Apuntes de Presentación para “Esta rosa o el nadador” de Cecilia Rubio

Apuntes de Presentación para “Esta rosa o el nadador” (1) de Cecilia Rubio

 

por Marina Arrate Palma

 

Quiero agradecer el privilegio de haber sido invitada a presentar este  precioso libro de Cecilia Rubio, Esta Rosa o el Nadador, cuanto más cuando la presentación  se realizó en el Departamento de Español de la Universidad de Concepción, allí  donde estudié mi Magister en Literatura, y Universidad de Concepción que es mi Alma  Mater literaria. La presentación se realizó vía zoom el lunes 29 de noviembre de 2021 a las  18.00  horas.

 

Vamos al texto: el libro está compuesto de dos citas de entrada, una de  Barthes y otra de Monteleone; una introducción denominada “Liminar”, y luego  tres  secciones llamadas respectivamente “Como un mueble inútil”, “La obstusa muerte y otras  parafernalias” y “La vida breve”. Estas tres secciones son las que contienen el grueso de los  textos poéticos. El libro se cierra con una cita de Kafka, una de Clemente Riedemann, y la  última nuevamente, de Kafka, un extracto del cuento “La Muralla China”.

 

Debo decir que me centré principalmente en Liminar, aunque no  solamente, porque me llamó mucho la atención. “Liminar” es un metatexto del texto en sí,  que se extiende además en otros “biografemas” del libro. La primera  cita del libro que  corresponde a Barthes, como ya dije, habla de los “biografemas”, y nos anuncia desde ya  el carácter del libro de Cecilia Rubio:

“Si yo fuera escritor, y estuviera muerto,

como me gustaría que mi vida se redujera,

por los cuidados de un biógrafo amistoso y

desenvuelto, a ciertos detalles, ciertos gustos,

ciertas inflexiones, digamos “biografemas”,

cuya distinción y movilidad pudieran viajar

fuera de cualquier destino”. (p. 7)

 

Hasta ahí la cita de Barthes. Se anuncia desde ya, y más adelante se  explicita con claridad, una de las aristas más significativas de este libro de Cecilia Rubio.  Cito de “Liminar”: “Porque este libro fue escrito como único, quería que contuviera, a su  manera, todas las escrituras que he hecho: que fuera diario de vida, poema, comentario  crítico, cita, ficha, testimonio, entrevista, autobiografía, ensayo, interpretación o lectura y  sobretodo microficción y prosa poética…”(p. 9).

 

Ahora, si bien el texto aparece como una gran cita – la vida, la  autobiografía, entretejiéndose con los textos literarios – aparecen Coleridge, Kafka,  Shelley, Onetti, Barthes, L. Hernández, Monteleone, Gonzalo Rojas, Clemente Riedemann y  varios más – me parece esencial detenerse en el tono de la hablante. Tono que puede  confundirse con el temple de ánimo de la hablante, y seguramente sí lo es, pero prefiero  hablar de tono. Su tono es melancólico, pero no desgarrado, observador de todas  maneras, fino, escéptico, a ratos ligeramente irónico.

 

Cito, por ejemplo y al azar, este texto de la página 60:

“Sólo la emoción perdura

el verso, no”

  1. Hernández

(Aunque yo creo que es al revés)

 

La cita es de L. Hernández (que asumo se trata de Luis Hernández  Camarero, poeta peruano de la Generación del 60). El comentario a continuación, de  Cecilia Rubio, refuta la aseveración de L. Hernández. Es decir, el verso perdura,  la emoción  acaba. Tiene razón Cecilia Rubio, la Scribens. En la página 89, Cecilia Rubio nos aclara: “La  sinceridad y la coherencia de la escritura que me interesa es de orden vital, pero insisto,  está en otra parte, y no sabría decir dónde. Quizás ayudaría pensar en esto: Barthes  distinguía cuatro figuras de autor, por decirlo de alguna manera, la Persona, que  corresponde a la identidad civil; el Scriptor, que es su imagen social; el Auctor, donde el yo  es garante, y el Scribens, que designa al sujeto de la práctica de la escritura. Ya he dicho  que el que a mí me interesa es éste último” (p. 89). Esto lo dice ya Cecilia Rubio en  “Liminar”: “Me  gustaría escribir “el” margen de todos los libros, al margen y en el margen.  Por lo demás, el que me interesa es el Scribens, el sujeto de la práctica de la escritura, en  el decir de Barthes” (p.9).

 

Y así, cada vez que escribo el nombre de la autora, Cecilia Rubio, la  Scribens, la escritora al margen, íntima, del margen, me pregunto quién escribe  finalmente. ¿Quién es la que escribe? Un sistema de signos y señales, cual flechas de una  señalética en un lugar intrincado, van a señalar el nombre de la autora, Cecilia Rubio. Un  día – y esto es ya mío – desperté pensando que el yo que aparece en la escritura, en las  escrituras, es uno de los tantos ecos que se pierden entre las montañas. Una forma lírica  de hablar de algo que ya conocemos, quizás, y que no voy a desarrollar aquí. Pero  volvamos al texto de Cecilia Rubio.

Y así, a propósito de “biografemas”, de diario de vida, de autobiografía,  que es una de las aristas de este libro complejo, interesante, atractivo y potente de Cecilia  Rubio, no puedo no dejar de citar a Regine Robin, que sostiene como la autoficción es  “una escritura trabajo de duelo, a la vez de deconstrucción de la ilusión ‘biográfica’, y de  reconstrucción, elaboración de un lugar distinto, no aleatorio, lugar de verdad. Esta sería  la tarea imposible de este objeto inasible que es la autoficción” (2).

 

Cito nuevamente del libro de Cecilia Rubio: “Me interesa el gesto de  escribir como un modo de abordar la extrañeza del mundo. También eso que Emar  llamaba “escribir para sí”. Por eso me gustan las escrituras íntimas, los diarios de vida, las  anotaciones marginales, los comentarios aleatorios, las bitácoras, la palabra que surge  entre lo vivido y lo imaginado, el yo y su alter, como cuando Felisberto Hernández escribe  El Diario del Sinvergüenza. Hacer un personaje de sí mismo. Por qué no. O Vallejo”. (p. 99)

 

Algunos biografemas:

“Magdalenas

Tenía casi a diario la experiencia proustiana del olor. La primera vez limpiaba el   piso y de pronto tenía unos seis años y en casa se preparaba la cena de Navidad.   Fue una visita larga, de la que emergió algo molesta sacudiendo la cabeza. Miró   detenidamente a su alrededor buscando explicaciones de haber visto vivos a los   muertos, se fijó entonces en el envase del líquido limpiapisos y leyó: olor a pinos.”   (p.26)

 

“1973i

Una mañana mi madre salió temprano y volvió con juguetes: lazos con mangos de   madera para mi hermana y para mí, y un camión de colores para el más pequeño.   Nos fuimos a jugar al patio, yo estaba contenta, pero de todos modos extrañada,   así que le pregunté a mi hermana por qué mamá nos hacía esos regalos en un día   cualquiera; ella me dijo que era para que no nos diéramos cuenta de que íbamos a   morir”. (p.36)

 

Ambos textos citados pertenecen a la primera sección llamada “Como un  mueble inútil”, que gira principalmente en torno a los recuerdos de infancia, y que  toma su título de un verso de un poema de Pablo de Rokha, incluido en esta misma sección.

 

“Y sin embargo, no me interesa tanto ese tipo de sinceridad del que habla  Onetti cuando dice que no se puede escribir Hambre a lo Knut Hamsum y pesar cien kilos”  (p. 89), nos advierte la autora en la tercera sección llamada precisamente “La Vida Breve”.   La ironía aparece nuevamente. Tendría que haber sido un flaco angurriento, pensé yo. Así   es que me puse a mirar fotos de Knut Hamsum. Y era alto y delgado. El problema con Knut  Hamsum es que escribió como los dioses, pero ofreció la medalla del Premio Nobel a su  admirado Joseph Goebbels, y mantuvo una entrevista con Hitler, a quien le escribió una  elogiosa necrológica. Supongo que es esta discordancia entre vida y obra a la que se  refiere Onetti, con ácido humor, y que Cecilia Rubio revisa a su vez, no porque haya que  defender a Knut Hamsum y su falta de visión, sino porque sostiene precisamente que lo  que le interesa es el Scribens: “Pese al gusto por la sinceridad, por el flujo, los intercambios  y las continuidades entre obra y vida, me sigue pareciendo que la creación literaria se da  en otra parte o al menos no necesariamente en la actuación o performance social”. (p. 89).  Todo esto, digo yo ahora, para impugnar el presupuesto que ha elevado la relación entre  vida y obra a cimas imposibles. Y enfrentadas a este peliagudo problema, cito nuevamente  a Cecilia Rubio que culmina esta reflexión con la mezcla de ironía y melancolía que ya  hemos señalado: “Pero, no se trata de romperse la frente contra el muro y dejar  chorreando la piedra azul del alma” (p. 90).

 

Y llegadas a este punto, es menester señalar que con esta poderosa  batería de presupuestos —tan ricos en sugerencia y alcances—Cecilia Rubio ha instalado un  proyecto de largo alcance, aun cuando sostenga que este es un libro único. Precioso libro  de Cecilia Rubio, preciosa escritura, que nos habla como quien estuviera contándonos un  secreto, ese murmullo apagado, la rosa del título, ese roce entre lo vivido y lo imaginado,  entre lo vivido y lo recordado, entre lo vivido y lo soñado, con una elegancia destilada y  precisa. Confío en que este libro se abra paso en el campo literario hegemónicamente  masculino, habida cuenta su riquísimo aparato conceptual y su fina escritura.

 

Para terminar, quisiera citar otro de los biografemas del libro, titulado  Teatro, como un modo de invitación a la lectura de este bello libro, tan suave en  apariencia, como fulminante.

 

“Teatro

 

Entré a la sala ya oscura, no había dónde sentarse, pisando y tanteando llegué a   sentarme en un peldaño. Eso fue justo cuando la mujer coja arrastraba una maleta   por un eriazo y un hombre la seguía, insistiendo en ayudarla; justo cuando empezó   a sonar el Adagio. La escena era oscura como la sala y la música a todo volumen   retumba en mi pecho todavía, astillándolo. Hacía poco tiempo que yo había    llegado a Santa María y la escena me impactó como un presagio: un trigrama    perfecto – el del arte – lo formaban Albinoni, Kafka y Orson Wells, y el otro era el   trigrama de la desdicha, y en eso también eran perfectos mayo, la humedad y los   eriazos” (p. 92).

________________________________

 

Citas:

 

1.- Cecilia Rubio: Esta rosa o el nadador, editorial Gluck, 1a edición, julio 2021,  Santiago de Chile, con diseño de Das Kapital editorial.

2.- Cita de Regine Robin, en Fuentes Hispanísticas 52, Presentación Biografía,  autobiografía, memoria y testimonio, por Rocío Romero Aguirre, p.13. (La cita de Regine  Robin pertenece a “La autoficción. El sujeto siempre en falta”, Arfurch, Identidades,  sujetos y subjetividades, p. 57), en: https://biblat.unam.mx o en:  https://www.academia.edu

 

Lo que leímos

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *