La paz china (o una abeja bajo la lluvia) (Nicolás Medina Cabrera)

La paz china (o una abeja bajo la lluvia) (2023)

Nicolás Medina Cabrera (1988)

ISBN: 978-956-414-352-1

130 páginas

 

La paz china es una novela distópica, que transcurre en Chile, en torno al 2043. Chile se ha convertido en un Estado-colonia de China, no solo comercial sino que también jurídicamente. Se trata de un momento histórico en que el desarrollo tecnológico y social ha repletado las calles de este país de androides, drogas sintéticas con las que se mantiene sedada y aparentemente feliz a la población, y en que las personas han quedado obsoletas frente a la eficacia de las máquinas y su inteligencia artificial ineludible. De esta suerte de dictadura chino-chilena no hay escapatoria. El monitoreo es permanente y las personas están lo suficientemente idiotizadas como para que no consigan ni quieran organizarse para cambiar su situación, o para que los pocos, poquísimos que protestan sean rápidamente apartados de la sociedad perfecta del Estado benefactor Chino.

“Los nuevos patrones llegaron hace unas décadas a estas costas, provenientes de Guangzhou, Cantón, Shanhái, Hong Kong y Pekín… ¿Y cuánto durará su reinado? ¿Siete décadas más, cuatro siglos, milenios enteros? ¿Este pedazo de tierra morirá escurriéndose como agua en una clepsidra china?” (página 34)

La paz china se presenta como una suerte de narración enmarcada, muy a la manera de El juego de la criada, donde el texto al que nos enfrentamos es el hallazgo de una novela más un diario de vida del supuesto disidente Pedro Rodríguez. El prólogo que enmarca y da contexto a la narración ha sido escrito por quien rescató la obra de Rodríguez y que, a su vez, a pesar de que no vuelve a aparecer en el libro, habría conseguido escapar de la “pesadilla chino-chilena”. Lo que da origen a la historia contenida dentro de la narración es la búsqueda que hace Rodríguez de Mara Goldberg, lo que en el prólogo del libro se denomina el “famoso caso Goldberg”.

Tal como nos enteramos en las primeras páginas de la novela, Pedro Rodríguez y Mara Goldberg tienen una relación esporádica hasta que Mara desaparece dejando una nota. Rodríguez, quien escribe el relato enmarcado, vagabundea por diferentes localidades, circunstancia que el autor utiliza para mostrarnos los distintos aspectos opresores de esta sociedad que ha ficcionado como un futuro posible. Lo de Rodríguez, decíamos, es un vagabundeo más que una búsqueda: no tiene rastro de Mara y la mayor parte del tiempo se pierde incluso de vista cualquier sentido sobre ese deambular, donde lo que principalmente vemos es la añoranza del protagonista de un tiempo anterior de una libertad perdida.

“Ambos sabemos que ya no nacen muchos niños chilenos. Es más, aunque nacieran más, aunque el gobierno rebajara los estándares del «test de idoneidad parental», los pendejos serían configurados desde la placenta o desde el líquido amniótico de la incubadora. El sistema que nos convierte en parásitos y engrajanes es perfecto, hermético, absolutamente infalible en el dominio de la voluntad de los súbditos. Y si lográsemos vencer la mordaza de las drogas y rebelarnos, también perderíamos de modo estrepitoso y cruento. Sería una carnicería masiva. “Cómo se derrota a un ejército de androides” (página 75)

La paz china  es una novela ambiciosa, a tal punto que la construcción del mundo que rodea a su protagonista durante largos se vuelve lo principal en desmedro del relato de la búsqueda de la mujer perdida, la misma del denominado “famoso caso Goldberg” con que se inicia el libro, caso que jamás vemos sino que solo leemos la sentencia —aunque adivinamos ligeramente en qué consiste—, sin tener detalles específicos de él, especialmente ni qué tiene tan de particular que lo hizo famoso incluso veinte años después de que ocurriera, por lo que la alta promesa inicial del libro se ve frustrada tanto por la ausencia de una búsqueda activa de Mara Goldberg como por la casi inexistencia de todos los aspectos específicos del caso Goldberg, más allá de conocer la condena. Con ello se esfuma cualquier posibilidad de ver a Rodríguez o a Mara justamente enfrentarse al sistema en el que todo el país vive sumergido, y de enterarnos qué tan asfixiante puede ser en los hechos.

Decíamos, La paz china es una novela ambiciosa, dado que su autor ha creado con bastante éxito un contexto social completo donde se desarrolla esta historia y que, más allá de sus bemoles, consigue crear la sensación de que existe un riesgo real, posible, de que una situación análoga termine ocurriendo, que es uno de los motores principales por los que este género produce tal nivel de inquietud en el lector.

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