La próxima vez que te vea, te mato (2025)
Paulina Flores (1988)
Editorial Anagrama
ISBN 978-84-339-2967-9
200 páginas
La saturación de los signos
La exuberancia interior de la narradora, la frenética búsqueda de respuestas sobre asuntos como el amor o la identidad es lo que caracteriza la escritura de la más reciente novela de Paulina Flores, La próxima vez que te vea, te mato. Narrada en in extrema res, pero sin anunciar el vuelco del final, lo que predomina aquí es el mundo interior de la protagonista: la interpretación de los hechos, las elucubraciones mundanas y las reflexiones con arreglo a sus dudas e inseguridades. Que Javiera (la protagonista) sea una chilena en España, poco importa; su mirada sobre las ciudades que recorre, sobre las nuevas personas que conoce, podrían aplicar a cualquier capital ubicada en el occidente; sus peripecias, apenas se alejan de la experiencia de cualquier universitario capitalino nacido en provincia. Aquí lo que importa es la idea que quiere ensayar, el centro de su escritura: la experiencia del “amor libre”.
Esa búsqueda lo fagocita todo. Cada encuentro, cada situación nueva que enfrenta, redunda en alguna reflexión que la protagonista (y narradora) ejecuta sobre este asunto. Pocas veces la novela se aleja de ese punto centrífugo. Y cuando lo hace, prontamente vuelve a su centro. Con toda propiedad, La próxima vez que te vea es una novela psicológica: los hechos de la realidad (la realidad en la ficción) se justifican por el impacto que tienen en el mundo interior de la protagonista, por la posibilidad de recorrer los vericuetos de la psique del personaje, no por la imitación o ruptura que el texto persiga (instrumentalizando los hechos) respecto a lo real.
En el siglo XXI, las denominadas “literaturas del yo” han integrado, con frecuencia, características de dos tipos de novelas que no siempre estuvieron unidas: la novela psicológica y la novela-tesis. Si la novela psicológica tuvo su mayor desarrollo en la primera mitad del siglo XX, causa y consecuencia del psicoanálisis (y cuyos procedimientos narrativos, como el monólogo interior, popularizó hasta el punto que al día de hoy están completamente interiorizados en los escritores), la novela-tesis existe, más o menos, desde la aparición del realismo en Europa. Las denominadas literaturas del yo, en este siglo, beben a menudo de estas dos aguas. Si de la novela psicológica extraerán ese intrincado y sinuoso mundo interior, en el que los hechos importan por lo que posibilitan en la psique del personaje, de la novela-tesis tomarán el desarrollo de una idea (idea que viene desde fuera del texto) para “ensayarla” o demostrarla en la obra literaria.
La próxima vez puede ser ubicada en este tipo de literaturas del yo. La profusión de interpretaciones y reflexiones de la narradora-protagonista (signo de la complejidad psíquica de la misma) se integra armoniosamente con una idea (externa a la obra) sobre el amor, que intentará ser desarrollada lo largo de la novela, pero que, a causa de esto mismo, no es capaz de alejarse a lo ya pensado por la opinión dominante en el espacio social que representan los personajes. Por eso, aunque no lo diga y nada lo anuncie, antes de que la protagonista se involucre sexualmente con Manuel, el chico poliamoroso proveniente del Perú, podemos adivinar desde ya que la relación fracasará: ya sabemos que ella sucumbirá a los celos y que él, al final, la dejará. Pero ¿por qué sabemos esto? Como decíamos, la temática a plantear en el texto (su costado de “novela-tesis”) pertenece a los discursos sociales ampliamente tipificados en el mundo simbólico que los personajes representan (un mundo de jóvenes aspiracionales, universitarios y con un capital cultural aceptable). Las complejidades, los avatares y las contradicciones del amor libre que expone la novela son un asunto conocido por quienes practican y frecuentan ciertos espacios donde ese tipo de discursos son parte de sus prácticas culturales. Es así que, los personajes de La próxima vez, funcionan como ratones de laboratorio, al servicio de un experimento de resultados bastante predecibles, pues si no fuera así (es decir, si Javiera, la protagonista de la novela, triunfara en su idea de amor libre, un amor anticapitalista y completamente liberado de cadenas), el texto se transformaría en un panfleto ideológico de un estándar moral insoportable. A fin de cuentas, en este tipo de novelas, ocurre lo uno o lo otro: o la novela se dedica a confirmar lo que ya sabemos, o se transforma en un panfleto ideológico intragable.
Su costado de novela psicológica, por su parte, adquiere la forma de su escritura. Es decir: sólo mediante la transición de ideas, asociaciones y reflexiones que ejecuta la narradora, podemos identificar cómo la protagonista piensa, cómo los hechos de la vida real (la vida real en la ficción) impactan en su psique. Encontramos entonces un mundo interior atolondrado, incapaz de desarrollar bien las ideas. La narradora pareciera tener un talento especial por dejar toda reflexión a medio camino, distrayéndose con cuánta referencia a la cultura pop encuentra. Esto no sería un problema si la distracción fuese parte de su propuesta estética. Sin embargo, sabemos que no es así, puesto que su costado novela-tesis se sostiene, en alguna medida, por la robustez reflexiva de la idea externa que quiere ensayar en la novela.
En su búsqueda desesperada por mostrarse profunda, la narradora va de una reflexión a otra. En ese tránsito, ejecutado con transiciones bruscas y sin mucha fluidez, encontramos frases inteligentes (dignas de subrayar), chistes estilo redes sociales y muchas alusiones a la cultura pop. Si la temática de la novela ya está saturada por la opinión dominante del espacio social que representan los personajes, las referencias a la cultura pop densifican aún más el contenido de la novela. Densidad, claro está, que no viene de la profundidad del texto o de la profundidad del uso del lenguaje, si no de la saturación de los signos que se presentan en la novela. La escritura pop es así: la referencia a los productos de cultura mainstream suponen un conocimiento previo de los lectores. Cuando un significante de este estilo aparece (por ejemplo, una canción de Bad Bunny), el significado ya está previamente saturado, casi cerrado, por lo que se espera que el lector, al toparse con la referencia, ya sepa de qué se está hablando. El encuentro entre una temática externa ya conocida, y una escritura cuya base descansa en significantes saturados de sentido en la vida social, producen una novela que cierra todos los sentidos posibles, más que generar apertura.
“Obstinarse es afirmar lo irreductible de la literatura, lo que resiste y sobrevive a los discursos tipificados que la rodean: las filosofías, las psicologías, las ciencias”, escribió Roland Barthes. ¿Cuántas de estas historias, parecidas a la desarrollada en la novela, escuchamos a diario? Los lugares cambian, los personajes varían, algunas situaciones se salen de lo común, pero lo esencial en La próxima vez que te vea, te mato es que todo en ella es el trasvase de ciertos discursos que circulan en la vida social que representan sus personajes, y que hacen de la novela un objeto concreto de lo que permanece en los imaginarios tipificados. Su correcta solidificación.