“La memoria de los vientos” de Hernán González. Prólogo de Enrique de Santiago.

LA MEMORIA DE LOS VIENTOS

PRÓLOGO

* Enrique de Santiago / octubre de 2024 (Artista visual, poeta, investigador, ensayista, curador y gestor cultural).

 

Sin vientos no hay memoria Este es un universo de guerra. Guerra todo el tiempo. Esa es su naturaleza.

William Burroughs

 

La Memoria de los Vientos de Hernán González, es su segunda publicación de cuentos, lo que viene a ser una reiteración de la mirada de un autor que percibe entre los lugares ocultos de la ciudad aquellas historias anónimas que aman, hieren, duelen y conmueven. Hernán es un escritor que sabe observar, esencialmente todo aquello profano que se oculta a lo público —las causas de la vida que provocan la caída— y que en todas sus tonalidades forman una escena trágica y grosera. Este libro, como dije antes, viene a ser una suerte de continuación de su anterior obra titulada Banquete de Perros, pero esta segunda entrega de cuentos contiene nuevos matices. Si antes los callejones y un persistente claroscuro conformaban la escenografía de gran parte de este teatro decadente de la sociedad —un aire similar a las viñetas de Frank Miller—, esta otra realidad observada, es igual de cruda, pero ahora la violencia, la traición y los bajos instintos humanos se mueven mayormente bajo una atmósfera más diurna y soleada. Sin embargo, el autor sigue persistentemente narrándonos La memoria de los vientos / 9 situaciones de seres que parecen surgir desde una especie de túnel qlifótico, donde sólo puede asomarse un sentimiento inconcluso, impuro o desviado, cuya cáscara y esencia no conoce de ninguna emanación divina.

Los relatos poseen una interesante construcción arsicotética*, que comienza con un ritmo cadencioso donde nos presenta un relato detallado y realista, pero que a diferencia de los clásicos que describen acuciosamente los objetos y su entorno, Hernán nos habla abundantemente de los escenarios más amplios, las circunstancias y los hitos que marcaron al o los personajes, para así poder comprender mayormente el fenómeno posterior. En no pocas ocasiones, estos datos tan pertinentes han sido revelados mediante el uso del recurso de la hipérbole para enfatizar ciertos hechos o rasgos que son propios del protagonista, como cuando nos indica que “venía tallando con el tiempo las mismas piedras que había cargado” o “pero que un extraño al que nunca había divisado ni en el túnel del tiempo, te escanee con tal certeza”. Posteriormente a este pulso inicial, la narración va cobrando una aceleración continua en la medida que se avanza por sus páginas, este ritmo in crescendo va acorde a la violencia o el suspenso que también suma en * Arsicotética (o): Neologismo acuñado por Luis Advis, basado en las palabras arsis (del griego antiguo ársis) que es elevación y la tesis (del griego antiguo thésis) que significa colocación o estacionamiento. Esto con el fin de determinar el ritmo y el movimiento, en la percepción de la obra de arte. Advis, L. 1965. “Implicaciones objetivas y subjetivas del concepto del ritmo”. Revista Musical Chilena. Hernán González / 10 intensidad, la figura descriptiva que en el inicio de cada relato se detiene en los escenarios, ahora pasa a detallar las conductas de los actores, lo que se constituye como un primer plano del individuo, donde esta aproximación aporta al desenlace, el cual en su acto postrero decrece y vuelve al ritmo inicial para finalmente terminar con un adagio de plena oscuridad.

Las historias se desarrollan mayormente en cualquier lugar del México profundo, como localidades de paso, ciudades pequeñas casi olvidadas, aunque mayoritariamente ficticias, que pueden ser similares a las reales que existen en cualquiera de sus estados —ya sea Jalisco, Guerrero o Morelos— desde el centro del país hacia el norte o situadas en cualquier región de Sudamérica. Es en estos pueblos donde abundan otras víctimas, a menor escala, de la misma corrupción y violencia que corroe los cimientos de un país que viene sufriendo este flagelo a poco andar en los inicios de la Revolución. Fue en aquel momento en que se repartió tan poco beneficio para los muchos necesitados y, como contraparte, bastante más para los nuevos dueños de los privilegios. En este contexto socio-histórico el amor es siempre asimétrico, tanto así que se desarrolla al borde de una cornisa, en una frágil permanencia que en cualquier traspié desemboca en un homicidio, donde la sangre que brota profusamente habla de la naturaleza cruda de sus heridas, especialmente la que quiebra la fe interior y transforma al sumiso en una bestia que no se detiene. Lo supo Hipólito, La memoria de los vientos / 11 un hombre “formado en lugares no virtuosos” que encuentra la muerte en manos de su mujer, presa del hastío de vivir en un mundo donde según el autor “los hombres eran rudimentarios y abusivos”. Los siguientes relatos continúan desarrollándose bajo este sino de violencia pasiva o activa, porque la indiferencia se conjuga muchas veces con la agresión directa y brutal.

Ningún personaje cree en la felicidad, pero tampoco en la No felicidad, no se lo cuestionan, ya que continúan con la inercia de sus creencias que simula al vacío. Con suerte un mínimo fragmento de sus vidas posee algo de calidez, ya que cada una de ellas viene de un rincón sombrío, de un logos manifestado como uno cruel e indolente, siendo la contraparte que equilibra una realidad cósmica que no pone todas sus fichas en la moral, sino que, en la supervivencia del mundo. Entonces estos personajes no son más que la consecuencia de esa realidad áspera y violenta como el origen del Universo. A propósito de esa violencia que lacera las vidas, el autor cita velada o explícitamente a ciertos autores de la Generación Beat, donde se puede leer “En este infierno de pus, Burroughs estuvo aquí” o “algo se había torcido”, una frase que podría aludir ampliamente a un Kerouac o Ginsberg, pero en las páginas de este viento memorable, no hay sujetos que pierden solamente el rumbo, Hernán González va más allá y a la suma de alcohol, drogas y vidas truncas, se adiciona la muerte violenta, como queriendo regar de “animitas”, todos los estados del país del norte. En este tránsito vital, los personajes de Hernán González / 12 Hernán, además están sumergidos en un mundo de influencias y corrupción, que beneficia y condena a Laysa, como una suerte de estrecho margen consensuado donde se desarrolla la tragedia del mundo.

Con frecuencia son mujeres las que sufren y son llevadas al extremo de defenderse de una forma que generalmente convoca un hecho sangriento, pero sucede que también son testigos y víctimas o cómplices pasivas de la violencia de otros, como Amanda o Helena. Pero como todo escenario “torcido”, sucede que cada personaje tiene su propio descenso a los infiernos, pero el autor, nos indica que no todos pueden emerger como el Dante, ya que incluso muchos son parte de la escenografía infernal de la comedia que acompaña al poeta, o en este caso del viaje abisal que Hernán González nos relata crudamente. Este Averno, nos enseña el autor, succiona más almas al inframundo, que las que puedan elevarse con una mínima esperanza de claridad en esta lóbrega superficie, cuya violencia y maldad desde hace un tiempo luce de igual forma tanto a pleno día como en un oscuro callejón de barrio.

El pueblo descansa sobre una geografía fatal, donde el Diablo —que asoma en gran parte de los relatos, ya sea en forma de toponimia o en su presencia evanescente— campea a gusto por cada punto del pueblo y sus alrededores, tejiendo sus rizomas a través del asfalto que conecta localidades con grandes ciudades, o a partir de una línea ferroviaria donde sus influencias viajan como una La memoria de los vientos / 13 especie de sistema circulatorio del mal, una forma similar a un ouroboros intrínsecamente perverso que replica el ciclo del eterno retorno de la bajeza humana, la cual no se disipa, sino que cambia de aspecto a lo largo de las eras del hombre, pero que continúa manteniendo su misma esencia.

Hay personajes que se libran de su suerte perdiéndose en algún tiempo o lugar como Ignacio Belmar o Felicitas Malacara, mientras que otros retroceden a sus frágiles y coercitivas creencias, como Doña María Inés Gayosso, pero en ellos persiste el común denominador de empujar una pesada roca cuesta arriba, como cruel analogía con el mito del rey de Éfira castigado por el soberano de los dioses. A fin de cuentas, todos sin excepción, dentro de esta memorabilia somos epígonos de una u otra manera de Sísifo, una vida sinrazón que Maeterlinck comparaba con la vida febril y también violenta del termitero.

¿Cuál de los estadios de la sociedad está realmente distorsionado? Posiblemente todos, ya sea por acción o por omisión. Quizás el ocaso que se reitera es transversal a una sociedad que se apaga o que tal vez nunca tuvo luces a pesar de que como lo indica nuestro autor: “Los faroles han sido cambiados por luces Led”.

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