Yo no soy esa: un fanfiction sobre Jaime Guzmán (2025)
Roberto Suazo
ISBN: 97895662674614
La Pollera
Hace poco salió al mercado la novela Yo no soy esa escrita por Roberto Suazo y publicada por Editorial La Pollera. Como sobretítulo, dice “un fanfiction sobre Jaime Guzmán”. En la portada se ve una imagen, al parecer creada con Inteligencia Artificial, de un espectral Jaime sobrevolando La Moneda con una bola disco en la esquina superior derecha. Dicha imagen transmite una sensación festiva, lo cual genera de inmediato una contradicción con la figura pública y política que los chilenos tienen (o tuvieron) del difunto senador de la república e ideólogo de la Constitución Nacional de mil novecientos ochenta; la Constitución de la dictadura que resiste hasta nuestros días, a pesar de un estallido social y dos plebiscitos. La contradicción a la que me refiero hace alusión a la supuesta figura eclesiástica y para nada festiva que nuestra cultura popular guarda sobre el señor Guzmán. Frente a esto, el título de la novela Yo no soy esa nos hace pensar de inmediato que este trabajo literario intentará develar otra faceta del político, tal como lo hacía la canción de Maritrini de la cual toma prestado su coro más icónico, que buscaba develar otra faceta del ideal femenino.
Así como en todo buen trabajo literario, el genoma de la obra está inscripto en las primeras páginas, pues comienza con la descripción de un video publicado en Youtube en el que se ve al senador aplaudiendo eufóricamente al espectáculo de Rafaela Carrá en el Festival de Viña del Mar de 1974. La voz narrativa que describe este vídeo es quién llevará el hilo de la historia. Me refiero a un escritor fantasma perteneciente a una casa editorial comercial de renombre que ha sido contratada para escribir una biografía de Jaime Guzmán, pero no una biografía cualquiera, con el tono señorial y correcto que se utiliza en las biografías de políticos, sino una con un tono más “humano” algo más “festivo” que sirva para limpiar un poco la imagen del fallecido senador.
“Yo he llegado a la conclusión de que, en realidad, los chilenos no conocen a Jaime Guzmán” (14)
El que habla en la cita es Juan Antonio Oróstica, uno de los amigos más cercanos al senador, y quien guiará al escritor fantasma por la biografía inédita de Jaime, un fanático del festival “capaz de recordar con extraordinaria nitidez, todas las anécdotas festivaleras, sabía de memoria qué artistas se habían presentado y cuándo se habían presentado, además de las canciones ganadoras de las competencias” (14).
La novela consta de dos grandes secciones. En la primera de ellas acompañamos a la voz narrativa en sus anotaciones que funcionan a modo de capítulos breves, cada uno cuenta una arista distinta del problema. Por un lado, el relato sobre la vida de Jaime Guzmán que el escritor recoge de los archivos y de las personas que lo conocían (como su ama de llaves), por otro lado, la relación del escritor fantasma con los diversos actores que componen su ópera, entre los que más destacan Juan Antonio Oróstica, V. (su jefa), Antonio Santis y Catalina, la bibliotecaria del archivo de la fundación Jaime Guzmán.
“Lo que trato de hacer es que entiendas que la Fundación quiere algo para reivindicar a Guzmán, pero algo fácil. Nada oscuro ni duro, ni difícil. Nada de ponerse experimental. Métete eso bien en la cabeza. Lo que importa es que la historia tenga un final feliz y que, idealmente, Guzmán se eche un buen polvo heterosexual, ya verás tú cómo” (p. 51)
Toda esta primera parte sirve para generar una especie de fuerza narrativa que explota y se desencadena de manera sórdida al final. El escritor fantasma cae en la desesperación por no poder lograr lo que sus jefes le piden. Visita todos los días la biblioteca de la fundación y se junta numerosas veces a conversar con Jaime Oróstica, su fuente directa, el mejor amigo del exsenador Jaime Guzmán, quien irá tomando cada vez más protagonismo e importancia a medida que avanza la novela.
De tanto leer sobre Guzmán comienza a entenderlo, a pensar y a sentir como él. El ejercicio que le pidieron es muy difícil: tiene que lograr que en su biografía la imagen de Jaime Guzmán sea varonil; quieren inventarle coqueteos con cantantes como Raffaela Carrá o Maritrini, algo que se imponga por completo a la imagen homosexual que en los últimos años se ha estado difundiendo como un secreto a voces entre la gente, sobre todo de la oposición. El escritor fantasma, por más que intenta encontrar algo que le asegure algún tipo de romance durante toda su vida adulta, no encuentra nada. Aunque tampoco logra dar con algo que lo dejara explícitamente como un homosexual. ¿Qué pasaba entonces con Jaime Guzmán? ¿Quién era esta persona? ¿Hay una tercera vía?
Es interesante que, para responder a esta última pregunta, Roberto eligiera plantear a esta novela como fanfiction. Esta superposición conceptual responde a una exigencia propia del siglo XXI, que es dar a conocer estos nuevos modelos de narrativa que, por más que los ignoremos, ahí están. Sabemos que existe Wattpad, sagas juveniles creadas por youtubers y todo un mundo de propuestas literarias de este siglo que, en lugar de responder a los modelos clásicos de construcción narrativa, como lo es la novela, deciden crear nuevas propuestas como el fanfiction, cuyo nombre en español significa “ficción [de un] fan”. Tengo entendido que hoy en día son muy famosos y se venden por montón, así lo demuestra El ocaso de los altos Elfos, un fanfiction de aventuras de Harry Potter que cuenta con miles de lectores alrededor del mundo, muchos más lectores a los que podría aspirar cualquier escritor de novelas “literarias” que suelen apostar más por la complejidad y profundidad temáticas, que por los cambiantes fetiches del mercado.
Pero volviendo al tema central, que la novela de Roberto sea un fanfiction le otorga cierto permiso para abrir un mundo totalmente fantástico a la biografía de alguien que sí existió y vivió en Chile y escribió la Constitución que sigue vigente hasta la actualidad. Es decir, creo que Roberto se pasó varios kilómetros en cuanto a lo que podría ficcionalizarse en torno a la verdadera biografía de una persona, aunque luego pienso que nadie nunca le ha puesto un límite a eso, y que más bien corresponde a un clásico ejercicio literario de la más antigua estirpe.
Se ha visto a Dante condenando al infierno a un sacerdote que estaba vivo incluso al mismo tiempo que él, como también a Cervantes echando al fuego libros cuya autoría pertenecía a poetas y escritores que estaban vivos al momento de la publicación, y otro sinfín de ejemplos que se repiten incluso en el cine, como cuando Tarantino mató a Hitler utilizando el mismo modus operandi que utilizó Suazo: usar la historia como un relato mítico al cual siempre se puede volver y modificar a nuestro antojo, puesto que ese es el germen más puro de la literatura.
“Todo esto me hace recordar un antiguo juego de los gitanos que consiste en contar mentiras mezcladas con verdades. Todos los participantes compiten en inventar historias cada vez más complejas, en que las mentiras se van entrelazando y disimulando con verdades, hasta que alguno de los presentes se cree una parte de ellas: ese pierde el juego.” (p.302)
A pesar de otros ejemplos que se me vienen a la mente, como Limónov, de Carrérre, o Matar a los Viejos, de Droguett, creo que el abuelo más directo de esta novela es Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño. Desde esa novela que no veía una caracterización tan compleja, aunque con un sutilísimo toque de malignidad, en la representación del grotesco equipo que conformaron los mandamases de la dictadura militar chilena.
Esta caracterización grotesca, o “carnavalización” diría Bajtín, está trabajada con el más pulcro detalle en la segunda parte de la novela, donde todas las líneas narrativas coexisten, se superponen y redundan con apreciaciones del mundo antiguo, la fascinación de Jaime por la historia del catolicismo y la espectacular narración de los rituales de la orden de San Jerónimo, que él formó con sus mejores alumnos de la Universidad Católica, entre los que se encontraba Juan Manuel Oróstica, lejos el personaje más brillante de toda la historia, y una de las voces principales.
A pesar de que Jaime Guzmán murió el año 1991 baleado por el FPMR afuera de una de las sedes de la Universidad Católica, durante los últimos años se ha hablado mucho de él, ya que se le ha presentado como uno de los artífices más grandes en el modelo de país en que se ha transformado Chile desde la dictadura militar hasta nuestros tiempos. Fue el fundador de la Unión Demócrata Independiente, partido considerado de derecha extrema, o derecha dura, como se dice, por sus posturas conservadoras y eclesiásticas, ligada con ramas de la iglesia católica como el Opus Dei. Es decir, su figura en nuestro país no es menor, sin embargo, no es tan grande y avasalladora como la de Augusto Pinochet, quien ha sido carnavalizado y humillado en numerosas novelas, películas, obras de teatro, pinturas y esculturas de toda clase.
En este sentido, creo que Suazo tuvo un gran acierto en referirse a este personaje en particular, para hablar de todo el “equipo” en general, dígase el dictador, la esposa del dictador y la policía secreta del dictador, en un ditirámbico episodio ocurrido en el palacio de Cerro Castillo, en Viña del Mar, la misma noche de 1978 en que Antonio Santis, el animador del festival de Viña, presentó la televisión a color en los canales de la Universidad Católica. Un capítulo caótico, sórdido y fenomenal en que la voz narrativa lo da todo de sí, y los recursos estilísticos utilizados llegan a su epítome.
Sin duda queda mucho más que decir sobre la novela (fanfiction) Yo no soy esa del profesor Roberto Suazo, como por ejemplo la amplia gama de conocimientos sobre el mundo antiguo y el medioevo desplegados en las reflexiones del “escritor fantasma” y de Jaime Guzmán, que hacen eco de temas que el autor ha trabajado en ensayos anteriores a esta publicación, como Víboras, putas y brujas (2018), ¿Macho y hembra los creó? (2020) y La humorista de Eleusis (2023). Todos ensayos literarios que problematizan los tabúes morales y éticos de la actualidad poniéndoles el espejo del tiempo al compararlos con la mitología y los símbolos provenientes del mundo antiguo, sobre todo en las construcciones sociales de género y su relación con el patriarcado y la dominación de los cuerpos.
También queda por destacar la puesta en escena de los dilemas actuales a los que se enfrenta el mundo del libro frente al avance de la inteligencia artificial y las comunicaciones. El escritor fantasma funciona perfectamente como un programa al que le hubieran instalado un prompt y tuviera que ejecutarlo sin poseer nunca a la capacidad de acceder a “un nombre” a pesar de la magnificencia de su obra. Un problema que podría tener tanto un autor como un programa dotado de conciencia obligado a reproducir lo que otros quieren, sin voluntad.
Tanto más queda por hablar o interpretar, pero hasta aquí llega mi lectura. Recomiendo a más no poder esta obra. Chisme político del mejor nivel, música del recuerdo, anécdotas festivaleras, mundo antiguo, Grecia, Roma, medioevo, el Vaticano, Viña del Mar, dictadura, Pinochet, San Jerónimo, Jaime Guzmán, Severus Snape, Raffaela Carrá, ascetismo, ataraxia, estallido social, de todo, amigo, de todo.
Si buscabas una buena novela que encierre de una manera creativa al Chile de los últimos cincuenta años, aquí está.