What we talk about when we talk about love (1981)
Raymond Carver (25-03-1938//02-08-1988)
Compactos Anagrama
ISBN: 9788433920669
ISBN: 9788433920669
152 páginas
Precio Referencial .Cl $7.560
Tenía un cierto resquemor de comenzar este libro, principalmente porque con él he concluido la lectura de todos los libros de relatos de Carver. Y por sobre todo, no tengo muchas ganas de que para mí se agote este autor genial, el mejor “descubrimiento” que he hecho en el ámbito de la literatura en muchos años. En anteriores reseñas me centré tozudamente en Carver y su pluma y evité un tema muy latente cuando se le nombra. Es en esta ocasión, dado el título entre manos y con la compresión un poco más cabal del mundo carveriano que creo he logrado, en que lo abordaré. En De qué hablamos cuándo hablamos de amor nos encontramos con el quiebre de Carver y su editor, Gordon Lish. Esto es relevante, exageradamente relevante. La polémica consiste más o menos en lo siguiente: Carver había lanzado ya un primer libro (Catedral) en el cual Lish había intervenido. Intervenido, en este caso, no es más que un eufemismo para decir que de frentón le había metido mano a las historias y cuentos de Carver. Carver, como ya he contado en anteriores reseñas, venía saliendo de su alcoholismo y no le importó mucho –ni él se tomaba muy en serio– que su editor tratase de ayudarle con el fin de publicarlo. De todas maneras Carver necesitaba ser publicado, salir de su alcoholismo, rehacer su vida así lo exigía. Cuando publicó Catedral Carver obtuvo muy buenas críticas, especialmente considerando que se trataba de un completo desconocido. Luego comenzó a escribir los relatos de constituyen De qué hablamos cuando hablamos de amor. Se supone que estaba muy contento con su nueva posición (sin alcoholismo, una carrera de escritor insipiente, las críticas recibidas, futuro promisorio, etc.) y comenzó a mostrar sus relatos a algunos amigos escritores quienes lo habían congratulado. Pues bien, remite este libro a su editor, que originalmente tenía algo más de 200 páginas y nuevamente Gordon Lish se apresta para “darle una mano”. Comenzó con su edición. Como pueden ver el libro final tiene fácilmente 50 páginas menos que el manuscrito original. Carver en un primer momento se negó a aceptar tan radical “edición” pero finalmente primó la voluntad de Lish, en el entendido de que ello era realmente necesario para ser publicado, y ya sabemos cuánto necesitaba Carver ser publicado. De qué hablamos salió al mercado y fue un exitazo de ventas y de críticas. No sólo eso, se dice que este es el libro consagratorio de Carver y desde ese momento se le empieza a señalar como el Chejov de la cuentística moderna. Aquello es inmenso. Cosa grave tomando en cuenta el cómo salió publicado bajo su nombre algo que ya no era tan absolutamente propio. Ello resultó en que Carver rompió vínculos con su editor. Varios años después la polémica explotaría cuando Lish reconociera públicamente hasta qué grado él había trastocado los relatos de Carver (recuerden, hablamos sólo de sus dos primeros libros, dos de cinco) por el despecho sentido ante el nulo mérito que este le prodigó. El problema con la edición de Gordon Lish es que no se limita a aconsejar qué va bien o mal, porque incluso hace mucho más que borrar palabras. Lish cambió finales a varios de los cuentos de Carver, modificó títulos, borró y depuró a tal punto que creo no equivocarme al decir que fue él quien definió el estilo carveriano, con todo su utilitarismo, lo escueto de sus frases, lo preciso de sus imágenes, todo aquello que es lo que hace resaltar en un primer momento a su narrativa, aquello por lo que es tan profundamente valorado.
He leído ambas versiones de sus cuentos, las con y sin editar. No es difícil encontrarse con ambas. Las de Carver propiamente tal se encuentran fácilmente en recopilaciones posteriores, sin aviso siquiera de que estamos leyendo los “originales”. Diría -impresión subjetiva- que actualmente son mucho más difundidas que las recortadas por Lish. Los comentarios que he leído, en general, dicen que las versiones de Lish son más crudas, más desiertas, fuertes y poderosas. Que Carver posee más compasión por sus personajes y que Lish no tiene miedo a traspasar una sensación gélida junto con los cuentos que edita. No estoy completamente de acuerdo. Es cierto que formalmente las versiones de Lish son más precisas, que el lenguaje tan valorado ha sido logrado con su edición, pero aquella compasión que hacen parecer tener a Carver no me parece tan evidente. Sí, Carver juega más con sus personajes, pero nunca los convierte en algo que no eran, en aquellos seres comunes y corrientes, burdos a veces, desventurados, carentes, golpeados. Esos personajes son propios del mundo de Carver, Lihn como editor hubiese sido incapaz de crearlos, me atrevo a asegurarlo, porque si así fuese él sería quien continuase escribiendo al día de hoy y sería la punta de lanza de la literatura norteamericana moderna. Carver en ocasiones abre una luz para ellos, pero es una esperanza obtusa, en ningún caso un final cortado ha sido un final feliz cercenado. Para nada. Carver ya es él mismo antes de Lish, lo que sólo logra gracias a él y gracias a los aplausos que hacen que note donde está la virtud que Lish le ha conferido es en el uso del lenguaje –que no es poco, no estoy tratando de minimizar– aquel lenguaje tan único de Carver, tan escueto, tan frío e inmisericorde. Carver logra ese mismo lenguaje y lo perfecciona en sus posteriores libros, no es sólo obra de Lish, pero hay que reconocerlo, Carver no habría logrado probablemente el reconocimiento que hoy en día tiene sin la mano de Gordon Lish. Y sus libros posteriores ya tienen lo que de él tomó y aprendió, porque el genio y talento estaban en Carver, no en Lish.
Les dejo un link del diario New Yorker, con un texto en inglés, donde aparece la comparativa de un cuento completo en su original y en todo aquello que fue tocado por Lish, para que aprecien el altísimo grado en que intervino:
Habiendo cerrado el tema de la polémica Lish quiero centrarme durante un párrafo en este conjunto de relatos. No hay mucho que decir que antes no haya dicho de Carver. Sus personajes son personas sumamente comunes, muy identificables en nuestra sociedad, son un claro tú o yo. Sus reacciones son muy humanas, sin fantasías, sus miedos son cotidianos, sus vulnerabilidades son múltiples. Carver los hace bailar en sus historias como si no les importaran ni un miligramo. Y como siempre, estos personajes, de tan golpeados por la vida, parecieran ya no acusar el golpe.
Con o sin Lish de por medio, este es el libro consagratorio de Carver. Acá logra definir su puño y sus temáticas. Un imperdible para cualquiera que quiera entender el universo carveriano.
Me parece muy acertada tu crítica. Además, a mí me sucedió lo mismo, quiero decir que el último libro que leí de Carver fue "De qué hablamos cuando hablamos de amor", y ahora estoy releyendo su obra una y otra vez. Me parece que los puntos más altos de Carver son "Quieres hacer el favor de callarte, por favor"; "Catedral"; y "De qué hablamos cuando hablamos de
Tienes razón y no lo había notado hasta ahora, hice un pequeño lío con el orden de las publicaciones, pero creo que no afecta el sentido de lo que trato de explicar.<br /><br />Sobre lo de Chéjov y la primacía que le atribuyes a Carver no puedo estar de acuerdo. Existe una inmediatez en las temáticas que nos hace sentirnos muy identificados con los relatos de Carver, con sus imágenes, sus escenas
Muy interesante tu crítica.<br /><br />Yo he descubierto este año los relatos de John Cheever, a quien Carver dedica uno de los relatos de Catedral, y me parece buenísimo. Me han gustado tanto los dos que no sé cuál me parece mejor.<br /><br />David
Carver es brillante porque parece que no te dice nada y en realidad te dice todo. Un groso.<br /><br />Saludos