El río Sábado (Juan Santander Leal)

El río Sábado

Juan Santander Leal

Overol

ISBN: 9789566137 221

 48 páginas

 

Con la lengua de quien ronca cuando sueña

(apuntes sobre Juan Santander en la presentación de Río Sábado)

Por Martín López

 

“Mientras las piedras están quietas junto a la maleza de la mañana, un zángano las aprecia como arte, y el olivar asustado se aleja de la playa de los retóricos.”

Un poco como con el ánimo de aquella sonrisa recta, subiendo no sólo los cachetes sino toda la boca, guiño al que recurrimos al cruzarnos con un más o menos conocido que no da para saludar, cuando Juan Santander lee, emana cierta desgana de la inexpresión horizontal de sus cejas y le ondula la paradoja de no abrir mucho la boca pero sí los labios, como si dejara apenas escurrírsele el concatenado hilar de las palabras antes que elevarlas entonadas; gesto a regañadientes entre el que marchan los flujos, la presión y el destartalamiento, como si aunque con desgana no hubiera que apretarlo mucho para que suelte y suelte.

“Las dificultades que pongo a mi deleite vagan como motas de polvo entre la luz y mis ojos. Leo Una plegaria para amigos de pelo negro y es fácil entender de que se trata. No diluyo la nostalgia que me produce este libro; disfruto cuando un sueño se divide en capítulos para jóvenes que escapan de sí mismos”.

Estos breves brillos con tintes de tedio resultan de una inaudita cercanía dada su contingencia, y contrapesan de este modo la distancia que le es propia al estar con la cabeza en las nubes, sumergido en una sarta de estímulos que atochan la inmovilidad, la improcedencia; cual composición de un sedimento de capas impermeables, son las diez mil ideas que culebrean al fondo de la mente en blanco.

“En un museo pude visitar la palabra alambique, y me perdí entre estímulos autorizados por mis contemporáneos. Allí aprendí que el verbo prometer deriva de la palabra Prometeo.”

Por El río Sábado uno se desliza sin lograr leer del todo, revolcándonos afablemente, así es sumergirse sentado en una sillita a verlo pasar, a la distancia y del todo librados de compromiso. Un mundo flotante, a menudo de fábula en su tratamiento arquetípico de la escritura como práctica, en cuyos versos pesa una cierta cabizbajura cuya fuente pareciera venir del hecho de que estos estados de gracia emerjan del borrón, de una cierta clase de enajenación que nos maravilla a la vez que ausenta del mundo.

“En ese tiempo mi única obligación era estudiar lo que estaba por construirse, y tenía bastante tiempo para la sinestesia.”

En este, su nuevo libro, el poeta Santander tantea hábilmente los complejos orientativos, los esfuerzos por situarse, pulsándose en reacción y cadena a las dislocaciones permanentes y la elucubración de puentes que sortean las distancias; en un reconocimiento del propio cuerpo, del cuerpo del entorno, y del cuerpo de las ideas y las palabras, vueltos todos un gran amasijo de cuerpo que intenta mirarse las manos; el cuerpo del mundo como un garzón con ímpetu de pulpo, tan grácil como agotado, pero no menos entusiasta.

Lo que leímos

Publicado por el equipo de Loqueleímos.com

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