Clara y confusa
Cynthia Rimsky (Santiago de Chile, 1962)
Editorial Anagrama
ISBN 978-84-339-2754-5
168 páginas
El resultado del último Premio Herralde de Novela causó mucho entusiasmo entre algunos lectores, pues recayó en la escritora chileno-argentina Cynthia Rimsky, autora de novelas como Poste Restante, La revolución a dedo y Yomurí, entre otras. Clara y Confusa es el título de la novela que compartió el galardón con la obra Los hechos de Key Biscayne de la escritora española Xita Rubert.
El Premio Herralde de Novela es un galardón literario concedido por la Editorial Anagrama, de España, a una novela inédita en idioma español.
Creado en 1983, toma su nombre de Jorge Herralde, fundador y propietario de la editorial. Al menos desde 2006 y hasta 2021, el premio consistía en 18.000 euros y publicación para la novela ganadora. A partir del 2022 la dotación del premio se elevó a 25000 euros. Se falla el primero de noviembre de cada año.
Antes de Clara y Confusa, la última novela chilena en ganar este premio fue Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, en 1998.
La novela ya está en librerías chilenas y tuve la suerte de conseguir un ejemplar para escribir una reseña. Aquí va:
Un libro de Cynthia siempre es un misterio. A pesar de su trayectoria, las decisiones autorales no permiten que su estilo se encasille en un solo concepto. Cada novela trae sus propios temas y estilos. En el caso de Clara y Confusa nos encontramos frente a una obra literaria que utiliza un modelo narrativo certero, es decir, una separación de tres partes: cinco años, cinco días y cinco horas, en la que se nos presenta una historia de amor entre un plomero y una artista visual llamada Clara.
El narrador es un hombre que se convierte en plomero tras la muerte de Ovidio, su maestro en el oficio. El hilo principal de la novela se desarrolla a través de la voz y los ojos de este personaje. Con el pasar de los capítulos, la narración se bifurca: por una parte, corre la historia de amor y por otra, corre la trama de corrupción que se vive en el gremio de los plomeros al que este aprendiz recientemente ha ingresado.
La línea narrativa con Clara tiene momentos estéticos bastante significativos, como cuando la artista plástica, apesadumbrada porque nadie había asistido a su exposición, descuelga su obra, contempla el espacio vacío, sube a una escalerilla y se cuelga a ella misma del tornillo en que estaba colgado su cuadro. El plomero contempla la escena con un profundo sentimiento de piedad, pero finalmente continúa su camino y sigue para adelante. El destino hará que ambos vuelvan a cruzarse, ya que el pueblo en el que viven corresponde a una zona semirrural de las afueras de Buenos Aires donde parece que la mayoría de las personas se conocen.
Como en la escena anterior, el narrador observa y vive diversas situaciones por el estilo, con una gran carga estética y visual que vuelven muy amena a la lectura. Además, es muy acertada la decisión de construir un narrador que no es para nada docto ni erudito, sino más bien impaciente, entrometido y hasta un poco vulgar, aunque con una gran capacidad reflexiva, algo así como los héroes de las novelas de Roberto Arlt o Manuel Rojas, pero insertos en el mundo del capitalismo tardío.
El romance entre el plomero y Clara plantea una situación que es hermosa, pero que es terrible a la vez y que cruza a todos los tipos de relación. Me refiero a la sensación de no saber si el otro me quiere o no me quiere tanto como yo. Esta sensación de inseguridad, de indecisión y de torpeza que todos alguna vez hemos vivido, es también vinculada con otras formas de relación social: el gremio de plomeros y el mundo de los artistas.
En el caso del gremio de plomeros, el narrador se encuentra con que los trabajadores se quejan mucho de la corrupción, pero no hacen nada para combatirla. Hay una capacidad de chisme impresionante. Todo se sabe a través de verdades a medias o mal contadas. Los personajes viven cada uno con su propia motivación y perspectiva, incluso los personajes secundarios, que son numerosos y carismáticos.
En el caso de los artistas es peor, porque todo depende de personalidades, contactos y administraciones mal enfocadas que lo único que hacen es centrarse en el consumo más que en la cultura. Otra medianía.
El narrador cuenta, a través de una anécdota bastante significativa, cómo le discutió a un conferencista que fue al pueblo de Parera a dar una charla sobre Naturaleza y Progreso.
El conferencista enaltecía a los eventos folclóricos que se dan en algunos pueblos de provincia, como la fiesta del mondongo, de la galleta de campo, de la sopaipilla pasada, mientras que el narrador le plantea una propuesta irónica que reflejaría mejor el “espíritu” de los pueblos de provincia:
“Tres de la tarde, ni un alma en las calles, los vecinos en sus camas, en el sofá, en las mecedoras. Llegan los visitantes y, en vez de los comerciantes y sus chucherías, los bailes folklóricos, las chacareras, los sándwiches de bondiola, el olor a papa frita, encuentran reposares, cientos de reposeras dispuestas a la sombra para tomar una larga siesta.”
El conferencista no le hace caso y el narrador dice que hubo un silencio en la sala y que sintió que estaba haciendo el ridículo, pero lo que cuenta en esa anécdota encierra una crítica bastante importante hacia la noción de “identidad territorial” que se maneja dentro de los poderes fácticos, que siempre está tratando de disolver a la cultura en el mercado y viceversa.
Esta y otras discusiones sobre la noción de arte, cultura, territorio y mercado podrían estudiarse dentro de la novela, pero la historia no otorga ningún espacio a las certezas, sino que prefiere mantenerse dentro del espacio liminal de las preguntas y las dudas.
En general, el título que escogió la autora es perfecto, no porque la novela sea Clara y confusa o sea mitad fácil de leer, mitad difícil de leer, como he leído por ahí, sino porque la novela es un conjunto de representaciones de la antítesis; un par de ideas que se enfrentan, pero que, en cuyo enfrentamiento, muestran una idea nueva.
La idea planteada, en este caso, me pareció que era construir una representación cómica, a través de una narración central con algunos hilos adyacentes, que hiciera visibles las luces y las sombras que surgen dentro de un contexto burocrático.
Dichos contextos pueden ir desde las “restricciones” que pone Clara al aprendiz de plomero que busca acercarse amorosamente a ella, es decir, una especie de “burocracia relacional”. También es posible observar el laberíntico camino de los fondos estatales que se filtran a través de gremios que existen más por “tradición” que por eficacia. Además de los conflictos planteados dentro del siempre complejo mundo del arte, la crítica, la recepción y los fondos de cultura en la trama de Clara y su némesis, la crítica de arte, Renata Walas. Todo esto envuelto en una historia de amor que avanza un paso a la vez que retrocede dos, manteniendo al narrador personaje en un perpetuo estado de inmovilidad, tal como a veces nos encontramos todos.
En fin, Clara y confusa es una novela formidable, tal vez lo mejor que he leído de la autora hasta el momento. Ahora concuerdo con otros lectores que han insistido en el reconocimiento de la autora como una de las grandes exponentes de la narrativa de nuestro país. Aunque no sé bien dónde encasillarla, si en Chile o en Argentina, tal como ocurría con Roberto Bolaño y México y España. Sin embargo, al final de cuentas esto no importa para nada, y la obra de Cynthia Rimsky es, finalmente, un triunfo para las letras hispanoamericanas. Vaticino futuros reconocimientos para la trayectoria de esta gran autora, tales como el Manuel Rojas y, ¿por qué no? El Nacional de Literatura, al menos. De todas formas, creo que esto a ella la tiene sin cuidado, quien, durante sus entrevistas siempre ha demostrado una gran humildad respecto a su obra y a su oficio como escritora.