Lapvona (2023)
Ottessa Moshfegh (1981)
Alfaguara
ISBN
320 páginas
Ottessa Moshfegh es una escritora estadounidense y, de un tiempo a esta parte, ha venido transformándose, publicación tras publicación, en una reputada narradora a nivel internacional, siendo levantada por la crítica y la prensa cultural.
En Lapvona nos encontramos frente a una suerte de fantasía medieval, un libro distópico, en el que conocemos a Marek, un muchacho deforme y pobrísimo, que escala rápidamente por simples y complejas torceduras del destino, hasta ascender a la vida noble del castillo desde donde se organiza la vida de todo el pueblo, y desde donde se determina de manera directa o por simple dejación, cuál será el sino de ese pueblo pobre y candoroso. Se trata de una novela repleta de violencia, brujería, superstición religiosa y crueldad, que a ratos permite recordar a una línea narrativa que contendría nombres como Mariana Enríquez o, incluso, Mike Wilson.
En la monstruosidad de sus personajes flota, como contrapunto, la brutalidad de la humanidad toda. Sin embargo, no hay nada aleccionador en Moshfegh, nada en ella pareciera querer ser moralizante y, tal vez por ello mismo, el resultado de la violencia, crueldad y estupidez de algunos de sus personajes resulta todavía más insultante y evidente.
En Lapvona hay una constante sensación de crisis, como si todo estuviera siempre a punto de irse por el despeñadero. En ese sentido, es una novela que responde muy bien a los tiempos, a una época no solo postpandémica, sino que además, con una crisis en el ecosistema que también tiene su reverberación en la novela.
La muerte ronda cada una de las acciones de sus personajes, coquetea con ellos y los deja sobrevivir para mayor tortura. La muerte, en esta novela, está repleta de sinsentido, lo que provoca que la vida lo esté otro tanto. En ese intertanto, y a pesar de que sus personajes estén repletos de una religiosidad superflua —y tal vez precisamente por ello—, es que sus destinos carecen de una finalidad, su estadía en este mundo es un mero supervivir: a la pobreza, a la falta del agua, a los bandoleros que asolan la tierra cada tanto; mientras arriba, en el castillo, donde se enquista el poder, la gente se regocija con sus estómagos llenos a costa del pueblo, como en un espejeo del juego del capitalismo. En ese mundo, las mujeres solo están para guardar silencio, procrear, y generar una sensación de poder al ser poseídas.
Lapvona es una novela escatológica, violenta, que se regocija en la estulticia humana sin complejos, mostrándonos una y otra vez nuestra propia idiotez y, sin embargo, en ningún caso es una novela moralizante. Nada de eso. Hay algo en la brutalidad de Lapvona que es un espejo, que refleja exactamente lo que somos, sin adornos, pero sin ningún reproche. En ese juego amoral es que esta novela surte su efecto.