DFW (Matías Pailos)

DFWDFW (2015)

Matías Pailos (1976)

Textos Intrusos

«Por ejemplo: un investigador, un Doctor en Letras argentino, de poco menos de cincuenta años, en plena crisis de la mediana edad, recién separado de su mujer, en un taxi camino al aeropuerto internacional de Ezeiza para continuar, en el lugar de los hechos, su investigación acerca del recientemente fallecido escritor norteamericano-argentino Dean Frank Washington». Así comienza DFW de Federico Matías Pailos (Buenos Aires, 1976), y si por motivaciones argumentales se pregunta, no hay mucho más. Pero si de escenarios y quiebres hablamos, de sentirse extranjero y confuso, entonces sí hay muchísimo más.

Quizás se pueda separar la novela en tres grandes secciones. La primera es la investigación académica de un autor ya muerto: el Dr. Federico Walton quiere hacer la biografía del vanguardista Dean Frank Washington, muy bolañista, hasta que empieza el efecto lisérgico y estamos dentro de una novela en que el perseguido es el persecutor, similar al tono de Ciudad de cristal de Auster, difuminando la estática definición del protagonista, para luego desmoronarse y mutar a un relato traducido al español agotador de Anagrama en los 80, en el que por intentar definirlo podría invocar a nombres disímiles como P.K. Dick en la paranoia y el desconcierto, y al Levrero onírico de las ciudades como laberintos y cárceles, donde se mezcla al autor (oculto en anagramas, como los demás) con un personaje que cruza toda la historia. En la reiteración, en la insistencia de viajes absurdos, de escenas que identificamos (nosotros lectores) como repetidas, Pailos juega con la verosimilitud no al nivel de lo cotidiano sino que al de lo deseable: en al menos una decena de ocasiones el protagonista se topa con un tipo siempre idéntico, echando el mismo polvo de 15 minutos con aeromozas, despertándose en similares condiciones. Todo sin nunca cuestionarlo, porque el conflicto no es ese, en el supuesto que hubiese uno claro: «Las palabras empañan la historia. La literatura es una enzima limpiavidrio que despeja la ecuación del modo más eficaz: dejando todo a la vista, todo al aire».

Pailos nos entrega una novela que parece en inicio plana, luego cambiándola por otra que asemeja un juego de espejos fácilmente imaginable, armando al final un trasunto que lleva a sus insistencias: la biografía y sus fracturas, la incidencia de la ficción en la supuesta solidez de la realidad, los pequeños estallidos que nadie más que el lector identifica, quizás preguntándose por la pertinencia del narrador e incluso del espectador de este derrumbe. Así, nos devuelve un poco a su novela Cómo no pensar en mí (2010, Pánico el pánico), donde mezclaba la manida estructura del diario íntimo hasta revolcarse en sí mismo haciendo del autor un personaje que no tiene muy claro qué persigue o si es el perseguido.

En esta novela todos se confunden, incluido el lector. “Mi interés primario es que no puedas soltar el libro”, dijo Pailos a Revista Paco. Y lo consigue, aunque a punta de confusión y juegos que no siempre quedan claros («La realidad te decepciona incluso cuando te hace un favor» escribe), pero que funcionan muy bien agotándose en el efecto del desconcierto ante la lectura, montando planos no siempre colindantes, reiterando situaciones con leves diferencias, empujando al lector sino al enojo, entonces a la desesperanza o al tedio, casi como Aira.

Ante la impresión galopante que en DFW no hay ficción que quiera pasar desapercibida, y que el truco escenificado y urdido (entre el efecto del texto y el lector por un lado, y entre el autor y su texto por otro) está siendo ejecutado en un salón blanco con todas sus luces encendidas, no queda más que aceptar que no porque no descubramos el secreto éste no existe.

Rodrigo Salgado Boza

Que lean los que quieran. Que escriban los que puedan.

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