Sin ojos y otros cuentos brasileños inquietantes
Traducción de Lea Plaza, Ana y Pérez Villalón, Fernando.
La Pollera, 2024
SIN OJOS: UNA MIRADA AL CUENTO FANTÁSTICO BRASILEÑO DE FINALES DEL SIGLO XIX
María del Carmen Pérez Cuadra
Sin ojos y otros cuentos brasileños inquietantes es una antología de cuentos seleccionados y traducidos del portugués al castellano por Ana Lea Plaza y Fernando Pérez Villalón, publicado recientemente por La Pollera Ediciones. La obra reúne cuentos de Machado de Assis (1839-1908), João Do Rio (1881-1921), Júlia Lopes de Almeida (1862-1934), Humberto de Campos (1886-1934) y Monteiro Lobato (1882-1948), y, como el título lo indica agrupa historias centradas en lo inquietante, o en un seductor juego entre la fantasía, y el horror —y hasta la ciencia ficción, diría yo— pensados o imaginados en el Brasil de fines del siglo XIX.
Aludiendo a la época en que fueron escritos los cuentos, se explica en el prólogo: “es una sociedad extraña, atravesada por procesos sociales contradictorios e inclasificables como conjunto”, esta frase parece explicar el espíritu del libro. Machado de Assis (1839-1908) con “Sin ojos” y “Un esqueleto” propone un par de historias en las que los celos y el pecado de los ojos logran meternos en un mundo escalofriante pero que también coquetea con lo metaficcional, dejando al final una grata experiencia de lectura. En “La novia del sonido” y “La más extraña molestia”, João Do Rio (1881-1921) hace que personajes emocionalmente torturados y enfermos, a pesar de sus estados degradados (por la enfermedad “romántica” o por la “hiperagudeza de un sentido”), vivan experiencias extraordinarias gracias a sus dotes sinestésicos. Por su parte, Júlia Lopes de Almeida (1862-1934) con “La neurosis del color”, nos recuerda la prosa modernista de (Stella) Rafaela Contreras de Darío (1869-1893) en “Mira la oriental (o la mujer de cristal)” pues el relato macabro está dominado por fuerzas extrañas de un mundo orientalista y exótico. Además, Contreras y Lopes de Almeida coinciden en que son autoras pioneras que dejaron una huella trascendental para las futuras generaciones de escritoras de Brasil, Centroamérica y Latinoamérica. “Perfil de negra (Gilda)”, también de Lopes de Almeida, golpea con la construcción de un personaje femenino duro como la realidad misma, Gilda es una representación de las fuerzas negativas que pueden habitar en las entrañas de un ser humano con ansias de libertad, pero soberbio y dominado por los celos desenfrenados que solamente exigen venganza. Humberto de Campos (1886-1934) en “Los ojos que comían carne” se coloca en un interesante lugar que entrecruza los avances de la ciencia médica con la brujería, mientras que en “El monstruo”, por medio de un lenguaje alegórico, propone una fábula sobre la creación del mundo y del ser humano en manos de la Pena y la Muerte. Monteiro Lobato (1882-1948), en “La venganza de la Peroba” confronta en una competencia desgraciada a dos sujetos opuestos, representantes uno de la civilización y el otro de la barbarie, inesperadamente es la venganza de la naturaleza quien tiñe de horror el mundo en disputa. Finalmente, “Bocatorcida” es una muestra de los prejuicios raciales y las tensiones que permeaban algunas expresiones literarias del momento.
Situados en escenarios rurales y urbanos, los cuentos de Sin ojos logran trasmitir esa tensión entre lo real y lo racional, entre lo real y lo fantástico, entre la santidad y lo pecaminoso. En ellos, las estructuras narrativas suelen repetirse (y recuerdan estilos como el de Rubén Darío en “Thanatopia”) y se trata, en casi todos los casos, de historias narradas en una reunión social de personajes con poder económico, representantes quizá de las oligarquías dominantes en transición hacia las nuevas demandas de la modernidad que impone el desarrollo de Brasil como gran productor cafetalero. Las historias macabras o repugnantes aparecen con un dejo de nostalgia por tiempos pretéritos, servidas como un bocadillo más para la atmósfera de lujos y bienestar de los espectadores. Algo que es difícil de obviar en la colección son las imaginaciones sobre el cuerpo que dibujan heroínas rubias y tan blancas que se asocian a lo divino en expresiones como “linda como una santa” o “manos de magnolia”. Mientras que los personajes masculinos de piel oscura —a excepción del protagonista de “La más extraña molestia” de João Do Rio—, van progresivamente degradándose física y moralmente, como ocurre con el último cuento, “Bocatorcida” de Monteiro Lobato. En el relato un hombre liberto, de cuerpo enfermo y deforme, claramente resultado de la pobreza y el abandono social, es transformado en un monstruo desde la perspectiva inhumana de sus patrones. Aunque el cuento es más complejo y da para un estudio y análisis más extenso, basta comentar por esta vez que sirve de llamado para observar las formas de representación del cuerpo y el racismo en la época de producción de los textos (finales del siglo XIX y principios del XX) y cómo este constituía parte fundamental de las narrativas de horror. A su vez, los cuentos de terror servían de mecanismo ideológicos para captar e instruir lectores. A fin de cuentas, la lectura de estos cuentos en pleno siglo XXI nos sirven para reflexionar sobre nuestras percepciones contemporáneas sobre racismo, aporofobia y xenofobia.
Finalmente, creo que entre los atributos que tiene el libro está la función que cumple de despertarnos el apetito por un género narrativo poco conocido por acá en Chile, como es el cuento de horror y fantasía producido en Brasil de finales del siglo XIX, y la capacidad de generarnos interrogantes del tipo ¿cómo se ubican estos relatos inquietantes con respecto al desarrollo del cuento como forma narrativa en Brasil? o ¿cómo ha sido el desarrollo del cuento de Brasil con respecto al cuento latinoamericano? Sin ojos demuestra lo importante y necesaria que es la traducción para el intercambio social, cultural y lingüístico de las naciones, y porque tiene el poder de trasladarnos a épocas del pasado que explican nuestro presente, a lugares vivos que nos inundan de reflexiones e interrogantes.