La embriaguez de Noé (2016)
Juan Carlos Cortázar (1964)
Luna de Sangre Ediciones
ISBN: 978-956-362-641-4
119 páginas
La embriaguez de Noé es un libro conformado por dos cuentos largos o nouvelles; la primera titula el conjunto, la segunda se llama Animales peligrosos.
En La embriaguez de Noé, el primer relato, el día en que el protagonista cumple cincuenta años decide dedicarse a la prostitución. El relato comienza de golpe sobre esa premisa y nos informa, de plano en sus primeras líneas que “El día en que cumplió cincuenta años, Cristián decidió hacerse prostituto.” Pero eso no es todo, parte esencial del plan es el hecho de que quiere hacerse prostituto exclusivamente para hombres mayores. Relatado por Juanfra, actual amigo y antigua pareja de Cristián, la historia se adentra en las preguntas obvias, en todos los «por qué» que caben luego de una decisión tan radical como la de un hombre maduro declarando que se convertirá en prostituto.
Los dos personajes que conducen el relato son homosexuales, sin falseos, imposturas o disfraces. Son simplemente homosexuales, como podrían ser chilenos, peruanos, argentinos, bajos o altos; pero al mismo tiempo lo son sin desconocer ciertas dificultades o riesgos a los que se exponen por ser gays en Chile. Por ende, estos personajes y su sexualidad no resultan baladí, ni la mirada sobre ellos es ingenua. Pero la temática de La embriaguez de Noé no se agota en el mundo homosexual, sino que emerge de la indagación de los motivos de Cristián, en cada una de las reuniones entre él y el narrador, y en cada una de las escenas en que vemos cómo este último intenta hacer desistir a Cristián de su decisión.
El título, La embriaguez de Noé, evoca la escena bíblica y principalmente su representación por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. En ella Noé aparece desnudo, ya viejo, ebrio, arrojado sobre el suelo con sus genitales a la vista. Cam, uno de sus hijos, se burla de su desnudez, de sus genitales ancianos. Sus otros dos hijos intentan cubrirlo —cubrir sus vergüenzas— o simplemente no miran. La lectura que Cristián, el personaje principal del relato, hace de dicha escena bíblica se relaciona con la vejez, con la vergüenza del cuerpo al envejecer, en contraste con la desnudez masculina juvenil de los hijos, todavía hermosos en comparación con Noé. A través de ese raciocinio de Cristián, busca ser deseado por otros hombres mucho mayores que él, como una forma de cambiar el punto de vista, volver a ser deseado en su desnudez, por una especie de juventud a los cincuenta años (desde la mirada de otros hombres ya mucho mayores), imposibilitar así que, en su yacer desnudo, tal como Noé, quepa algún tipo de vergüenza.
Yo no iba mucho, y no porque no me gustara, sino porque me di cuenta de que yendo poco, cuando por fin aparecía con mis veintitantos años, los tipos me notaban desde que entraba. Era carne nueva. ¿Cómo? Sí cachas, Juanfra, hablo de lo rico que es entrar y que los demás se desentiendan unos segundos de la conversación que están teniendo, que hagan una pausa para voltear como quien no quiere y mirar al que ha entrado, y el que llega pone cara de yo-ni-cuenta-me-doy, hincha brazos y pecho, saca espalda, ¿no? (páginas 53, 54)
Es, visto así, una subversión al orden, un intento de doblarle la mano a la naturalización del concepto de que la juventud es igual a belleza. Es una forma de quebrar con esta férrea idea cultural.
Animales peligrosos, por su parte, es un relato que funciona más bien como una única escena. Consiste en el asesinato de una pareja de sacerdotes homosexuales, concertado por las mismas víctimas. La historia es desenmadejada en la oficina de otro sacerdote, quien conoció de cerca y sabía de la relación amorosa de los presbíteros. Uno de ellos tenía Sida y ante la posibilidad de deshonrar a su familia, a su oficio religioso y a todo en lo que él creía, prefiere buscar una alternativa antes de que su condición sea conocida. Siendo un sacerdote, tampoco le es posible suicidarse sin hacer caer el peso sobre su familia. Se trata de una historia de una belleza compleja, un juego del callejón sin salida, del que el autor los hace emerger de un modo muy poco convencional. Y, sin embargo, a pesar de que este relato tiende a la caricaturización de algunos de sus personajes, logra zafar bien parado gracias a la originalidad de su planteamiento y al cariño con que el autor trata la desdicha de ambos sacerdotes.
En suma, ambos relatos, sin caer en discursos facilistas, irrumpe en las convenciones, logra con éxito, especialmente en el primer relato, plantear una situación institucionalizada en la sociedad y subvertirla a través del actuar de sus personajes, y no desde el narrador, no poniendo un discurso del autor en la boca de uno de sus personajes, sino que inteligentemente poniéndolo en una situación que lo lleva al límite de su tolerancia. Además de poseer un lenguaje simple, con expreso reconocimiento de la dificultad mayor que significa aparentar “simplicidad” o incluso oralidad en la construcción de un relato como lo tienen ambos del conjunto, “La embriaguez de Noé” se trata de un libro bien construido, que plantea y controvierte ideas de fondo, que inteligentemente altera y discute con la naturalización de ciertas convenciones sociales, y que no sólo eso, sino que además se da maña para construir un par de relatos amenos, ágiles y bien pensados.