Mercedes Halfon: “Una es la que escribe, ordena, edita y eventualmente publica y eso conlleva una gran responsabilidad”

Fotografía: Catalina Bartolomé

Fotografía: Catalina Bartolomé

 

Dos libros se han publicado en Chile de Mercedes Halfon: El trabajo de los ojos (2019) y Diario pinchado (2020), ambos por Lecturas Ediciones. Diego Zúñiga cataloga su primer trabajo narrativo, El trabajo de los ojos, como “un debut tan hermoso como delicado. Un texto que transita por lo autobiográfico con elegancia e inteligencia”. Elogios que suman y siguen a su nueva novela, Diario pinchado, de la cual Sebastián Gómez Matus dice: “es un libro audaz en un sentido doble porque critica algo que muy pocos se atreven a criticar: el sistema de becas mundial y los escritores institucionales o becarios eternos, en este caso poetas lamentables”. Otras muchas cosas que hizo/hace Mercedes Halfon: crítica de teatro, actriz, asistente de dirección, directora. En poesía ha publicado Tres islas (2011), Lámparas ideales (Ediciones Liliputenses, 2019), entre otros títulos.

De la pandemia, de su segundo libro editado en Chile, de poesía y su relación con el país hablamos con ella.

 

– ¿Cuál es la rutina de Mercedes Halfon?, ¿qué peso tiene en ella la escritura?

No tengo hábitos muy rígidos porque soy madre de un niño pequeño y trabajo como periodista, entonces por una cosa o por la otra, mis días siempre van cambiando. Digamos que ambas prácticas me enseñaron a poder combinar la rutina y la improvisación. Por lo general trabajo mucho para ganarme la vida, pero a veces se abre un tiempo para escribir, que por ahí son dos o tres días en una semana en los que puedo concentrarme un poco más. Y ahí aprovecho para avanzar con algunos proyectos que tengo en marcha. Sino por lo general escribo algunas horas de noche, cuando mi hijo duerme, la ciudad está más silenciosa y ya no tengo urgencias laborales que entregar.

– Estamos sumidos en una pandemia mundial con consecuencias todavía incalculables. ¿Cómo te sientes frente a esta contingencia? ¿Qué lugar le das al libro y a la literatura en este contexto de reclusión?

Personalmente esta cuarentena me permitió leer más que nunca. En la lectura se da esa conexión profunda con unx otrx, con los pensamientos, la imaginación y las vivencias de otrx, algo que por el aislamiento era mucho más difícil conseguir por otra vía. La suspensión de la vida social me dio tiempo para eso y la verdad es que fue buenísimo, más allá de la angustia de no poder ver, durante mucho tiempo, a los seres queridos. Entre las cosas que leí, una fue Mirarse de frente de Vivian Gornick, una serie de ensayos autobiográficos, donde ella habla sobre ciertos hábitos o rutinas suyas, como la de caminar por la ciudad. Lo hace en un ensayito que se llama “Vivir sola” en el que defiende ese lugar tan complejo que es resistir la propia soledad y no salir a buscar pareja, amigos o lo que sea que nos disipe esa aspereza de la mañana, o esa melancolía de la noche estando sola. Me resultó muy revelador, justamente en medio de la pandemia, en la que la idea de los paseos, de ver el mundo, de encontrarse con amigos estaba cancelada. Obviamente caminar es hermoso y viajar también lo es, pero ese ensayo me permitió pensar en qué otras maneras se pueden encontrar para convivir con una misma. Algo nuevo apareció con esa lectura, algo que estaba en el libro y a la vez no, que se sumó por leerse en este contexto. Creo que eso pasa siempre con la literatura, porque los textos están vivos, están de algún modo inacabados, van tomando nuevas formas en la lectura, aún en momentos extremos y eso es algo que nadie puede predecir.

– Eres una autora que ha pasado por prácticamente casi todos los géneros. Empezaste con poesía, pero últimamente te has inclinado por la narrativa. ¿A qué responde el cambio? ¿En qué quedó tu escritura poética?

Sigo escribiendo poesía, aunque menos. La narrativa apareció hace unos años y me tomó por completo, porque encontré que se me daba con fluidez y con la poesía venía un poco trabada. Necesitaba una serie de condiciones extraordinarias para escribir un poema, tenía unas pretensiones que me tornaban la escritura por momentos inaccesible. La narrativa, o este tipo de textos que escribo, que tampoco tengo claro a qué género pertenecen, aparecieron y me abrieron un camino, estoy escribiendo todo el tiempo y eso me parece valioso, que la escritura fluya, que nada la detenga. Obviamente que a veces no es tan fácil, puede llegar a ser doloroso, se entra en estados de ansiedad bastante extraños vistos desde afuera, pero el entusiasmo persiste. Esa distensión que se produjo al abrirme a la prosa provocó que también, cada tanto, aparezca un poema.  Sin buscarlo, como quien encuentra dinero olvidado en un bolsillo de un viejo saco. De todos modos, mi relación con la prosa sigue estando mediada por la poesía, el modo de pensar la estructura de los textos –que cuentan un cuento, pero también lo suspenden—de escribir y corregir –leer en voz alta, pensar las frases desde su sonido o su acentuación—y más. Es mi primer escuela, leo y pienso en poesía casi todo el tiempo, así que finalmente no creo que estén tan separadas.

– En Chile te hiciste conocida por El trabajo de los ojos, un libro que aborda los problemas a la vista de la narradora, corporizando en la escritura la experiencia de la mirada. ¿Los problemas a la vista pueden cambiar/desajustar la percepción de las cosas y la escritura?

Creo que todo el libro intenta responder esa pregunta. En realidad esa pregunta nace de mi dificultad para mirar y la reflexión sobre por qué, siendo que me cuesta ver, lo que quiero hacer es eso: mirar, leer, escribir, cosas que se hacen con los ojos. Mientras estaba escribiendo este texto, leí en algún lado que el estilo nacía de la debilidad. Todo lo contrario de lo que el sentido común indicaría: que la posesión de un estilo en el arte sería alcanzar una cierta perfección en la ejecución de las formas. Acá se proponía pensar que el estilo estaba en la falla, en el síntoma, el error convertido en programa, y la escritura como lo que hace cuerpo ese error. La idea me resonó profundamente por el modo en que se inició el proyecto de escritura de este texto, el estrabismo, una falla que me había marcado desde siempre. Esa debilidad constitutiva de mi cuerpo había sido el motor de mi escritura.

Diario pinchado utiliza el formato diarístico para contar un viaje a Alemania de la narradora, un registro que se va llenando no solo del acontecer del viaje, sino de un montón de citas a autores como Benjamin, Brecht. ¿Escogiste esta forma para ampliar las posibilidades expresivas del texto? ¿Crees que el diario es una opción que da mayores libertades que una novela tradicional?

Un diario tiene sus convenciones, en principio es una escritura íntima, en la que solo vas a conocer lo que pensó y sintió una persona determinada en un momento y un espacio puntual. Con todas las ambigüedades, las contradicciones, los cambios de opinión o de ánimo repentinos, toda la complejidad que tiene la vida. Me interesaba ese registro, porque me permitía ser más libre o más arbitraria para transmitir ciertos estados de confusión en un momento muy delicado de la vida de la narradora en la que está en una crisis terminal con su pareja. Por supuesto que al tratarse de una reconstrucción de un diario y no de un diario real, hay una estructura y unas líneas narrativas que se van desarrollando en una dirección, no es todo tan azaroso. Con respecto a las citas, mientras estaba escribiendo fui leyendo a esos autores que mencionás, porque me servían para pensar, para documentarme y fueron armando una suerte de Berlín mental. Finalmente introduje las citas, porque habían sido parte del proceso de escritura y me gustaba de algún modo abrirlo, me permitía también descansar de la voz de la narradora y seguir reflexionando o amplificando ciertas cosas que ella dice en el diario.

– Cuáles son los límites de la propia intimidad en un diario. ¿Crees que hay experiencias que no podrías escribir en uno? En ese sentido, ¿cuál ha sido el diario qué más te ha sorprendido?

Creo que los límites tienen que ver con la vida de otrxs que eventualmente aparecen en un texto íntimo o autobiográfico. Una es la que escribe, ordena, edita y eventualmente publica y eso conlleva una gran responsabilidad. Mientras escribía Diario pinchado leí varios diarios, como el bellísimo Berlín también se olvida de Fabio Morábito, o Mi descubrimiento de América de Mayakovski, que transcurre en México. Son dos textos muy potentes, muy honestos y divertidísimos. Recuerdo sobre todo el de Morábito porque es un diario de un escritor en Berlín, que va contando su día a día, pero en un momento toma distancia de eso y narra situaciones imaginarias o que a mí me parecieron invenciones. Estaba hablando del muro de Berlín y cuenta un hecho extraño, como si fuera que alguien planta una huerta en el espacio de tierra que quedaba entre el muro y la ciudad. No era eso, no recuerdo bien qué era, pero en el momento me pareció que él se permitía abandonar el registro realista e ir hacia cosas que podrían haber ocurrido aunque fueran delirantes. Eso me gustó mucho, me dio una idea que era la de empezar a avanzar hacia zonas posibles aunque irreales, que es a donde el texto mío terminó yendo.

– Además, Diario pinchado parece una crítica indirecta a la escritura proyectista de becas y legitimaciones que van más allá de una obra. Se pregunta por qué tipo de literatura estamos construyendo, qué autorías, un debate que se tomó hace un par de meses la discusión en Chile. ¿Cómo se construye o debería construirse una autoría?

No sé si tengo tan claro cómo debería construirse una autoría, pero voy a intentar contestarte. Por un lado, algo que veo en mi experiencia como escritora y también como gestora, es que la escritura de proyectos para becas, o para subsidios, muchas veces termina forzando un modus operandi quizás más natural, porque para quien los presenta la idea se pone por delante de la forma, de la escritura misma, incluso del deseo. Y eso es un problema en el que estamos todxs un poco metidos. Ahora en la novela pasa otra cosa. El texto empieza con una frase de Witold Gombrowicz “Este diario tiene el mismo derecho a la existencia que un poema”. Es el mismo autor que escribió un pequeño ensayo llamado “Contra los poetas”. Si se lee bien, ahí lo que critica no es a la poesía sino a un tipo particular, la de las grandes frases, las nobles verdades, como esculpidas en mármol. Está en contra de lo que Tamara Kamenszain llama “los vates”. Y que ocurre fuera de la poesía también, que son esos escritores en cuya obra no hay ningún hueco, ninguna grieta, ninguna vacilación, que tienen clarísimo que nacieron con algo para decir. La frase de Gombrowicz aparece para decir que lo que viene a continuación no es algo importante, como un poema tampoco lo es. La narradora de la novela mira un poco desconfiada ese mundo de la literatura como algo importante, remunerado, premiado, etc. Pero la vida que termina teniendo en Berlín, al costado de las luces de los becados, termina siendo un poco como un poema. Pensando la poesía como ese relato marginal, de algún modo inútil, que se escribe al costado del mercado. Esa es la poesía que me interesa, y que intuyo que a Gombrowicz también, y ese es el sentido de esa frase inicial. Ella en su experiencia, esos recorridos laterales que hace por la ciudad, por el bosque, va viviendo un camino parecido a la poesía. En ese sentido la frase de Gombrowicz apunta a decir que la poesía que vale la pena, es un poco inútil.

– Para terminar. Sabemos que tus libros circulan en Argentina y España. ¿Nos podrías contar tu experiencia con los lectores chilenos?

La verdad es que con los lectores chilenos no he tenido un contacto directo porque ¡nunca pude ir! Sé que al libro le está yendo bien, me entero por las redes; y El trabajo de los ojos, que es mi libro anterior va a tener su segunda edición en Chile y eso es algo que me alegra infinitamente. Sí tengo relación fluida con la literatura chilena, porque soy muy fan, esta cuarentena estuve leyendo a María Luisa Bombal, a Alejandro Zambra y a Enrique Lihn y lo he disfrutado muchísimo. Habría que ver cuando se puede viajar de nuevo, para ver si finalmente puedo conocer Santiago. Digo esto para meter presión a mi querido editor Felipe Gana, quizás podamos presentarnos a alguna beca, jajaja.

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