Sobre Tablero de Patricio Fuentes
Por Greta Montero B.
En esta ópera prima de Patricio Fuentes encontramos protagonistas que, a pesar de sus buenas intenciones, no son capaces de llegar a buen puerto, dado que el peso de sus imperfecciones tuerce en su desmedro cualquier expectativa: son débiles, maleables, traidores, ladrones, fatuos. Vale decir, son humanos, con sus vicios y defectos.
La palabra “tablero”, título del libro, hace relación al tablero de ajedrez de la película de 1957, El séptimo sello, de Ingmar Bergman, donde el hombre le juega su vida, su destino, a la muerte. Comienza la primera parte del libro con una frase que nos lo recuerda: “Hoy ha venido a buscarme la muerte. Estamos jugando una partida de ajedrez”. Si conocemos la película podremos anticipar que quien ganará la partida a los personajes de Fuentes será siempre la muerte, o la muerte disfrazada de derrota, de caída, de deshonra. Así, esta partida de la vida que se juegan los personajes de los cuentos de Patricio Fuentes es una partida condenada al fracaso, sus personajes siempre perderán el juego. Lo cual también se anticipa en el primer epígrafe: “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿no es así? Eso es lo que significa ser un esclavo”, frase del personaje Roy Batti, de la película de Ridley Scott de 1982, Blade Runner. Roy Batti es un replicante de combate, es decir, un ser orgánico creado mediante bioingeniería, que tiene una fecha de expiración cercana, una condena de la que es imposible deshacerse puesto que ha sido construido desde su simiente con una fecha de caducidad, como cualquier producto que se compra en un supermercado. Su vida es, por tanto, un recordatorio constante de la muerte como condena, a pesar de sus esfuerzos por revertirlo. Y es, además, sin lugar a duda, uno de los personajes más influyentes de la literatura de ciencia ficción. Esta es la clase de personajes que usa Fuentes en sus relatos. Personajes signados por el atávico miedo a la cercanía de la muerte, y la muerte, a su vez, puede adquirir las caras del fracaso y la deshonra.
Por otro lado, sus personajes desean con fervor ser héroes. Tienen ambiciones, sospechan de su destino y quieren vencerlo, aunque todas las señales del camino indican lo contrario. El resultado es propio del naturalismo decimonónico: es imposible torcer las estrellas. Sus esfuerzos fallidos de la mano de sus defectos humanos los convierten en la antípoda del héroe. Ellos se enfrentan a su ego, a su debilidad, por tanto, encarnan al antihéroe contemporáneo. Dicen Vidal –Mestre y Freire “El antihéroe está en continuo conflicto consigo mismo, por la moralidad de sus actos, por posibles adicciones, por sucumbir a instintos dantescos como la ira o la lujuria o, en muchas ocasiones, por traumas y enfermedades psicológicas que les hacen alejarse de su entorno, sentirse desasociado e incomprendido, diferente al resto y en ocasiones vilipendiado o tratado injustamente” (S.N).
Los cuentos de Fuentes se dejan influir por su tiempo, sus inspiraciones están en el mundo real y en las nuevas formas de relacionarnos, en los nuevos formatos narrativos, como el cine y los videojuegos, sus escenarios pueden ser bares punk, cuevas primitivas, tomas donde la convivencia diaria no se rige por la ley, sino bajo sus propios códigos, casas abandonadas, departamentos precarios.
En “Waterloo” el narrador nos sorprende transformándose en personaje en último minuto, después de presentarse como un narrador omnisciente, describiendo un juego de mesa. El protagonista que creíamos, Napoleón, enfrentado en batalla contra el Duque de Wellington, no es más que un peón dentro del juego de dos hermanos que compiten. Así, lo que parece un relato histórico se transforma en escenario secundario, un juego dentro del juego de la filigrana narrativa y nuestro narrador es en verdad un protagonista tramposo.
En “Fonasa” un joven, casi un adolescente, tiene padres negligentes, que apenas se percatan de su estado de salud y lo dejan solo en el hospital público más cercano. Él es nuestro narrador, que comparte el protagonismo con Caco Laguna. La negligencia de los padres, o su nula participación es una constante en los relatos con protagonistas jóvenes, tomemos por caso “Estación de las Bermudas” y “Stalingrado”. En “Fonasa” el protagonista joven, solo por ser joven y no venir de la calle tiene mayores expectativas que el personaje de Caco Laguna, solo el narrador puede testificar su existencia; un hombre anónimo con historias para contar que, sin embargo, se pierde. El narrador es amenazado desde el comienzo del cuento por la proximidad de la muerte; no obstante, cuando está a salvo puede preguntarse por el destino de su compañero de penurias, mientras para los demás permanecerá siempre invisible.
En “Stalingrado” el narrador, que encarna al sujeto promedio, se cruza, como en el cuento anterior, con otro sujeto de borde, una chica punk con una historia elocuente y confusa. La violencia y el desatino lo guían a un lugar extraño. Se ve cautivado por las historias lejanas al sentido común del personaje femenino y, a pesar de que su instinto le dice que no siga, el narrador está bajo el influjo de la imprudencia y del magnetismo de su compañera de aventuras, pues el relato en sí mismo, cual quijote y sus libros de caballería, es más poderoso que la monotonía de la vida controlada.
En “Estación de las Bermudas” la narradora y protagonista, Rossi, es una estudiante universitaria que vive en precarias condiciones económicas. La contactan para dar clases particulares y, a pesar de que la convocan a un lugar demasiado lejano, se motiva por un sentimiento culposo que la acompañará todo el relato. La finalidad de la protagonista es noble, enseñar a leer, pero el territorio por el que debe desplazarse es más precario que su lugar habitual. Debe desplazarse más al borde, al lumpen. Es un cuento donde la protagonista claudica. Las siluetas de lo que no se atrevió a ver permanecen en la oscuridad, misteriosas. “Estación de las Bermudas” está cargado con simbolismos, donde la función social de la pedagogía se nos revela como un estereotipo, los personajes femeninos que debieran prestarse apoyo sororo terminan auscultándose de lejos, replegándose sobre sí mismos. El cuento, que comienza evidenciando precariedad social, termina revelando el miedo al pobre siendo pobres, que nos toca como si fuera una peste.
“Esa noche” es una conversación de examigos que se encuentran con un propósito que nunca cumplen, pues se pierde en otra anécdota y no la que se anuncia durante todo el relato. Los sentidos se velan a la comprensión de los personajes, ambos se encuentran confundidos, estrellándose contra su idea de la amistad y el rencor. Lo que no se dice encierra la verdadera historia.
En la segunda parte del libro se evidencia el viaje completo del antihéroe, un relato largo que nos lleva a tiempos primitivos, el tiempo de las cavernas, donde el registro histórico se trazaba en sus paredes. El epígrafe anticipa la historia narrada: “Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegará a conocimiento de los venideros” La Ilíada, canto XXII. Este es desde el principio el propósito del protagonista, hacer algo admirable, vencer su destino insípido de leñador, un personaje incidental que se rebela contra su destino y desea ser protagonista en la trama de los grandes acontecimientos, no obstante, se nos dice desde el comienzo que no lo va a lograr: “Nosotros no tenemos antepasados. Tampoco seremos antepasados. Cortamos leña, recogemos frutos que caen de las ramas. Cuando cazamos mastodontes, solo servimos de distracción. Los espíritus de la tribu, esos que hablan al chamán, fueron carne digna de alabanzas. No los que encendieron la hoguera, sino los que hablaron ante ella. No los que cargaron la comida, sino los que decidieron cómo repartirla” (Fuerntes, p. 93).
El leñador, protagonista del cuento largo o nouvelle, en busca de ser alguien importante, se convierte en ladrón de la tribu. Se revela así, en lugar de héroe, en presa del guerrero principal que la lidera. Este relato tiene una bestia blanca, una peste que merma los integrantes de la tribu nómada, un niño que dibuja en las paredes, un guerrero destinado al liderazgo desde su nacimiento, un chamán imposible de tocar, linajes irreductibles; el protagonista está, por tanto, condenado tanto a luchar contra su destino, como a ambicionar algo más desde su oscuridad y el mejor ascenso al que puede postular es a convertirse en antagonista de esta historia narrada en diez partes.
El antihéroe modelado por Fuentes es ambicioso y esa será su desgracia, se encuentra en continuo conflicto consigo mismo y cuestiona la moralidad tanto de los otros como la suya, sucumbe a la ira por sus frustraciones y a la sed de reconocimiento, pero no la obtiene ni en un poco. Recibe señales que no logra entender, pues sus traumas lo hacen sentirse disociado del mundo y no posee una mente astuta, solo sabe calzar en un modelo de hombre carente de honor, invisible, aunque de buenas intenciones, pero inconforme con su lugar asignado. Es despreciado injustamente o subordinado a pesar de sus méritos, por lo que guarda rencores que lo harán torpe al final. Así, los personajes de Fuentes son humanos, nos enfrentan a nuestras debilidades y nuestra vergüenza.
Bibliografía
Fuentes. P. (2025). Tablero. Santiago de Chile: Oso de agua
Vidal-Mestre M.M y Freire A. (2020). “Antihéroes y asperger: el delicado equilibrio entre normalizar y banalizar”. The Conversation.
