Catalina Jiménez García-Tello escribe desde la distancia, pero también desde una cercanía profundamente íntima con el lenguaje, la memoria y la experiencia emocional. Chilena radicada en Japón, es autora de Cosas que parecen permanentes, una novela publicada por Editorial Overol que reflexiona con sutileza y hondura sobre los modos en que habitamos el cuerpo, el dolor y el tiempo. Su escritura, afinada y certera, conecta con una sensibilidad crítica y afectiva que dialoga tanto con la literatura como con la vida cotidiana.
En su novela debut, Catalina explora la adolescencia desde una perspectiva emocionalmente compleja, centrada en Constanza, una joven que empieza a percibir el mundo con una mezcla de extrañeza, desajuste y lucidez. La voz narrativa se articula desde una interioridad intensa que no busca dar respuestas, sino compartir preguntas: ¿dónde habita el yo? ¿Qué cosas, aunque frágiles, nos sostienen? La novela no impone verdades, sino que ofrece compañía, diálogo y representación, especialmente desde una mirada bisexual que escasea aún en la literatura latinoamericana.
Instalada en Japón, Catalina ha encontrado en la rutina tranquila y en el desapego del ritmo vertiginoso una forma de vida que le permite escribir y pensar desde un lugar más habitable. Lo más enriquecedor de vivir allá, según confiesa, ha sido construir una vida sin ruido: «una rutina de mucha calma, que es el tipo de vida que siempre he perseguido». Pero esa calma convive con el desafío de habitar un sistema burocrático rígido y a menudo excluyente para quienes vienen de fuera.
Catalina es también Catacronopio, su alter ego digital y literario, que desde la adolescencia la acompaña en su escritura pública. Su blog, nacido en plena era de los primeros blogs personales, fue el inicio de una vocación: usar la escritura como forma de comunicación genuina. A través de ese seudónimo, que mezcla su nombre con la invención cortazariana, Catalina ha construido una comunidad de lectores y lectoras con quienes comparte lecturas, vivencias y pensamientos críticos.
Entre sus referentes literarios se encuentran autores y autoras que conjugan el terror, la alegoría y la crítica social: Kurt Vonnegut, Shirley Jackson, Mariana Enríquez y Liliana Colanzi. Admira en ellos la capacidad de tratar temas desgarradores sin solemnidad, con humor, oscuridad o extrañeza. También menciona la influencia de Han Kang, Barthes y las hermanas Brontë, quienes han modelado su sensibilidad literaria.
Desde su lugar de enunciación —una hispanohablante viviendo en Asia—, Catalina problematiza la hegemonía del español peninsular y reivindica la riqueza del español chileno, ese que a menudo se desacredita por prejuicios de clase o por estándares académicos coloniales. Su reflexión sobre el lenguaje, atravesada por su aprendizaje del japonés y la vida en un entorno multilingüe, le ha permitido redefinir su identidad lingüística y su relación con la escritura.
La escritura de Catalina no busca respuestas definitivas ni fórmulas universales. Se opone al juicio rígido sobre lo que es o no es “buena literatura” y desconfía de los cánones impuestos por quienes han ocupado históricamente los espacios de poder. Para ella, escribir es una forma de estar con otros, de ofrecer consuelo y compañía en medio de lo inestable, lo doloroso o lo incierto.
Actualmente, Catalina proyecta dos caminos de escritura: uno más íntimo, vinculado a su experiencia japonesa, y otro más ambicioso, un sueño a largo plazo: escribir una novela de terror a la altura de sus autoras favoritas. Aunque confiesa que escribir ficción pura le resulta un desafío mayor, sabe que ese deseo está vivo y que algún día —quizás incluso tomando toda una vida— podrá darle forma.
En Cosas que parecen permanentes, y en todo lo que escribe, Catalina Jiménez García-Tello abre un espacio de escucha, de ternura lúcida y de rebeldía delicada. Leerla es entrar en una conversación sin pretensiones, pero profundamente transformadora. Una conversación necesaria.
¿Cómo ha sido tu experiencia adaptándote a la vida en Japón?
Creo que en general no ha sido tan difícil. Aunque a veces me quejo, la vida que llevo en Japón me gusta mucho y me hace muy feliz. Creo que lo más enriquecedor ha sido poder construir una vida y una rutina de mucha calma, que es el tipo de vida que siempre he perseguido. Esto me ha permitido darle espacio mental y emocional a cosas a las que quizá en Chile no podía darles tanto espacio porque vivía siempre muy tensa y nerviosa.
¿Qué ha sido lo más desafiante?
Lo más desafiante ha sido quizá aprender a adaptarme a lo que yo le llamo “las mañas japonesas”. Aunque se piensa que Japón vive en el futuro, en muchos aspectos la verdad es que es como si viviera en los 80. Muchos procesos son extremadamente anticuados, lentos y enredados. Ha sido sorprendente descubrir que muchos trámites en Chile son mucho más modernos y eficientes. Acá se usa demasiado el correo físico, el llamar por teléfono, te piden millones de papeles pa cualquier cosa y los sistemas rara vez están hechos para considerar los nombres de personas extranjeras.
La vida que llevo en Japón me gusta mucho y me hace muy feliz.
¿Cómo nació Catacronopio? ¿Qué te motivó a iniciar este blog?
Desde chica que me gusta escribir, y cuando llegó el internet a mi vida y me enteré de que existían espacios en los que podía poner mis textos y otras personas podían leerlos —los blogs—, fue muy natural decidir empezar a usarlos. Siempre sentí que era importante que lo que escribiera estuviera “en el mundo” y no solo en mis cuadernos si es que quería usar la escritura como una forma de comunicación. En esos tiempos, también, cuando tenía como 14 años, el internet era distinto al de hoy, era mucho más una tierra de nadie en la que podías probar sin mucha presión de nada. No esperaba que nadie me leyera, pero con que mis textos ya estuviera en “el mundo” era suficiente. Era como jugar a que decía algo importante, y poco a poco el juego se empezó a transformar en un diálogo real con personas de verdad.
¿Cómo creaste ese nombre?
Sobre el nombre, es una historia muy poco emocionante (risas). Estaba en el colegio, necesitaba un nickname para alguna de las redes sociales o blogs que me estaba haciendo y en ese entonces estaba en mi época de obsesión cortazariana así que agarré a mis personajes favoritos y los combiné con mi nombre. No sabía que iba a seguir usando el mismo nickname a los 30 años. He pensado en cambiarlo, pero me sigue gustando mucho Catacronopio.
Además de Cortázar, ¿cuáles son tus referentes literarios o autores/as que han influido especialmente en tu forma de escribir o en tu sensibilidad?
Mi respuesta podría cambiar con el tiempo, pero por ahora creo que mis referentes más importantes son Kurt Vonnegut, Shirley Jackson, Mariana Enríquez y Liliana Colanzi. Siempre pienso que me gustaría escribir como ellos. Lo que más me gusta de Vonnegut es cómo trata temas desgarradores con mucha trivialidad. Esa forma de escribir tan transparente, tan carente de melodrama y de heroísmo, me da la sensación de que permite apreciar lo desgarrador de una forma mucho más cercana e intensa. De Shirley Jackson, admiro muchísimo su habilidad y creatividad para construir historias oscuras y entretenidas que son en realidad una metáfora de otra cosa, dejando mensajitos importantes en cada línea, en cada palabra. Al menos esa es mi sensación. Mariana Enriquez y Liliana Colanzi siento que son mis referentes más cercanas, o quizá mis modelos a seguir más realistas. De ambas amo mucho que hagan algo parecido a lo que hace Shirley Jackson, de a veces usar el terror como una metáfora de algo más, pero versión latinoamericana y más política. Otros escritores cuyos libros creo que han influido harto en mi forma de sentir y de escribir son los de las hermanas Brontë, Han Kang y Roland Barthes.
En Chile vivía siempre muy tensa y nerviosa. En Japón he podido darle espacio mental y emocional a cosas que allá no podía.
En tus textos abordas ideas complejas sobre el lenguaje. ¿Cómo conectas estas reflexiones con tu experiencia aprendiendo idiomas y viviendo en un entorno multilingüe?
Esta pregunta es grande y no sé si aún tengo claro todo lo que pienso al respecto. Creo que algo que sí puedo decir es que la experiencia de aprender idiomas distintos me ha permitido apreciar mucho más la hermosura y la riqueza de mi propio idioma. Creo que en Chile estamos acostumbrados a decir o a escuchar “es que el chileno habla mal” y no pescar mucho, pero después de aprender cómo la clase y la política pueden interferir tanto en nuestro uso o en nuestra percepción de una lengua, le he agarrado un montón de pasión a defender el español chileno con uñas y dientes. Estando acá, siendo una persona hispanohablante en un país extranjero, también he descubierto cómo el colonialismo español no se terminó cuando el gobierno de España salió de Latinoamérica. Acá cuando dices que hablas español, automáticamente piensan que eres de España. O, por ejemplo, cuando una persona japonesa aprende español, lo más común es que aprenda español de España. Las personas en España que hablan español son un porcentaje mínimo de todos los hispanohablantes del mundo, entonces que el español de España siga teniendo tanto protagonismo me hace mucho ruido. No es que el español de España tenga algo malo y no es mi intención tirarle shade, pero es un idioma distinto, y me molesta profundamente que fuera de Latinoamérica —¡o a veces incluso dentro de Latinoamérica!— se considere “la norma”. Mi reacción ha sido enfatizar activamente que si bien hablo español, no soy española, soy chilena, y que existimos muchísimos hablantes de muchos tipos de español muy distintos y hermosos en Latinoamérica.
En algunas reseñas planteas críticas hacia ciertos juicios de valor sobre la literatura. ¿Cómo defines tu propia visión de lo que constituye “buena literatura”?
Con este tema también me apasiono mucho. Creo fielmente que no existe una literatura “buena” ni una “mala”. Creo que es imposible hacer ese tipo de juicio de una manifestación artística y creo que buscar imponerle algún tipo de objetividad o norma al arte va contra la esencia misma del arte. Toda la vida se ha tratado de ponerle reglas al arte, el famoso “canon”, el “modelo a seguir”, pero al final creo que la gracia del arte es precisamente tener la libertad de hacer lo que se te de la gana. Y puede que tu arte o tu escritura le guste a mucha gente, y puede que no. Puede que alguien la considere importante, o útil, o entretenida, o todo lo contrario. Puede que incluso alguien considere que lo hiciste no es arte. Y está bien, pero creo que no significa más que eso: que alguien, o que un grupo de personas tuvieron una percepción específica sobre una obra determinada. Creo, también, que históricamente siempre han sido los grupos de personas con más poder y privilegios los que siempre han buscado decidir qué es arte bueno y qué es arte malo —o no es arte—, y eso me parece aberrante. No confío en las personas que se manifiestan públicamente en contra de los “best sellers” simplemente por ser best sellers.
Cosas que parecen permanentes comienza con Constanza, de quince años, experimentando una sensación de desconexión con su entorno. ¿Qué te inspiró a explorar esta etapa de la vida?
Creo que me inspiró mi propio despertar emocional en la adolescencia. Fue en esa época en la que empecé a hacerme preguntas sobre quién era yo, dónde habitaba lo que yo era, qué cosas eran importantes en mi vida, qué cosas me parecía reales y qué cosas no. Recuerdo haber hecho el ejercicio mental de “si me cortan un brazo, sigo siendo yo, así que supongo yo no habito en mi brazo”. Después “si no tuviera piernas, no tuviera torso, sigo siendo yo”. Y así, en ese mismo ejercicio mental, me seguí sacando partes. Quizá es un poco grotesco, pero mi conclusión fue: si quedara tan solo mi cerebro flotando en un tanque, supongo que esa sería yo, no hay nada más que podría quitarme para no dejar de ser. ¿Qué significan entonces todas estas capas encima de mi cerebro? A veces todavía hago ese ejercicio. Ahora pienso: aunque quizá mi consciencia vive dentro de mi cerebro, mi cerebro no puede vivir solo, necesita de todos mis otros órganos y químicos para funcionar. Entonces ¿dónde estoy yo realmente? Todavía no sé.
La novela invita a reflexionar sobre la estabilidad y las certezas en la vida cotidiana. ¿Qué deseas que los lectores se cuestionen o descubran al leer tu obra?
Creo que no busco que se cuestionen o descubran mucho nada. Creo que mi libro busca ser una forma de comunicación con personas que se puedan estar sintiendo de una forma parecida. Una de las cosas más importantes que han hecho los libros por mí ha sido proveerme compañía y comprensión en momentos en los que me sentí muy sola. Con mi libro, tenía ganas de un poco lograr hacer eso mismo con otras personas: conectar desde las distintas formas de duelo, dolores, heridas, incertidumbres. Y también aportar un granito de arena a la representación bisexual en la literatura, de la que creo que aún hay muy poca.
¿Qué proyectos literarios tienes en mente para el futuro?
Creo que el proyecto más cercano que tengo es escribir sobre todo lo que he estado pensado desde que empecé a vivir en Japón. Ahora me estoy concentrando en mejorar mi japonés, pero cuando logre certificarme en el nivel al que estoy aspirando, mi plan es ponerme a escribir. Prefiero no decir mucho porque el proyecto y las ideas y los tiempos podrían mutar un montón, pero yo creo que por ahí va. Las ganas y las ideas están. El otro proyecto es un poco mi gran sueño: escribir un libro de terror como los que me gusta leer, un poco siguiendo a Shirley Jackson, Mariana Enríquez o Liliana Colanzi, pero ese siento que es un proyecto muy grande que podría tomarme toda la vida. Escribir ficción pura me cuesta un montón, pero quiero intentarlo. Me conformo si lo logro antes de morirme.
¿Has tenido la oportunidad de involucrarte con comunidades literarias o artísticas en Japón? ¿Cómo ha sido ese cruce entre culturas?
Sobre esto, la verdad es que casi nada. En Japón cuesta mucho comunicarse con personas japonesas si es que no sabes japonés, y es por eso que le estoy poniendo tanto empeño a aprender el idioma: quiero mucho poder acceder a la literatura y a las conversaciones que todavía no se han podido dar en inglés o en otros idiomas. He podido conversar de literatura con algunes amigues o conocides japoneses que hablan inglés, pero siempre siento que es un diálogo un poco incompleto porque yo he leído puros libros traducidos y no puedo acceder al nivel de detalle que ellos pueden percibir o valorar, o a veces incluso simplemente es que hemos leído libros distintos y los que ellos han leído no están traducidos a un idioma que yo pueda leer. Lo que sí, lo poco que he podido notar, es que pareciera ser que la literatura japonesa tiene algunos detalles que son muy distintos a lo que yo conozco, y tengo muchas ganas de aprender más de esos detalles cuando pueda entender mejor el idioma. Por ejemplo, en Japón existe la distinción entre “Novela ligera” y “Novela” —¿hecha y derecha, supongo?— y me intriga un montón en qué se basa esa diferencia. Lo hemos conversado harto con mi pololo, al que también le gusta un montón la literatura, pero nos cuesta llegar a una conclusión. Pareciera ser que las novelas ligeras ocupan un lenguaje más accesible y más “cotidiano”, mientras que el lenguaje de las “novelas oficiales” es considerado más “bello y elevado”, pero a veces puede ser muy distinto del lenguaje “real”. Aparte de eso, pareciera existir una jerarquía entre “la novela ligera” y “la novela”, a pesar de que existen libros famosos en ambas categorías, y “la novela” parece que es considerada “de mayor calidad” que “la novela ligera”. Pero no estoy segura. Y si es así, quiero saber por qué. Y qué piensan las personas japonesas de eso. Lo otro que me ha llamado harto la atención es que acá se da un montón la autopublicación.
Estoy aprendiendo japonés con muchas ganas, porque quiero acceder a la literatura y a conversaciones que todavía no se han podido dar en inglés ni en otros idiomas.
En Chile no solo es que no se pesque mucho, sino que es muy caro autopublicar algo que parezca un libro relativamente “tradicional”, encuadernado y todo. Se da más el fanzine. Pero acá es muy barato y es completamente posible imprimir libros empastados, con un diseño bonito, en un tiraje manejable. Además hay muchas ferias hechas específicamente para la difusión de literatura autopublicada y no es caro ni difícil sumarse. Conozco a varias personas que han participado en ellas. Se hacen un par de veces al año en Osaka y Tokio, y seguro que en otras partes de Japón. También hay ferias de mangas autopublicados, y seguro que otras ferias que aún no conozco.