Presentación “Días Salvajes”
Por Cat Contreras
La primera parte de “Días Salvajes” acaba con Kike, el protagonista de esta historia, solo en su casa. Está recuperándose de una quemadura, luego de una competencia infantil: ¿Quién puede aguantar más tiempo la llama de un encendedor en la palma de la mano? Pero mientras el fuego quema, se abren otras preguntas: ¿Quién puede resistir tanto tiempo la liviandad de no tener nombre ni rostro, las miradas de burla, la indiferencia, o el llanto desconsolado de una mamá decepcionada? ¿Es posible hacerlo sin que el pecho grite de dolor? Tal vez no, y pienso que de ahí el título de esta primera parte, pero en la adolescencia los amigos están para acompañarnos en eso y, mientras Kike descansa en el sillón, el Gato Millán se aleja luego de ofrecerle su amistad.
Esta primera parte salió el 2022 por la editorial Provincianos. El formato era más pequeño, casi de bolsillo, y con un trazo cuidado (ligeramente distinto al de la segunda y tercera parte), este cómic nos presentó a los estudiantes del colegio de hombres General Santelices. Hasta ese momento parecía que el centro de la historia estaría en la supervivencia de Kike en este lugar, pero ese final que les conté, con la aparición de Millán, nos permitía pensar en otras posibilidades para la continuación. En esta edición integral de Tren Bala el relato continúa y, efectivamente, la tensión pasa de estar en la soledad de Kike a unos conflictos ligados a cómo se desarrollan las amistades en esos años, cómo se conforma una familia elegida y también cómo a veces esos lazos se acaban y nos vamos quedando un poco solos otra vez.
En la vida de Kike la adultez llega de golpe y tanto él como sus amigos van a tropiezos intentando llevarle el ritmo. Las historias sobre el crecimiento de un personaje suelen ir de la mano con una cierta idea de volverse mejor, pero aquí no hay intentos por volver mejor a nadie, al contrario de lo que buscan los profesores y directivos de este colegio. Así, esta historia es más bien un relato sobre vidas corrientes sin heroísmo, donde el enemigo está en la cotidianeidad. En toda la historia hay una atención al detalle; las páginas no se apresuran. Se detiene en las miradas, las expresiones, en los objetos y las manos de los personajes, y a través de estos planos que asemejan un rompecabezas, surgen pequeñas tensiones que se acumulan hasta hacer estallar la cotidianidad.
En este sentido, Días Salvajes se mantiene cerca de otros cómics chilenos y latinoamericanos que durante las últimas dos décadas han explorado las cotidianidades e identidades de sus protagonistas en Chile u otras partes, como también lo han hecho la narrativa escrita y el cine. Aquí hay un componente político, pero desde el punto de vista, en la decisión de qué es lo que se muestra o en el interés por explorar las problemáticas sociales en el día a día.
Por último, para cerrar estas ideas, me gustaría pensar en el trabajo gráfico de Horacio. El estilo de dibujo parece tener influencias de muchos lugares distintos y, puede que por lo mismo, no dude en probar con formas y recursos que le permiten dar un aspecto particular a cada personaje. Es limpio, pero se arriesga con las expresiones, en probar con rasgos que no embellecen, pero que sí definen la singularidad de cada estudiante y profesor a lo largo del libro. Así, logra que como lectores podamos recordar muy bien a cada uno de ellos. Que podamos recordar incluso a uno que parece tan olvidable, uno más entre tantos.