Dios duerme en la piedra (Mike Wilson)

Dios duerme en la piedra (2023)

Mike Wilson (1974)

Fiordo editorial

ISBN: 978-987-4178-77-0

120 páginas

 

Dios duerme en la piedra es un relato que comienza sin explicaciones. El narrador sigue a un hombre que viaja hacia el norte, siempre por caminos desiertos, inhóspitos. Avanza solitario, montado a caballo, muy a la manera de La carretera (2006) de Cormac McCarthy, asesinando a muchos, evitando a otros tantos. No hay una explicación última de los motivos que hacen que este hombre se desplace. Por el contrario, solo podemos apreciar, por medio de la narración, que el mundo se ha vuelto un lugar peligroso, donde siempre acecha la muerte, en que no existe nada que se parezca a la civilización, sino que estamos en un lugar aparentemente posapocalíptico, donde solo es posible pervivir por medio de la violencia. El pasado, ese que contiene nuestro mundo actual, es apenas el esbozo del recuerdo en este hombre sin nombre:

“Cruza el prado a paso lento, piensa en cómo fue todo antes, cuenta los días, se acuerda de sus rostros, sus voces, pequeñas manos en la suya, ellos riéndose mientras jugaban a las orillas del lago, la caída del sol, cómo corrían en la pradera persiguiendo luciérnagas, la lectura del mismo libro todas las noches. Siempre pedían el último cuento y siempre se dormían antes de que les leyera la última línea” (página 36)

 

Dios duerme en la piedra existe en una relación conflictiva con la tecnología. Aparentemente la mayoría de las cosas han dejado de funcionar, aunque las armas vuelven a tener una relevancia análoga a los Western. El mismo protagonista recuerda antiguas máquinas colosales, “el bramido de sus motores con bocanadas blancas y aliento negro” y “se acuerda de haber pensado que algo así no debería existir, que algo se estaba violando, que aquellas vísceras de metal no pertenecían al orden natural de las cosas” (página 63), como si allí hubiera una clave de interpretación posible por el colapso del mundo. Ese colapso, que solo adivinamos que ocurrió en algún tiempo pasado pero no presenciamos ni nos es relatado, ha dado paso a la muerte de la humanidad, a la existencia de sectas religiosas, a la reinvención del mundo.

En Dios duerme en la piedra, Wilson arroja al lector al espacio de la extrañeza, en un mundo sin explicaciones para el estado actual de las cosas y ni siquiera una explicación de por qué su protagonista viaja, en lugar de detenerse. Subyace a momentos, tal como en Némesis, un cierto terror cósmico, de algo que ha venido de afuera, una inmensidad a la que el hombre debe enfrentarse pero que es superior a él. Hay también, tal como en Némesis, un cierto terror religioso, sin embargo, en esta ocasión el autor no parece querer explicar el origen, sino que únicamente efectúa un desplazamiento hacia el fin. Como si esa pregunta de la existencia conllevara, inevitablemente su revés, su pregunta por la persistencia y, por ende, por el fin de todo. Y si hay un fin, a su vez, por la futilidad de todo, empezando por la futilidad del hombre.

Wilson escribe como si quisiera responder una pregunta fundamental, la pregunta sobre El fin de los tiempos, en su sentido más bíblico, en que el protagonista sin nombre, una suerte de Abadón (el ángel del abismo en la biblia, el mismo que según la biblia detenta las llaves del abismo), camina antecediendo una plaga de langostas, con la que se da inicio al fin de todo

G. Soto A.

Cofundador y administrador de Loqueleímos.com. Autor de "Liquidar al adversario" (2019, Libros de Mentira).

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