Adiós a Ruibarbo y otros cuentos (1974)
Guillermo Blanco (1926-2010)
Editorial Andrés Bello
ISBN: 956-13-0460-0
91 páginas
Guillermo Blanco fue escritor, periodista y profesor. Repartió su vida en diferentes ocupaciones ligadas a las letras. Sus cuentos son parte de las lecturas recomendadas en los colegios y a muchos de nosotros, siendo niños, se nos “obligó” a leerlo cuando apenas sabíamos juntar letra con letra hasta hacer aparecer mágicamente una palabra, palabras que muchas veces no tenían mucho sentido en nuestra mente o fibras, que más que el ejercicio de disfrute de una narración eran el ejercicio elástico que se nos encomendaba para aprender a leer. No sé si es un buen favor el que se le hace a los autores, no lo sé. Sí, claramente, surge como un reconocimiento explícito a su labor, a la calidad de su puño, a la cercanía que logra con sus lectores, al punto de hacerlo apropiado para que hasta un niño lo lea y, con su corto entendimiento, se conmueva con la composición.
Este conjunto es de aquellos que comento. De los mismos que leí cuando niño e ignoré de mil maneras, apenas cumpliendo la tarea encomendada. Al releerlos ahora, con un buen puñado de años más, me doy perfecta cuenta por qué fue justamente este conjunto de cuentos el escogido.
No creo haber sido capaz de apreciar la belleza de Este era un niño que nació una vez, de su composición saltarina, que logra innominar entre tanto nombre, hacer única una situación común, recurrente, darle ribetes de alegría chispeante al acto de dar a luz, al nacimiento de un niño, o de otro niño, que nació una vez, en Valdivia, Santiago, Punta Arenas. Imposible que siendo niño pueda cualquiera valorar en su justo precio el arte que encubre aquel artilugio que pareciera una simple travesura, pero sí será capaz de caer en el juego literario de las palabras y nombres que confunden, entremezclándose, dando un resultado común, alegre, vivaz. Un niño, como lo fui alguna vez, no verá el trabajo que hubo en la composición de ese cuento, pero sí disfrutará el resultado.
Este era un niño que una vez nació, con sus ojos pardos y su cuerpo endeble, sus manos menudas y sus padres chochos, y tías y amigas diciendo qué amor.Le pusieron Pedro.Le pusieron Pablo.Lo llamaron Juan.–Javier, sí, buen nombre –comentó el padrino.–Pero cómo, ¿Esteban? –protestó la abuela–. Va a quedarle grande.–Le diremos Este –bromeaba el papá.Llovía en Valdivia cuando Juan nació.
Tampoco creo haber sido capaz de apreciar como corresponde al cuento que da título a este conjunto, el muy reeditado Adiós a Ruibarbo, la historia de un niño que siente amor —un amor puro, limpio, como solo los niños pueden sentirlo— por un caballo. Tanto amor siente que ni siquiera permite que lo monten, le parece ofensivo incluso imaginarse subirse a su lomo después de saber que cada día han trabajado hasta el cansancio. Y luego un día… la ley de la vida alcanza también a Ruibarbo. El pequeño pretende salvarlo, pero Ruibarbo es solo un caballo, aunque él lo ame, y aunque él trate de darle una nueva vida. Mientras tanto, Ruibarbo hace precisamente lo que un caballo haría, y el protagonista nada puede hacer contra eso, sin importar cuánto ame a aquel animal. Es un cuento de una belleza demoledora, que pasará quizás algo desapercibido para un niño en su hermosura sin un padre que le explique un poco qué ha sucedido, pero una vez comprendido (porque todo es dicho con sutileza) indudablemente habrá una conexión entre él y el relato. Es por eso que se ha reeditado mil veces, porque tiene los méritos suficientes.
El caballo permaneció unos momentos inmóvil, como si no entendiera. Después dio media vuelta y se fue trotando, trotando, hasta el portón de la panadería, por el que desapareció.
Los otros cuentos que completan esta colección son:“Pesadilla”, “La puerta”, “Los Reyes pobres”, “La sentencia”, “Tomar el pulso a un ángel”, “Primeras veces”. Todos de notable factura. No me detendré en cada uno de ellos, este no es el lugar apropiado para hacerles debida justicia. Todos ellos tienen, como conjunto —aun cuando no fueron escritos para constituir necesariamente una unidad— la temática de la niñez.
Recalco que este libro está reunido de esta manera (que es la misma en que se ha editado una y otra vez) principalmente con el fin de ser apto para niños que hacen sus primeras letras. No es en absoluto un error. Sí es un error creer que es únicamente para niños. Gran parte de su magia, así como la de todos los buenos libros, es que parecieran crecer junto con el lector. Agregarle un par de años a la vida y volver a leer esta colección hará que cualquiera pueda releerlos desde una óptica totalmente diferente, como pasa si cualquiera retoma, siendo adulto, El principito, por citar un ejemplo. Y es que tiene tantos niveles de lecturas, que es imposible cometer la torpeza de creer que este conjunto de relatos se trata de “un libro para niños”.
Mi madre me ha dado a leer Adiós a Ruibarbo. No lo leí de niña. El amor puro contrastado con la realidad de este mundo es precisa y hermosamente descrito en él. Mi alma añora otro final para Ruibarbo (y para tantos otros). Puedo sentir la desolación del pequeño como si viera con sus ojos. Lloro mucho ahora. Y agradezco la virtud de Guillermo Blanco. Gracias a ti también por escribir esto.
Aunque ya no estás, quiero darte
gracias por escribir con tanto sentimiento,el libro Adiós a Ruibarbo.Se lo leí a nieta y cuando le leí Adiós a … lloré de emoción
Gracias,mil gracias,por permitir que tus sentimientos entrarán en mi corazón