Polvo de ladrillo (Andrés Urzúa de la Sotta)

Polvo de ladrillo (2019)

Andrés Urzúa de la Sotta (​1982)

Libros del Pez Espiral

ISBN: 978-956-9147-96-2

96 páginas

 Reseña enviada por Tomás Morales

 

Tiza y arcilla: una página en blanco

El deportista nacional con el éxito tiende a derivar en dos caminos: figura pública o entrenador secreto. Algunos seleccionados nacionales de fútbol fueron superados por su ego después de obtener contratos millonarios en Europa. Fernando González y Nicolás Massú son medallistas olímpicos y la mejor dupla del equipo de Copa Davis chileno y, sin embargo, ambos prefirieron seguir como entrenadores en su retiro. Podría decirse que fueron la excepción a la regla de la derrota constante del tenis chileno, como lo demuestra el más reciente libro de Andrés Urzúa de la Sotta, Polvo de ladrillo (2019, Pez Espiral)

El formato físico entrega un punto de entrada peculiar. Además de la forma rectangular que simula un ladrillo, junto al rojo y blanco de una cancha de arcilla, destaca la solapa del autor con sus datos biográficos como las estadísticas de un jugador profesional en una transmisión de ESPN o la pantalla de selección de un videojuego. Su estructura interna no se queda atrás en su peculiaridad: se intercalan breves poemas con relatos sobre el Club de Tenis de Limache, el incidente de la serbia Mónica Seles en 1993 (ganadora de 8 Grand Slams antes de cumplir la mayoría de edad), la historia de Anita Lizana (primera mujer latinoamericana en ganar el abierto de Estados Unidos en 1937), recortes de prensa del accidente ferroviario de Queronque en 1986, y breves fragmentos sobre la mantención adecuada de una cancha de arcilla. Imágenes y relatos que confluyen de manera natural, a pesar de sus diferencias.

Más que erigirse como voz autoritaria de la derrota (al modo de un posible reportaje dramático de Canal 13 sobre un club de tenis en decadencia), Andrés Urzúa indaga en las historias que cada personaje y sitio tiene que contar. Incluso hay pequeños cuadros en movimiento en apariencia ajenos a lo que ocurre en la cancha que preceden cada set. Como el camarógrafo que pone el lente frente a un miembro del público metiéndose el dedo en la nariz después de una pausa comercial:

 

Con sus raquetas

los niños

revientan tomates.

 

La pulpa

se expande

en la pared del frontón

David Foster Wallace escribe en su ensayo Federer, en cuerpo y en lo otro[1]: “La belleza no es la meta de los deportes de competición, y sin embargo los deportes de élite son un vehículo perfecto para la expresión de la belleza humana (…) La belleza humana de la que hablamos aquí es de un tipo muy concreto; se puede llamar belleza cinética. Su poder y su atractivo son universales. No tiene nada que ver ni con el sexo ni con las normas culturales. Con lo que tiene que ver en realidad es con la reconciliación de los seres humanos con el hecho de tener cuerpo”. Los poemas no son extraños a esta tesis:

A veces -cuando me tienen

contra las cuerdas-

 

me gusta refugiarme

en el silencio del servicio.

 

Dejar que el tiempo fluya

sobre la superficie de la arcilla.

 

Sentir cada golpe

de la pelota

 

como si fuera un mantra

o el sonido imaginario

 

de un mandala

 

El silencio que transcurre entre una volea, un globito o un revés y el impacto de la raqueta. El control de brazos y piernas como artefactos que se mueven por una voluntad ajena. La imposibilidad de separar cuerpo y mente en la cancha debido a las vallas y letreros que impiden el paso. Espectros de Queronque. El deporte y la poesía como una manera de alargar la duración de un chispazo que genera movimiento: un golpe que atraviesa diagonalmente la cancha y logra entrar apenas en la línea, un momento de breve dominio sobre el cuerpo y la superación de sus límites. Aunque los empresarios delimiten el campo de juego sin jamás pisar la arcilla ni sudar una sola gota.

[1]     El tenis como experiencia religiosa. Random House Mondadori, 2016.

Lo que leímos

Publicado por el equipo de Loqueleímos.com

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