 1947, 1955, 1962 y 1967-1969 revelan, en conjunto, que el daño estructural causado por un siglo de gobiernos oligárquicos y neo-oligárquicos era de difícil remonte por vías democráticas. (pág. 10-11)
 Esta larga cita muestra una explicación científica respecto a lo acontecido en 1973. Para lo ocurrido con Gonzalo Vial, puede considerarse una diferencia de método en el análisis histórico, al que a los historiadores que firmaron el Manifiestono les fue indiferente por lo que hicieron frente también a él.
     Lo importante de un debate como este, y su rescate por medio de este libro, es que existe el dominio de una interpretación en torno a hechos que históricamente son muy recientes para la memoria nacional. Lo mínimamente aceptable es que tales puntos sean puesto en discusión, que se ofrezca una variedad antes que una sencillez científica, porque lo que menos necesita la historia en nuestro tiempo es que sea simplificada.
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