Crónicas de la impunidad (2024)
Olga Grandón Lagunas
Prólogo de Soledad Fariña
Pampa Negra Ediciones, Colección Pleamar
ISBN: 978-956-6297-05-5
80 págs.
por Tulio Mendoza Belio
Academia Chilena de la Lengua
Crónicas de la impunidad se titula este libro de la poeta Olga Grandón Lagunas, un texto necesario para que no haya olvido, para salvaguardar la dignidad humana, para respetar el sagrado y misterioso bien que es la vida.
“Impunidad”, “impune”: “que queda sin castigo”, nos dice el diccionario. Y entonces la escritura, como un acto de amor y de entrega, busca hacer justicia dejando huellas, registro de la memoria histórica, ya que una de las definiciones de poesía, según el poeta mexicano Premio Nobel de Literatura en 1990, Octavio Paz, es, precisamente, ser “el testimonio de los sentidos” y como tal, ser a la vez “la otra voz”, ese “decir que es un hacer que es un decir”: cuando digo, hago para decir de otro modo. Ese “otro modo”, constituye una verdad expresada en el “encanto de la forma”, según Pfeiffer.
La poesía es una forma más intuitiva y misteriosa de acceder a la realidad e interpretarla. En su discurso de recepción del Premio Cervantes, el escritor español José Manuel Caballero Bonald, afirmó: “Si es cierto, como opinaba Aristóteles, que la ‘la historia cuenta lo que sucedió y la poesía lo que debía suceder’, habrá que aceptar que la poesía puede efectivamente corregir las erratas de la historia y que esa credulidad nos inmuniza contra la decepción”.
Cómo se van ampliando los sentidos de la poesía que no es solo escribir versos. La poiesis griega, la creación propiamente tal, es capaz, nada menos que de inmunizarnos contra la decepción, una suerte de vacuna milagrosa y creativa. Y no hay peor asunto que la decepción, porque es un pesar y una frustración frente a algo que se creía otra cosa.
La poeta Olga Grandón Lagunas, en un vibrante y emotivo ejercicio de introspección del decir, en el cual ha experimentado extremas vivencias que se han plasmado en la palabra y que, por lo tanto, son la palabra misma y por eso mismo, poesía, nos emociona hondamente y nos ilumina sobre un tiempo que hubiéramos querido que nunca existiera.
Olga Grandón Lagunas, que mi memoria guarda en la amistad de las calles de Pencopolitania (así llamó a Concepción de Chile el poeta de Quinchamalí, Ramón Riquelme Acevedo), planta un árbol en medio de la plaza pública que también es este libro, pero como en el poema de Octavio Paz, es un árbol “danzante” y nos creció en la frente hacia adentro. Sus raíces, tronco, hojas y rizomas son estas crónicas, estos escritos como pinceladas, fragmentos, vivos recuerdos rescatados, flashes del asombro, dolor instituido.
Y por eso leemos y escribimos, para eso la poesía, para creer en ella, como ya hemos afirmado, porque esa “credulidad” no solo “nos inmuniza contra la decepción”, sino que funda la esperanza en una justicia necesaria que nos permita seguir mirando hacia el porvenir y sembrarlo de estrellas.
Enhorabuena, este libro como un gesto justiciero y una vacuna contra el olvido.