Donde nadie me espere (2018, 1ra edición y 2024, 9na impresión)
Piedad Bonnett (1951)
Alfaguara
ISBN: 978-958-5496-23-1
205 páginas
Los pensamientos y sentimientos de Gabriel —el personaje principal de Donde nadie me espere— son tan intensos, que la novela podría cambiar sus complementos de circunstancias y tal intensidad no se modificaría. Piedad Bonnett —la autora— escribe una obra cuya narración se centra en la vida inmaterial del protagonista, específicamente, en los pesares emocionales y mentales con los que él convive, los cuales se explican —y por ende se entienden— en el desenlace de la ficción.
Bonnett escribe en primera persona singular y de manera no lineal. Así mismo, la novela varía de tiempo al pasar de un apartado a otro, y en tales variaciones, la autora devela información parcial e intermitentemente, obligando al lector a construir con su lectura las interacciones entre los personajes y descifrar el por qué Gabriel convive con pesares emocionales y mentales. Sobre esto mismo, una cualidad de la narración es que está casi totalmente descontextualizada: por una parte, las referencias explícitas al espacio son escasas, Bogotá aparece al final de la novela, lo que hace entender que todo ocurrió en Colombia, y por otra parte, el tiempo se deduce a partir de la muerte de Elena —hermana melliza de del protagonista—, la cual ocurrió en un pasado en 1999, infiriéndose que son los años de la década del 2010.
El relato comienza con el personaje principal durmiendo en la calle, dado que vive en la indigencia desde hace un tiempo. Aurelio —un personaje secundario— lo encuentra, y tras invitarlo a un café y a un cigarro, lo interna en un psiquiátrico. Esta internación no era la primera que tenía Gabriel, ya que tras un intento de suicidio a sus 17 años —en el presente frisa por los 30 años de edad— fue internado por primera vez. Igualmente, durante su vida tuvo periodos de alcoholismo y de consumo excesivo de anfetaminas. Además, de él se sabe —a medida en que se avanza en la lectura— que es Profesor de Filosofía, que los libros son un alivio para él, que también ha publicado algunos y que su referente es el escritor suizo Robert Walser.
Un pasaje destacado de la obra es uno que ocurre en una bodega. Efrén —ex compañero de universidad de Gabriel—, le consigue trabajo en una bodega en un sector rural, donde cumpliría la función de portero, debiendo facilitar la entrada y la salida de las personas que iban por la mercadería almacenada. Él trabajó y vivió en ese lugar por 20 meses, y al tiempo, se dio cuenta que estaba —por necesidad e involuntariamente— metido en algo turbio, o al menos, en un asunto sospechoso y de dudosa reputación. En este contexto de duda, un día llegó un camión, del cual se bajaron algunas personas que mataron a todos lo que estaban allí, pero el protagonista zafó, generándose en él un punto de inflexión, presentándose la paradoja de que: una tragedia puede ser sobrellevada con otra tragedia.
Una palabra que encierra el pesar del personaje principal es: errancia. En este sentido, una cita que resume esto es una reflexión de él mismo: “Dios castigó a Caín con la errancia perpetua”. En la última parte de la novela se debela la razón de esa errancia, de ese autocastigo perpetuo, la razón de no poder ser y estar estable, de tener que estar en constante movimiento porque la quietud lleva a Gabriel a enfrentarse a una realidad imperfecta. A modo de resultado, Donde nadie me espere es una novela de una vida imperfecta, cuyo desenlace amerita su tiempo para leerla, justamente por no negar la imperfección humana, y por ende, enfrentar el necio voluntarismo de negar la realidad e invocar la superchería.
Donde nadie me espere (Piedad Bonnett)
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