Fiebre (Sergio Guerra)

Sergio Guerra (1989)

Fiebre (2020)

Editorial Anagénesis

62 páginas

 

Todo ocurre con un encuentro fugaz y estremecedor: el narrador se topa a los piromanistas, seguidores de Abraxas, y su forma radical de ver la poesía. Ellos dirigen lo que parece una acción de arte: queman sus poemas escritos y a veces lanzan sus versos apenas los escriben. Lenguaje que pronto es vuelto ceniza, versos memorables y paupérrimos que ven como único destino la desaparición. Un segundo encuentro en una azotea capitalina permite al narrador conocer más a estos personajes y encontrarse con lo que será el material de Fiebre: narrativas que los piromanistas se niegan a quemar, pues la poesía es la única que goza del estatus purificador que otorga el fuego y la bendición de su dios agnóstico.

Fiebre es la primera novela de Sergio Guerra, reeditada el año pasado por Editorial Anagénesis. Dividida en breves capítulos, reconstruye parte de las acciones y eventos que envuelven, como las llamas a la yesca, a una serie de personajes que resisten bajo el mandato del fuego. Autores y protagonistas de estos fragmentos no-quemados, se apegan a esta agrupación cuyas creencias se enlazan a una multiplicidad de significaciones y simbolismos, alimentando unas llamas que jamás cesan. Quizás la vinculación más interesante en este punto es la que establece el fuego con el calor corporal que somete al sujeto a un estado de fiebre, donde la escritura y la percepción de la realidad se elevan a un plano embriagador, alucinatorio y leve de las cosas. Bajo este estado, los piromanistas profieren constantemente reflexiones altisonantes en torno a la realidad socio-política, por ejemplo, dice el poeta Ramírez: “El centro de Xile no es una urbanística, sino que se acerca más a una poética o una plegaria o una monstruosidad sin tacto una especie de zona cero” (pág. 12).

En la contraportada Carlos Henrickson propone que los personajes de Fiebre, más que padecer de embriaguez, están intoxicados, profesan fe y descrédito al acto de la escritura, no así a lo poético, ese acontecer efímero entre la articulación del poema y su incineración. Lo poético de la quema del poema que provoca una combustión iluminadora para luego cerrarse en su oscuridad, contraste perfecto de una comprensión de mundo dolorosamente intensa y breve. De acá que los personajes vayan transitando y dialogando, poniendo en común su desconcierto y disconformidad frente a la realidad, sus vidas desenfrenadas y sus proyectos literarios. Uno que destaca dentro de la novela es Boxeador, un fabricante de sustancias ilegales que trabaja bajo las narices de las autoridades: un cocinero de metanfetamina y un alucinado de la música que cuenta las historias que el narrador y Ramírez escriben como parte de sus proyectos literarios, obras conceptuales que buscan por sobre todo exponer las trizaduras de la realidad, una que a veces ni siquiera sucede, leemos de la página 26: “A veces pienso que cada poema quemado es un fragmento de un universo que nadie conocerá. Como en la muerte accidental de un autor joven, la obra disuelta en la virtualidad de su potencia abre un agujero enorme, unas fauces de vacío en cuyo fondo se agita una tormenta de poemas en llamas”.

La segunda parte, “Noche de ruedo”, es por lejos más arriesgada y alucinada que la primera, que se centraba en contar y explicar los postulados y los modos de vida de los protagonistas. A partir de un retiro, los personajes se reúnen para develar el sentido de su existencia tribal. Esta huida de la ciudad es un desprendimiento, una mecha que se prende en la punta de los párrafos y que van quemándose, perdiéndose en un devaneo poético que intenta abrazar y abrasar todo a su alrededor, sobre todo a las personas, leemos de la página 30: “La descubro con mirada de águila sobre un árbol apoyada con su brazo desnudo y extendido sobre el tronco. Su expresión me transporta a una incógnita. Una dimensión desconocida que no reconozco y se deja sospechar en su inagotable mirada perdida al rincón multiforme de los acontecimientos”.

Guerra plantea una especie de novela-manifiesto poético en que ofrenda a sus personajes, les imprime arrojo y los empuja a aventurarse en una vida antisistema, libre y fantasmagórica que indaga en las manifestaciones del fuego, tanto como rugido de protesta, rechazo ante una realidad político-social inaceptable y una vida atada por imperativos utilitaristas. ¿Qué puede hacer el poema frente a esto si apenas es existencia visible?

Nicolás Meneses

Profesor y editor. Autor de diversos libros.

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