La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín (2021)
Claudia Donoso (1955)
Ediciones UDP
ISBN 978-956-314-484-0
148 páginas
Encontrarse con la figura de Stella Díaz Varín es chocar con un mito punk de la poesía chilena, que al igual que otros poetas como Rodrigo Lira e incluso Gabriela Mistral se podría considerar poco leídos y muy comentados. Quizás no estaría mal entrar a la obra de Díaz Varín a partir de su forma de vivir la poesía o como dice Elvira Hernández de ella como “una de las últimas representas que se ponen al servicio de la poesía y no al revés”. En ese sentido, la publicación de La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín nos entrega varias claves.
A partir de una serie de conversaciones que comienzan en 1999 y se extienden por largos periodos, Claudia Donoso indaga en el binomio vida y obra de Stella, consiguiendo un grado de confidencialidad que en algunos segmentos avanza más allá de lo que la poeta quisiera y que el mismo libro pareciera omitir, como si esas zonas, cualquiera sea el adjetivo que uno pudiese pegotearles, hablaran más por su silencio. La primera conversación registrada en el libro aborda los primeros años de Stella, el quiebre que produce la pérdida de su padre, la relación con su hermano, su abuela, el círculo familiar y social en La Serena. Los dotes de narradora oral de la poeta nos sugieren desde el comienzo haber pisado más de una vez el territorio de la memoria, sus significados, sus afectos.
De ahí sabemos que Stella se sentía poeta a temprana edad, que era la única lectora de la biblioteca municipal de La Serena en aquella época y que poderosamente atraída por la escritura comenzó en el periodismo reporteando crónica roja. El segundo segmento avanza hacia Santiago, donde la poeta llega en busca de nuevos horizontes que se abren casi como un presagio. El encuentro con los poetas de la capital, el reconocimiento literario, la noche santiaguina en compañía de poetas como Teófilo Cid y Jodorowsky. Así el libro avanza hasta doce momentos, todos encabezados por fragmentos de poemas de Stella.
La estructura de las preguntas se perfila como indagatorias más dignas de una conversación, donde las jerarquías se diluyen. De ahí que Claudia pueda pasar de un tema a otro sin producir vacíos en la conversación. Llaman la atención, por otra parte, los segmentos o preguntas vinculadas a temas extraliterarios como datos que encuentra la entrevistadora para limpiar anteojos con alcohol, recetas de cocina, la forma de enfrentar la vida en el Chile neoliberal durante la vejez, la poesía chilena. Ese tránsito de la conversación semiestructura, casi casual, que toma cualquier derrotero, pero que sigue revelando parte importante de lo que fue Stella.
Desde su férreo e intransable compromiso político, su visión crítica de la realidad, su relación con la escritura, el lenguaje y con el medio literario, con el día a día. De a poco, sin intentar explicar ni guiar mucho, explorando la agudeza enorme de Stella, su importancia para la poesía chilena y la deuda que esta tiene con ella, La palabra escondida construye un bello retrato a partir de una amistad que va asentándose y le da más holgura a las conversaciones: un perfil íntimo y sosegado, tiernos y frontal, que nos explica y nos lleva más allá del mito.