Ruido (Álvaro Bisama)

Reseña remitida por:
Jonnathan Opazo


Ruido (2012)

Álvaro Bisama (1975 – X)

Alfaguara
ISBN: 9789563473285
171 páginas
Precio referencial: $1900

No puedo convencerme de que ese ruido sea en realidad un ruido. Parece más bien una enfermedad del silencio.
Kurt Vonnegut

 

Al leer la última entrega de Álvaro Bisama (1975) es inevitable no pensar en algunos puntos ya perdidos de la propia biografía, en tanto toda elaboración de la memoria funciona también como un relato: una conjunción de imágenes y textos en constante reconstrucción; resignificaciones que se graban a fuerza de emociones duras, o bien pequeñas estructuras sujetas a lo que se está siendo en el presente. En este sentido, ¿qué es Ruido sino una reflexión sobre la memoria y sus mecanismos?
Relato, por lo tanto, que intenta desmantelar desde esas profundidades la vida y el tiempo de la provincia, asir los últimos retazos de la niñez y la adolescencia; captar en su absoluto vacío el paraje de una Villa Alemana que bien podría ser un desierto cualquiera, donde todas las cosas se sumen inexorablemente a una geografía que no promete absolutamente nada. 
 
Creemos en una ley óptica que jamás ha sido descrita: la luz de la provincia chilena se traga el tiempo y deforma el espacio, se come el sonido y lo vomita, destiñe los colores, derrite las formas de todas las cosas.


Ruido es un ejercicio que intenta también explorar la faceta más delirante de la realidad, captarla en su compleja y a la vez caótica articulación. Es ahí en donde la historia del vidente de Villa Alemana, Miguel Ángel Poblete, funciona como el centro que ordena el texto. Quien fuera primero un joven huérfano que aseguraba, luego de extáticos trances, tener contacto con la Virgen María —en una suerte de revelación de Fátima a la chilena—, convocando en un cerro lleno de espinos a toda una multitud de fervientes creyentes que asistían por montones a observar este prodigio, va siendo lentamente absorbido por la oscura maquinaria de la dictadura, cuyos artífices encuentran en este espectáculo una forma algo retorcida de desviar las miradas hacia el cielo.

Ya rondaba la policía secreta. Los agentes se acercaron al sacerdote y al vidente y ofrecieron buses para los fieles, dinero para propaganda, aportes a la campaña. Ellos aceptaron. Los agentes les pasaron una oficina de enlace en la capital, en medio de un ministerio. Los acólitos santiaguinos organizaron desde ahí sus venidas al pueblo, la entrega de propaganda y la agenda de prensa.


Como en las entregas anteriores —pienso por ejemplo en Zona Cero (Edición del Gobierno Regional de Valparaíso, 2003) o en Música Marciana (Planeta, 2008)—, nuevamente el cine gore, el punk y todo el abanico de productos de la cultura pop adquieren un papel central que define, en este caso, el devenir de las vidas múltiples que articulan la voz que el texto nos sugiere. Crónica que flirtea con la ficción –o viceversa- y que es, probablemente, un espejo para muchos de los que conocen/conocemos los ritmos de la provincia, sus ritmos y pulsos, muy parecidos —la mayoría de las veces— al más tedioso de los aburrimientos.

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