Teodoro de Bry: constructor de la imagen del nuevo mundo (2014)
Daniella Contreras
Ediciones Oxímoron
ISBN 978-956-9498-02-2
Imaginemos el argumento de una ficción de Borges o una novela de César Aira: en pleno siglo XVI, un artista multifacético imagina un continente que no conoce a partir de referencias inexactas y laterales, crónicas exóticas sobre tierras conocidas a medias por exploradores cuyos mapas están equivocados. Como si la Historia fuese en realidad una comedia de equivocaciones, una acumulación de errores flagrantes, el protagonista de esta novelita inexistente termina, en su error, creando las únicas imágenes para pensar el modo en que Europa imaginó esa tierra otra.
El caso de Teorodo de Bry no dista mucha de esa especulación y la tesis que Daniella Contreras sostiene en Teodoro de Bry: constructor de la imagen del nuevo mundo (2019) tiene como eje central esa pregunta: «¿cómo pudo Teodoro de Bry haber representado América sin jamás haber viajado a este continente?».
Para responder esa incógnita, Contreras entiende muy bien que su objeto es poliédrico y debe ser abordado desde diversos puntos de vista. El ensayo es un intento por aprehender lo más globalmente las condiciones de posibilidad en que de Bry realizó sus grabados sobre los viajes de Colón a América y los hallazgos que encontraron en este lado del mundo. Diseccionar ese zeitgeist implica leer el momento histórico de la Europa del siglo XV: la reforma protestante, el Renacimiento, el surgimiento y masificación del grabado como técnica y sus soportes, la imprenta y la convulsión que introdujeron los descubrimientos de gente como Colón y Vespucio.
De este modo, las imágenes que Teodoro de Bry produjeron adquieren el espesor histórico con el que toda imagen debe ser leída y observada. No hay imágenes ingenuas y desconfiar de ellas obliga al observador a insertarlas en un contexto de producción específico. Leamos a la autora: «Al situarnos frente a una de las tantas imágenes que Teodoro de Bry realizó sobre América, resulta evidente que el paisaje y las formas arquitectónicas presentes en ella no son atingentes a la realidad que vivía por entonces nuestro continente. Pareciera que nos encontráramos ante una ciudad tardomedieval o derechamente renacentista, con una muy acentuada utilización de amplios espacios interiores, arcos, bóvedas y cúpulas por doquier, lo que en un nativo y natural paisaje americano sería inconcebible».
Al mismo tiempo, de Bry coloca en sus grabados los restos quizá involuntarios de sus lecturas: los tratados de arquitectura de Vitrubio, por ejemplo, permiten situar el detallado modo de representar las chozas que los colonos encontraron en algunos lugares de la América previa a la conquista. Trasunto, podría decirse, del espíritu humanista de la época.
Ocurre con de Bry lo que a un lector promedio le pasa con La Araucana en tanto texto fundador: la mirada europeizante que genera desconfianza, la exotización a ratos ridícula con que los conquistadores viajeros, antecesores indiscutibles del turista con palo de selfie y ropa outdoor, miran a los habitantes de estos territorios ignotos para la episteme occidental de los siglos XV y XVI.
Pero por otro lado, Contreras advierte un destino: «Como obra de arte, en el contexto del siglo XVI, es difícil situar su trabajo al interior de la categoría de “grandes maestros”, pues su intención nunca fue el perfeccionamiento de una técnica (…), sino más bien la difusión de un conocimiento visual del que se tenía extrema necesidad en el Viejo Continente». De Bry como ilustrador por encargo y su obra como una urgencia o demanda del momento.
Continúa la autora: «Muy probablemente aquello se deba a que Teodoro, como buen protestante, no trabaja con temáticas religiosas –consideradas idolátricas por su religión— y, como el calvinismo también limitaba la suntuosidad, tampoco podía realizar trabajos para adornar casas o palacios, por lo que no tuvo más remedio que utilizar su arte para realizar retratos o ilustrar textos, a lo que finalmente se dedicó».
De Bry, por lo tanto, como un generador de archivo. Un diseminador de claves para entender el modo en que Europa se representó esta parte de la tierra que habitamos. Podríamos ser un poco más puntudos y leer fuera de los márgenes de la investigación para pensar en las imágenes y lo que representan, quién las hace y en qué contexto. Porque el problema que el libro aborda, a partir de la obra de Teodoro de Bry, es un problema absolutamente contemporáneo. Es cosa de mirar hacia octubre del año pasado y ver el modo en que la revuelta popular apareció en los medios. O en las imágenes que surgieron desde las mismas capas populares hasta transformarse en íconos de ese proceso, más allá de si nos gustan o no.
La pregunta por la imagen y su producción es una pregunta política y esa es la inquietud que hay que mantener más o menos despierta. Fuimos fundados por imágenes elaboradas por otros, y recuperar esa parte quizá es también parte de las tareas del futuro, si es que existe tal cosa.