Italia 90
Juan Manuel Silva (1982)
Banda Propia (2021)
ISBN 978-956-6088-08-0
123 páginas
Juan Manuel Silva escribe una novela a partir de la revisión del álbum de láminas coleccionables “Italia 90”, uno de aquellos álbumes futboleros de los años noventa, época en que este tipo de objetos era el vicio de los niños, en un momento previo al estallido del internet y que todo este tipo de juegos dejaran de tener sentido, al menos de la manera en que lo tenían.
Silva construye retazos de historias, vagancias de niñez y juventud, la vida de ciertos barrios y calles, los videojuegos en locales ya casi extintos, borracheras juveniles, el ir y venir entre Chile y Argentina siendo un poco de ambos lados, y siendo también un poco de ninguno, retazos de historias en los que juega con las palabras, las hace rimar, las transforma, busca su sonoridad, busca su lado humorístico. Silva es —no lo esconde sino que lo usa— un poeta que ha echado un vistazo al mundo de la narrativa y, desde ahí, crea un volumen que sobre todo compone una atmósfera.
“Doctos volúmenes, revistas, algunos con las hojas pegadas, otros rotos, comidos por las ratas, por las lauchas, por los guarenes. Qué es eso, parecían preguntar. Progreso, a otro perro con ese hueso. Cambian los payasos, pero el circo sigue. El de las Montini, la Pilar o la Camila. Ellas sí que la hacían, lo había visto, se la pasaban en eso, en la misma, sin la influencia de la chupeta o la mandanga, lo que afloja el mandinga al sacudirse la cabeza: caspa, como si las aspas de un molino te dieran en el centro del cráneo. A calato. A veces en las juegas, en las juergas, de los chamacos, de las peucas”. (página 29)
Italia 90 es una novela que desde su título podría intentar encasillarse en la ya desgastada autoficción, que por años nos dio a los lectores tantos libros tan parecidos unos a otros, hasta provocar el aburrimiento, sin embargo, su estructura y juego con las palabras hace que el foco no esté puesto en cuánto hay de biográfico, que en este caso pierde importancia, sino que en cómo funcionan esos juegos y esa estructura que convoca hacia el pasado.
Hay algo curioso en este punto. Silva, en una entrevista en esta misma web, señala haber construido este libro a partir de una serie de “relatos subsidiarios orales”. Se entiende su punto respecto a la oralidad, pero nos parece que tal oralidad no existe realmente en Italia 90. Hay, sí, un efecto acumulativo en el uso de cierta jerga tanto chilena como argentina. Dicho efecto acumulativo no produce la sensación de oralidad, por el contrario, produce una sensación lúdica, a veces muy bien conseguida, otras fallida; no obstante, el juego, el trabajo con el lenguaje llevándolo más allá de su sentido primero siempre está. No hay, a nuestro entender, jamás una imitación del habla, sino que develan, más bien, al poeta jugando con sus recursos, modelando la atmósfera nostálgica del mismo modo en que su álbum “Italia 90” hace de activador del recuerdo, cual magdalena de Proust.
“Me contaron la otra vez que los exiliados tenían un juego para cuando se juntaban a tomar: ¿puedes acordarte del recorrido completo de la micro que te llevaba a tu casa? La mayoría aceptaba el desafío, sumándole una detallada descripción del espacio —un día soleado, de preferencia— recorrido: calles, semáforos, rotondas, vueltas y al final el tramo que se degusta a pie, los olores que despide la verdura y al final el antejardín. Siempre en el antejardín se ponían a llorar, me dijo mi amigo Bilardo, el fecundo en ardides” (página 93).
Sería un error intentar leer Italia 90 como una novela lineal, cronológica, esperando una estructura conocida, un lugar cómodo desde donde asentarse, un recorrido estable que lleve de un principio a un final conclusivo, que cierre. Probablemente decepcione si se la obliga a ser lo que no es. Sin embargo, si se le permite desarrollar el ambiente que recrea a través no de imágenes sino que del uso del lenguaje, cierta nostalgia, incluso su jugueteo constante con el habla, será una novela que se deje leer con gusto. Hay libros que no están hechos con la ambición de ser el bestseller, ni el batacazo del año. Son, por el contrario, pequeñas construcciones que se encierran en sí mismas y que funcionan bajo sus propias reglas. Italia 90 va en esa dirección.