Frenesí del conejo universal (2020)
Diego Materyn (1983)
Editorial Elefante
ISBN: 978-956-09126-9-5
144 páginas
Frenesí del conejo universal es un libro como un arrebato, una galería de personajes que se suceden y alternan para pararse bajo la misma luz cenital, mirar directamente a su audiencia y lanzar sus monólogos. Un grupo de quinceañeros, estudiantes, partes de la unidad difusa constituida por la sala de clases van arrojando sus conciencias sobre el papel. Y con ello van revelando una dinámica escolar, e incluso el espíritu de su generación, con todas sus incertezas y devaneos.
Mateo Coseitún, Ignacio Latour, Agustina Leto Rosso, María Saraintaris entre otros alumnos se repiten uno tras otro para relatar sus miedos y angustias, la visión que poseen de sus pares, también las escisiones que hay entre ellos y el mundo adulto que los rodea, mundo que más allá del profesor que se apersona para fracasar en las aulas no consiguen penetrar la dinámica juvenil.
Las voces de estos jóvenes transmiten nada más que sus pensamientos, con todas las nimiedades, banalidades y sueños superiores. La chica linda de la clase que es consciente del influjo que ejerce en sus compañeros, así como lo es de sus propias características el que lidera sobre las personalidades achatadas, la joven levemente desequilibrada, la camarilla que se limita a secundar; todos están allí, y se nos adelantan para comparecer.
“es asombroso: yo simplemente existo y los varones se encienden”
La que primero salta a la vista es el tono del narrador. No hay casi registros del habla que uno esperaría de estos muchachos. Por el contrario, Materyn escapa de cualquier asomo de naturalismo. No pretende registrar las hablas, ni recurrir a las muletillas más obvias. Por el contrario, estos jóvenes despliegan sus conciencias con todos los merodeos del lenguaje y la complejidad de la construcción en las frases escapa de lo que cabría esperar del habla juvenil. Esta elección de Materyn es la que posibilita producir profundidad en los devaneos, mostrar el ambiente angustiante de la sala, la complejidad de las relaciones y jerarquías que se producen.
“Lucía Amerisso es la que más se anima a estar viva. Azul Fagote es la que elige no juzgar para no ser juzgada. Facundo Jácaro es el que va a traer desde Asia un avión cargado de filipinos cuando se reanude el tráfico de esclavos. Zaira Moneo es la que más suscita en su novio las ganas de meterle un dedito. Ana Clara Vuotto es la que sala las segundas mejores notas de la clase y la que tiene la personalidad hecha una madeja. Martín Zarif es el que tiritó de frio cuando era un niño de pecho y ya nunca se le pasó”
Y es que en este relato coral todos tiritan de frio. Tiritan porque son niños que no se han dado cuenta que ya tienen cuerpos de adultos. Porque siguen protegidos por un sistema educacional y, sin embargo, ese sistema educacional tiene tantos fallos como alumnos, del que siempre se espera más de lo que puede dar, porque solo tiene respuestas estándares para los disímiles Mateo Coseitún, Ignacio Latour, Agustina Leto Rosso, María Saraintaris y trata de igualarlos, mientras Diego Materyn los vuelve individuales, particulares y, sin embargo, identificables en cualquier sala de clases. No se limita a bosquejarlos, por el contrario, los hace comparecer de cuerpo completo bajo la luz cenital del escenario que es Frenesí del conejo universal.
Porque, como es claro, al hablar de salas de clases hablamos principalmente de dinámicas grupales, de roces y presiones, incluso de la tensión sexual que cruza entre el grupo juvenil que se descubre a sí mismo como hombres y mujeres independientes. Frenesí del conejo universal tiene la virtud de mostrar a estos individuos con sus particularidades dentro de un grupo que funciona como una masa informe y consigue develar las conciencias juveniles de quienes lo componen.