La segunda venida de Cercas

 

por Ignacio Concha

 

En 2015, consultado en Roma por el caso de Juan Barros, entonces obispo de la ciudad chilena de Osorno y acusado de ser cómplice y encubridor de abusos sexuales, el Papa Francisco no se hizo problemas: “Osorno sufre, sí, por tonta”, sostuvo además que eran todos inventos de zurdos[1]. Años después se desdijo y contactó a las víctimas, pero de todos modos el episodio evidenció la dificultad de la Iglesia Católica para abordar los abusos sexuales ocurridos en su interior y marcó una distancia definitiva del pueblo chileno con la jerarquía de la Iglesia, que de hecho se vería reflejada en la baja asistencia a los eventos públicos de la gira de Francisco I por Chile en 2018.

Esto lo cuento a propósito de la reciente visita a Chile del escritor Javier Cercas, quien, apuntalado por la reciente muerte de Bergoglio, vino a presentar El loco de Dios en el fin del mundo, libro que relata su viaje con el Papa Francisco I a Mongolia y sus conversaciones con él sobre temas metafísicos.

A la luz de lo ocurrido en 2015 y 2018, llama la atención lo solícita y complaciente que la prensa local se mostró con Cercas. Y con esto no digo que esperara que los entrevistadores lo arrinconaran con viejas consignas anarquistas, reivindicaran a gritos el Abya Yala o murmuraran visos de alguna teoría poscolonial (o bueno, esto último quizás sí cabe). Lo que eché en falta es que alguien simplemente contrastara su enfoque cándido con la espesa realidad. Es como si los entrevistadores respondieran a la necesidad de que, para justificar su creencia, a la cabeza de la Iglesia estuviese un “hombre bueno”, y se obligaran a un relato que solo revela la fragilidad de esa creencia.

De todos modos, ahí estuvo Cercas para entregarlo. Habló del Papa y altos prelados de la Iglesia Católica en términos de sus características personales, omitiendo su papel como representantes políticos y responsables de la institución. Para Cercas están los locos de dios, como el Papa y cualquier creyente, y los locos sin dios, que son los ateos. Esta moral elemental tiene su corolario histórico, ya que para Cercas el mejor arte del siglo XX se puede leer como una crónica de la ausencia de dios, y la muerte de dios, nos alerta el escritor, configura un mundo en el que “todo está permitido” (pero, en la historia de la Humanidad, ¿de qué actos o conductas los creyentes en dios se han abstenido?).

La espesa realidad que Cercas y sus entrevistadores evitaron, uno para promocionar su libro, otros por sus creencias personales, es que no existe otra organización de alcance internacional en donde se concentre tal nivel de abusos sexuales y que, palabras cándidas más, gestos cándidos menos, las condiciones estructurales que explican que dentro de la Iglesia Católica ocurra ese fenómeno no han cambiado y que la gran mayoría de los sobrevivientes de abuso eclesiástico aún esperan reconocimiento y justicia.

Ajeno a toda preocupación, Cercas blandió las banderas del ateísmo, como si esto constituyera un salvoconducto moral. Repitió también que dicho viaje respondió a una invitación, que ni el Santo Padre ni sus prosélitos revisaron el manuscrito. A buenas cuentas, no ofreció ninguna razón pertinente o útil para esconder lo ya evidente: que su visión lava la imagen de una institución que, al menos en esta parte del mundo, aún no da debida cuenta de sus delitos. La de Cercas es una postura que confunde a propósito religiosidad popular y corrupción clerical, con objeto de desactivar las críticas a esta última. No surte efecto, vemos, porque cualquier observador atento se da cuenta de que, con sus excusas a pulso, con su engañosa sencillez, Cercas no hace ni dice nada que no haría o diría un funcionario del Vaticano.

Ignacio Concha

Ignacio Concha estudió cine en Chile y Cuba, y un máster en lingüística en Barcelona, España. Es autor de la novela “Darwin en el país desconocido”.

[1] https://www.youtube.com/watch?v=8MJ-arsR7kE

 

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