En esta entrevista, Gabriela Squadritto, poeta y publicista, conversa con Matías Saá Leal sobre su obra poética, caracterizada por la combinación de ironía, vulnerabilidad y asombro. Gabriela, quien publicó Personal e intransferible (2025) por Inti Ediciones, reflexiona sobre cómo su trabajo en publicidad ha influido en su poesía, destacando la importancia de lo invisible y la sensibilidad en sus versos. Nos habla de su proceso creativo, de cómo sus poemas, a menudo breves, invitan al lector a completarlos con sus propias experiencias. Gabriela también comparte su relación con el humor como defensa y la forma en que juega con imágenes sorprendentes para expresar lo más íntimo.
—La remembranza juega un rol central. ¿Cómo decides tú qué memoria traes al presente y la escribes? ¿Se te van ocurriendo en el camino, las vas anotando en el celu, te sientas a escribir y dices «esto me sirve, lo tomo»? ¿O es un libro que sientes que vas escribiendo durante muchos años y después, de alguna forma, se forma una línea temporal?
—Tengo una mente bastante desordenada y escribo en la medida en que, de alguna forma, le voy prestando atención a mi cabeza. Es bien extraño. Me gusta escribir de manera desordenada en ese sentido.
Escribo en mi Google Drive. Y, aventurándonos un poco en la cocina de cómo escribo, al menos yo, lo que hago es: ese recuerdo lo anoto, lo rememoro, y lo dejo ahí. Luego viene otro, y otro, y otro, y así. Cuando ya tengo varios, los voy ordenando.
Después, en la parte de edición, intento darles algún sentido. A veces me doy cuenta de que el sentido se da solo. Eso me pasó un poco con Personal e intransferible.
—Siento que el libro está escrito por una persona que está muy herida del corazón. ¿Tú crees que escribir puede transformar esa herida de alguna forma?
—Sí, de todas maneras. De todas, todas maneras.
En cierta forma quise… no sé si “jugar” sea la palabra, pero quise hacer un ejercicio de exponer cosas bien íntimas. ¿Y qué más íntimas que las heridas? De hecho, hay cosas que quizás —después se nota más hacia el final del libro— que ya están más superadas. Pero en el orden del texto se ve algo más herido, como tú dices.
Y sí, escribir ayuda harto, porque lo sacai.
—En ese caso, ¿cómo entenderías tú la relación entre cuerpo, dolor y escritura? Porque el libro también es muy corporal. Hay muchas cosas del cuerpo, del tacto, de estar con otra persona. ¿Cómo ves esa relación entre cuerpo, dolor y escritura?
—Cuerpo, dolor y escritura… Yo creo que conviven mucho.
—¿Hay una parte del cuerpo que tú sientes que escribe más que otras? Como la garganta, el pecho… ¿se te ha pasado por la mente eso de que hay una parte de tu cuerpo que escribe?
—Sí, yo diría que más el pecho, podríamos decir. El pecho y la cabeza, sobre todo.
Hay un poema que habla sobre la depresión, que dice algo así como sentirse Superman pero con una… sin spoilear tanto, con una kriptonita incrustada en el pecho. Como que se siente un poco así.
Hay partes del cuerpo que, de alguna forma, son también analogías de cómo se siente una. Así como se habla mucho de la herida física, también se puede hablar de la herida psíquica. Y, de alguna forma, una es una analogía de la otra.
—¿No tuviste miedo, por ejemplo, de mostrar ese lado vulnerable de ti?
—Yo creo que más que miedo, fue un poco de pudor.
Pero hay algo… hay algo que arriesga en ser vulnerable. Y es algo que, de cierta forma, siempre he sentido: como que me creo tan fuerte que puedo ser vulnerable, ¿cachai? Me creo tan fuerte, por así decirlo, que puedo decir estas cosas tan íntimas y pensar que no va a haber consecuencias.
O que no va a pasar nada.
—¿Y ha habido consecuencias?
—Todavía no me pasa tanto con este libro. Igual hay cosas que me dan pudor, por ejemplo…
Pero me ha pasado más con los otros libros que tengo.
—¿Con Vivir en la B?
—Sí, con Vivir en la B. Por ejemplo, me pasó algo con Vivir en la B… Me da un poco de vergüenza, pero una vez… Yo tengo Vivir en la B en Amazon, porque lo autogestioné. Tuve una cita de Tinder con un chico. Todo bien, tuvimos la cita, y después llegó a su casa a leerlo. Me dijo: «Hoy leí el libro». Y me sentí tan expuesta. Después, no lo volví a ver. Pero luego, eso se supera.
Por ejemplo, con mi primer libro, que se llama Aunque ahora dé lo mismo, que son poemas de amor y de pena de amor. Al principio, yo estaba así como: «Uy, lo va a leer mi ex, qué vergüenza». Y después… He llegado a sentarme con dos de mis ex y decirles: «Sí, tú inspiraste este poema. El 1, el 3, el 7, el 24, el…» No sé. Y cara de palo, y me da lo mismo. Y en ese sentido, es bonito el título de Aunque ahora dé lo mismo.
—¿Y cómo crees que has evolucionado desde tu primer libro hasta los de ahora? ¿Hasta el último? ¿Cómo ha evolucionado esa herida, esa cicatriz, esa vulnerabilidad?
—Creo que ahora soy más cara de raja.
—¿En qué sentido?
En que… en mi último libro puedo contar cosas incluso más fuertes, ¿cachai? Cosas que antes no contaba. Quizás… en mi primer libro sentía que era un poco más nice. Igual está bien, estoy orgullosa de él. Era quizás un poco más… universal. Me atreví a jugar más con el humor, que al final, el humor igual es como una defensa.
Creo que con Personal e intransferible pude ser aún más vulnerable y contar cosas más heavy. Onda… no sé. Básicamente, cuento en un poema que es el que más pudor me da. En ese poema, bueno, el narrador lírico es básicamente otro, no soy yo, pero sí soy yo. Cuento que un ex me amenazó de muerte, ¿cachai? Algo que antes no me habría atrevido a contar. Y ahora me atrevo a hablar de eso y no pasa nada. Y también juego con el humor.
—¿El humor es una forma de defensa de qué?
—Uy… Yo creo que… temo sentirme vístima.
Hay un narrador lírico que en gran parte soy yo, porque también hay algunos poemas que se exageraron para fines estéticos y todo eso. Pero en gran parte soy yo en el libro. Como decirlo, hay harto de mí en eso. Y cuando uno muestra la herida, uno teme, de alguna forma, quedar como débil. Y con el humor, uno dice: «Mira, el golpe no me dolió tanto. No estoy tan mal».
—¿En qué proceso de tu vida personal escribiste este libro? ¿En el dolor o cuando ya estaba superado?
—Yo diría que mitad y mitad. Entre recordar cosas, porque hay una analogía que no hago en el libro, pero que debí haber hecho. Hay heridas que son como… que no se superan completamente, pero sí se superan igual. Son como hongos que aparecen, son como herpes que salen y luego desaparecen, pero vuelven a aparecer y no se van completamente. Entonces, a veces, la herida está como en carne viva, aunque haya pasado mucho tiempo, pero sabes que se va a ir. Y sabes que va a volver. Y está bien. Hay que aprovechar el impulso para escribir y para sacarla también.
—¿Cuánto te demoraste en escribir desde el primer poema hasta el último?
—Me demoré harto igual. Yo diría que fueron unos tres años, más o menos. Me parece que fueron unos tres años.
—Me interesa también este poema que empieza de lo general a lo microscópico. ¿Qué te atrae de ese cambio de escala? De lo íntimo, lo humano, hasta lo microscópico.
—Sí. Así pensé, de alguna forma, ese poema. Pensé… Pensé en la intimidad, más que nada. Eso es lo que quería transmitir. Pensé en lo que se comparte, en cómo una pareja, con… porque sabemos que, no sé, una pareja que está junta en un acto sexual comparte besos, comparte risas, comparte miradas, comparte todo eso. Pero también comparte ácaros. Y pensé: qué bonito sería que esos ácaros, que también son animalitos, estén culiando entre ellos mientras esa misma pareja está culiando. Pensé en esa imagen y la encontré asquerosa, pero también muy bonita y muy íntima. Es una imagen muy bonita.
—Sí. En relación a la imagen, por ejemplo, ¿cómo surge esa imagen? ¿Te viene de golpe o la vas pensando en el momento?
—Ambas. Como te digo, tengo una mente súper desordenada. Entonces, voy pensando tonteras todo el tiempo y, de repente, me dan ganas de escribir y empiezo a anotar. Y de repente… Por ejemplo, esa imagen de los ácaros la tenía desde hace mucho tiempo. La anoté en mi Google Drive y después la fui puliendo, puliendo, puliendo. Empecé por el final. No salió de golpe ese poema, pero hay poemas que sí me resultan de golpe.
—¿Qué papel tiene lo invisible en tu poesía?
—¿Qué papel tiene lo invisible en mi poesía? Buena pregunta. Nunca lo había pensado. Tiene un papel importante, porque me gusta que mi poesía sea, de alguna manera, incompleta. Y que la gente la complete con su propia vida. Me gusta eso, por eso, en general, mis poemas son bien cortos. Para que la gente los rellene con sus propias sensaciones, con sus propias experiencias. Como que hagan ese click por sí mismos. Me gusta eso. Entonces, ahí está lo invisible. Por ejemplo, el poema de los ácaros que tú mencionas. Quizás alguien piense: «Ah, sí, con mi pareja también compartimos ácaros».
—Y eso también hace bonito el poema. Yo creo que definiría en tres palabras ese poema o tu poesía en total: humor, ternura y extrañeza. ¿Cómo combinas ese equilibrio poético en tu trabajo?
—Ah, muchas gracias, me gustan esas palabras. Yo creo que, en parte, mi oficio, aparte de la poesía, que sería la publicidad, me ha influenciado mucho también. Esa podría ser una gran influencia. Y por lo que trato de llevar en el ADN de lo que escribo un poco esa herramienta que en publicidad llamamos insight, que es como una verdad o algo identificable. Y al mismo tiempo mezclar lo que también en publicidad llamamos pensamiento lateral. No simplemente expresar algo de forma directa, sino usar algún elemento o algo que haga única la pieza publicitaria, por así decirlo. Me carga hablar de poesía como si fuera algo publicitario, porque para mí, de hecho, la publicidad es un escape. Pero pienso que, quizás, esos elementos me permiten conjugar esas tres palabras que tú mencionas: humor, ternura y extrañeza. Que en verdad nunca lo había pensado así. Yo creo que el humor lo uso como un pequeño escudo porque me gusta mucho el humor. Me gusta mucho la poesía que tiene humor, como la de Bertoni, por ejemplo. Si hablamos de influencias, esa es una para mí. La ternura, para mí, es parte de la vulnerabilidad y es parte de ser real. Es como un poco desnudarme en lo que hago, pero al mismo tiempo trato de no ser cursi, entonces ¡humor! Y la extrañeza, yo creo que es parte del juego poético también. Me gusta jugar con elementos, como lo de la kriptonita, los ácaros o, no sé, si se me ocurre hacer algo de zombies. Creo que no hablo de zombies en Personal e intransferible, pero si se me ocurre hacer algo de zombies, lo haré o de lo que sea.
—¿Qué hay de la Gabi publicista dentro de la Gabi poeta?
—Igual la reniego un poco, porque en cierta forma, para mí, la Gabi poeta es un respiro de la Gabi publicista. Me gusta mucho también la Gabi publicista, pero no sé, como que siento que son… de hecho, tengo amigas que me dicen: «No reniegues de eso». Sí, quizás porque he pasado más tiempo de mi vida siendo publicista que escritora, en el sentido de tiempos, por así decirlo. Pero no reniego ni de lo uno ni de lo otro. Pero sí, por ejemplo, yo leo cosas que escribía antes de estudiar publicidad y ahora, que soy publicista, noto en mi forma de escribir que la publicidad me ha influenciado mucho en mi forma de escribir poesía, sobre todo. Como que antes mis textos no eran tan concretos, ahora son más cortos, son como más… son más publicitarios, pero sin estar vendiendo algo, por así decirlo.
—Y la última pregunta: ¿Qué pregunta te hubiese gustado que yo te hubiese hecho?
—Podría ser… ¿Cuál es el poema que más te gusta de Personal e intransferible?