Habitaciones parcialmente destruidas (Nicolás Letelier Saelzer)

Habitaciones parcialmente destruidas

Nicolás Letelier Saelzer

Editorial Aparte, 2023

40 páginas

 

Repetición y tristeza: Habitaciones parcialmente destruidas, de Nicolás Letelier
por Juan Pablo Pereira

 

La tensión entre el cariño y el desprecio por el lugar del que y desde el que se escribe: ahí (mal) conviven la precisa conciencia de lo horrible de la estructura de la que se es parte y engranaje con el nebuloso, semiacogedor afecto por la habitación y soldada que dicho estrato provee, a cambio de adecuación, aquiescencia, un poco de humor; se aceptan quejas si no se sube el tono.

Esa tensión no es tanto un rasgo de la poesía chilena como de un sector de lo chileno, poético a veces, cuando se mira en el espejo deformado del poema: a veces triste, muchas veces agudo, a ratos rebelde y siempre burgués, atrapado en lo político por rehuirlo desde el ingenio más o menos agotado; es decir, corrosivo, incómodo, a veces eficaz pero sucesivas veces no. Habitaciones rotas, derruidas, parcialmente destruidas: habitaciones erectas, persistentes.

Así, no es raro que no haya aproximación tranquila, satisfecha al lugar en este libro. El lugar es trampa, casa, intemperie y refugio en este libro. El lugar, tan cerrado como abierto, con un poeta al centro, provoca en el poeta este libro. Permítaseme la arbitrariedad de partir desde ahí.

Letelier es un escritor inteligente y a veces articulado, que ya desde sus bellos epígrafes esboza una poética crítica de la burguesía que se le resista desde dentro. Para eso, procede al examen de su quiebre ético y estético. Por eso quizá resulta acertada la elección de referencias arquitectónicas, siendo quizá la arquitectura donde mejor se refleje –siendo incluso inevitable – las aristas éticas y estéticas de una decisión de factura por sobre otra. Es una opción valerosa que no garantiza ningún resultado. Porque desgraciadamente –no necesariamente para Letelier, y al contrario de lo que parecen creer algunos poetas que ya no son jóvenes– la poesía, burguesa o revolucionaria, es un arte del resultado –burgués o revolucionario– sin premios al esfuerzo.

Letelier explora con agudeza las posibilidades que se abren a un hablante atrincherado en su departamento con candado doble, explorando a veces sus semihostiles, vulgares alrededores; culto, pero a la intemperie, habitando entre la música docta que intenta oír(se) y que no contrarresta la rítmica, semitropical vulgaridad del exterior que una habitación parcialmente destruida no logra mantener fuera, en su porosidad.

Esa habitación parcialmente destruida está habitada por un hablante parcialmente comprometido, parcialmente reaccionario y parcialmente dispuesto a entender. Esto se traduce en una oscilación tanto de temas como tonos que impide (con salvedades) la acumulación de sentido, pero preserva al emisor, que queda incólume –no entero, que no estuvo quizá nunca–, pero también corta la posibilidad de una poética que escape de la socarronería barrial, del hastío desdeñoso que malogra varios de los poemas de este libro.

Letelier intenta esa justicia equidistante, liberal si se quiere, en que se erige por encima de toda arbitrariedad salvo la suya, en la que se tantea, pero se distancia de cada cosa a través de su desgrane dicotómico: esto es lindo pero nazi, esto vivo pero vulgar, esto hermoso pero roto, eres bella y estamos borrachos, etc. La larga tradición de circunspección escéptica del poeta, a veces limpiamente ejecutada (¿qué otra excusa le queda?), usualmente conservadora, requiere una evocación de sentidos posibles que no sean sólo fastidio estetizante ni toneladas de sentido común, sino, ojalá, un desplazamiento de ese sentido, común o no, hacia exploraciones de y desde el lenguaje, nuevas o al menos frescas.

Las mejores partes del libro de Letelier son las que emprenden ese ejercicio; no es coincidencia que el abordaje de Matta-Clark extraiga lo mejor de las herramientas de Letelier, dando una bella analogía de dicha (des)trucción, por ejemplo, en el poema homónimo, “Habitaciones…” o “Hermoso como una bestia que brilla” y, parcialmente, “De la clase media media”, este último básicamente desfigurado por los editores, a quienes de paso no cabe felicitar por el trabajo desplegado en este libro. Es cuando Letelier echa mano a una especie de corriente no del todo sintáctica pero claramente bajo control, arrojando alusiones sucesivas y espontáneas que parecen representar un flujo de sentido y sentimientos que sí acumulan un collage de imágenes de lo derruido, pero resultan susceptibles de reconstituir algo —es ahí que nos encontramos con una trascendencia de la mera molestia enfurruñada del derrotado, un rendimiento más allá de su incapacidad de salir de su lugar en el burgo amurallado.

Son estos poemas –no “Nueva Braunau”, no ese fragmento sobre Haeckel, no ese tan amable que remata en “los lesos de turno”– los que insinúan que la salida, esa rendija en la habitación, no pasa por el gesto inteligente sino por una especie de paciencia, sensorial y dedicada, tan destructora como fértil; quizá, para sorpresa de cínicos y atrincherados, levemente revolucionaria, como escribir un poema o trizar un muro. En tanto, este libro logra lo suficiente para ser legible, pero no lo requerido como para volverse necesario. Va a encontrar a sus lectores, los que sospecho están supeditados a compartir su implícita declaración de principios. Quizá en su estoico desencanto fuera ese siempre el intento.

 

Juan Pablo Pereira G. (Santiago, 1978) es poeta y traductor. Escribió Blácbuc (2010) y tradujo  Definición Hermética, de H.D. (Overol, 2017). Ha escrito reseñas y críticas en diversos medios digitales y físicos, así como diversos prólogos y presentaciones de poesía chilena. Actualmente trabaja en traducciones de W.S. Merwin, Paul Blackburn y Alexander Pope entre otros.

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