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Sprinters. Los niños de Colonia Dignidad (2016)
Lola Larra (1968)
Hueders
ISBN 978-956-365-022-8
272 páginas
La narradora de esta novela vuelve a Chile, luego de haber pasado casi toda su vida en Venezuela y España para investigar sobre la Colonia Dignidad, ese claustro alemán que existió y existe, donde durante la dictadura se torturó y mató a tanta gente, y donde toda su población vivía bajo las órdenes y el temor de sus líderes, cuya cabeza fuera Paul Schäfer. La investigación de la narradora está motivada por la intención de escribir un guion de cine que ha sido comprometido a un productor para ser filmado una vez esté terminado.
Repasaba aquellas historias zafadas y rockeras mientras aguardaba con resignación una réplica del terremoto. Tantas historias que conocía de primera mano, que podía escribir en primera persona o, mejor, en tercera, como una testigo semioculta pero próxima; cosas que había visto y vivido de cerca. ¿Por qué elegí, entonces, contar la historia de los colonos, algo que apenas me rozaba? ¿A quién se le ocurre? (página 88)
Pero cómo abordar esta historia inmensa, que por un lado posee el relato íntimo de los propios colonos, apresados dentro del lugar donde vivían, obligados a realizar trabajos diarios en turnos de hasta catorce o quince horas, sin paga, sin privilegio alguno, separados hombres de mujeres, tratados como niños, sin siquiera poder relacionarse normalmente, para qué decir enamorarse o casarse; y que por otro lado posee el relato de la Colonia bajo dictadura como lugar de tortura, con sus túneles subterráneos y el negocio de sus líderes de venta de armamento de guerra.
—¿Cómo un país puede hacerle eso a su propio pueblo? —me pregunta.
—Lo que hicieron con todo un país, también se lo hicieron a ustedes en la colonia —le contesto.
—A nosotros no nos vendaban los ojos.
—A ustedes los torturaban igual.
—Pero a nosotros no nos vendaban los ojos. (página 260)
Esta multiplicidad de historias posibles está resuelta con profunda inteligencia: el libro funciona como un mecanismo que se escribe a sí mismo, donde por un lado está la investigación de la narradora en su interés por construir aquel guion que jamás llegará a ser película, a través de las que nos enteramos de la vida de Lutgarda dentro de la Colonia, de cómo vivían los colonos y de cotidianidad. Entrecruzado, el libro posee una especie de storyboard, que no es más que el mismo guion que la narradora cuenta que está escribiendo o escribirá, ya en una etapa de producción mayor, donde puede verse dibujada la historia que la narradora ha ido construyendo. En ese storyboard la autora aprovecha para insertar la historia de Tobias Müller y el Chico (trasunto de Salo Luna, en la vida real), jóvenes que en 1997 consiguieron escapar de la Colonia Dignidad, asilándose después en la embajada alemana y que, junto con su escape, ayudaron a denunciar las condiciones de vida dentro de la Colonia y principalmente, las sucesivas violaciones de la que los niños favoritos de Paul Schäfer, los llamados sprinters, eran objeto.
Finalmente hay otra serie o hilo, que está constituido por elementos históricos verídicos: extractos ya sea de los procesos judiciales que se llevaron a cabo contra Paul Schäfer, así como selecciones de los estatutos fundacionales de la Colonia, donde se fijan cuáles serán sus intenciones y motivaciones.
Por último, enlazado con la búsqueda de información de la narradora, emerge una última línea argumental, que es la investigación que realiza la propia Lutgarda respecto al niño muerto Hartmut Münch, fallecido apenas a los ocho años de edad, sprinter, sin que nadie haya conseguido esclarecer los hechos que sitúan a Paul Schäfer junto a Manuel Contreras en una cacería en Colonia Dignidad con el resultado ya sabido, historia que ayudará a desenlazar y darle coherencia al conjunto del libro.
Hay una última versión. Que todo aquello era una especie de juego siniestro y exclusivo que ofrecían a algunos visitantes ilustres: que los tíos soltaban a los niños por el bosque, los lanzaban a correr y les disparaban, como si los sprinters fueran conejos. (página 145)
Todos los ingredientes anteriores dan para una historia horripilante, especialmente, por la veracidad de los hechos contados, sin embargo, Lola Larra con acierto e inteligencia logra construir una novela luminosa, donde lo que se fuga de las páginas es una especie de esperanza ante aquello que por fin ha quedado atrás, dándoles una especie de cierre, y así nos hace pasar la última página con la sensación de haber presenciado algo horrible que ha sido aplacado bajo cierta forma belleza, ingenuidad tal vez, o que, a pesar de todo lo vivido, ha subsistido cierta pureza en sus personajes y víctimas.
Sprinters. Los niños de Colonia Dignidad es una novela asombrosa, no tanto por hacerse cargo de la historia de Colonia Dignidad, que ya ha sido abordada desde la crónica, el ensayo y las entrevistas, sino que por el procedimiento que despliega para contar la anécdota, mostrando y escondiendo los propios mecanismos bajo los cuales se construye y, en ese supuesto, conseguir el tono exacto para transformar estos momentos horribles de nuestra historia en un relato que puede exhibirse con belleza, sin ocultar por eso la crueldad, pero donde lo que subsiste logra conmover por su profunda delicadeza.