Priscilla Cajales: “Antes del 18 de octubre Chile era un país amordazado, un país silenciado y maquillado”

Fotografía por Emiliano Valenzuela
Fotografía: Emiliano Valenzuela

Ya han pasado casi diez años desde la primera y única publicación de Priscilla Cajales (1984) por la editorial La Calabaza del Diablo. De Termitas (2010), su elogiado debut, pasó a dedicarse a la pedagogía, al proyecto editorial Hebra, cuyo hito fue el Premio Municipal por la novela Motel Ciudad Negra (2014) de Cristóbal Gaete, más un catálogo con grandes autores y una estética propia. Actualmente se dedica a la crítica en el Suplemento Literario Grado Cero y vuelve con la publicación del poemario Mella (Ediciones Overol, 2019), una suerte de continuidad de su ópera prima, profundizando una estética de la herida urbana.

 

– ¿Cuál es la rutina de Priscilla Cajales?, ¿qué peso tiene en ella la escritura?

Escribir es un ejercicio constante, no siempre que uno escribe termina escribiendo. Andar en micro, caminar por el centro, poner oreja a una conversación en la micro. Jamás he podido escuchar música mientras ando en la calle, siento que me pierdo la acción. Así que la escritura se vuelve una forma de mirar y escuchar, también es una forma de reflexionar frente a cosas que aparecen en la escritura y cuando aparecen las ves y las abordas de un modo distinto, la literatura se ha transformado en eso también, en una forma de pensar.

– ¿Qué es lo que más te ha gustado y desagradado de este estallido social?

Antes del 18 de octubre Chile era un país amordazado, un país silenciado y maquillado, desde ese día, día que le debemos a las secundarias valientes que comenzaron todo evadiendo el metro, nos podemos mirar a la cara y sincerar las miserias a las que este modelo nos ha llevado. Es duro ver la información de las violaciones a los derechos humanos, vivir en un país en donde ya no te sientes seguro si estás cerca de la policía, en cambio, cuando estás al lado de quienes se están manifestando, se siente la fuerza de quienes están diciendo basta.

– Tu primer libro, Termitas, apareció hace diez años por La Calabaza del Diablo, y hasta hace poco era inencontrable. En él das cuenta de un paisaje urbano, de la periferia santiaguina, un espacio que en tus propios poemas calificas como insoportable, ¿crees que la poesía puede darle otro giro a este espacio, hacerlo más habitable?

La periferia es un concepto relativo, ¿qué es periferia cuando has crecido en La Pintana, o en Cerro Navia, cuando tu centro es el 25 de Santa Rosa? En Termitas trabajé esos espacios, esos recorridos, no desde lo insufrible de esos lugares, sino desde lo que la ciudad les hace a sus habitantes. Escribir esos espacios es reconocerlos, es hacerlos aparecer y ver cuál es su funcionamiento.

– A pesar de la buena acogida de Termitas, esperaste diez años para publicar tu nuevo libro, ¿a qué se debió?

No tengo ninguna urgencia por publicar, no la tuve antes, menos ahora.

 – Tanto en Termitas como en Mella hay poemas dedicados a sujetos, en el primer caso “Lorca” y en el segundo “Mella”, “Denis”, “Pozo”, “Ana y Pancho”, textos que esbozan minibiografías muy fuertes, incluso una suerte de “animitas”, ¿sientes que hay una continuidad de Termitas a Mella?, ¿son los sujetos parte nuclear de tus libros?

Sí, creo que hay un hilo en común entre los dos libros. Mella es un libro bien terrible en ese sentido, porque me obligó a profundizar cosas que habían quedado esbozadas en Termitas, una forma de mirar. Busqué desarrollar espacios y sujetos a través de la descripción, de la construcción de escenas, de ahí el tono narrativo que fueron tomando algunos textos, fue inevitable que se desarrollaran de esa manera.

– En Mella la vida sucede en simultáneo, como un álbum fotográfico, donde se encuentran momentos de infancia, juventud, adultez, ¿cómo surge Mella?, ¿la ciudad y vida (s) que mira es(son) distinta(s) a la(s) de Termitas?

Mella surge a partir del último poema del libro, del juego de significantes. Luego me di cuenta que podía trabajar el mirar el golpe, la herida, la tara. El modo de aproximarme a esos elementos, a su aparición y al modo en que construyen a los sujetos, porque normalmente los ocultamos. En Mella intento darle curso a la tara, que aparezca, porque cuando las cosas aparecen podemos mirarlas y dejar de tenerles miedo.

 – Hace años eres parte de Editorial Hebra, un proyecto afincado en Valparaíso que ha publicado a autores como Pepe Cuevas, Ximena Rivera, Daniel Tapia, Juan Malebrán, Luis Cornejo y Cristóbal Gaete, ¿cómo se gestó la idea de la editorial?, ¿cómo ha sido dirigir y mantener este proyecto?

Hebra surgió como una excusa para seguir viviendo en Valparaíso. Nuestro catálogo es breve, pero sin duda hemos acertado en la búsqueda de autores. Nosotros partimos hace años, cuando en la quinta región había muy pocos proyectos de este tipo. Creo que Hebra es producto de una porfía muy linda que quienes trabajamos en la editorial mantenemos intacta. Hasta hace poco nuestro trabajo era artesanal, cocíamos cada libro a mano y hacíamos las portadas en serigrafía, un trabajo que ahora que tengo un hijo y soy profesora es imposible, así que estamos reformulando el soporte. Cada proyecto publicado en Hebra obedece a que creemos en esos libros profundamente.

  -También, igual desde Valparaíso, escribes y formas parte del proyecto del Suplemento Literario Grado Cero, uno de los pocos que se centra exclusivamente en la llamada literatura independiente y con gran distribución a nivel nacional, ¿cómo ves a la crítica literaria nacional y cuál crees que es el lugar del Suplemento Grado Cero en la actualidad?

Grado Cero es un proyecto en el que me siento muy cómoda, trabajamos y somos amigos con el equipo, lo que siempre se agradece. En relación a la crítica, el suplemento es regionalista fundamentalmente, todos quienes trabajamos en él sistemáticamente vivimos en región y eso nos da la responsabilidad de dar tribuna a libros que difícilmente van a ser reseñados y que merecen estar. El volumen de libros publicados en el país es enorme, obviamente siempre se va a necesitar más crítica, ojalá la haya, es por eso que creo que Grado Cero ocupa un espacio fundamental hoy en este sentido, aunque algunos se enojan con las críticas malas, uno no es monedita de oro.

 

Nicolás Meneses

Profesor y editor. Autor de diversos libros.

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1 Comments

  1. says: marck

    Me parece excelente el trabajo
    El punto de vista certero necesario para la sociedad como zombies vivimos en periodos de nuestras vidas
    Es mostrarnos lo que sucede cuando no lo vemos
    Un abrazo Priscila y al equipo

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