Karl Ove Knausgård (1968)
Anagrama (2014)
ISBN 978-84-339-7891-2
469 páginas
«Desnudo frontal de cuerpo entero. Y encima lo hace con talento. Eso es ser un artista» (Hanif Kureishi).
Un hombre enamorado es el segundo volumen de una empresa mayor, titulada Mi lucha, que abarca siete libros y que en total suma más de 3.500 páginas, todos ya publicados en su idioma original. El epígrafe “desnudo frontal de cuerpo entero” me parece que es la mejor definición que puede intentarse de este libro, que no alcanza a ser novela, y que también pareciera escaparse de la biografía. ¿Qué es, entonces, Mi lucha y en particular Un hombre enamorado?
Yo era incapaz de escribir así, no funcionaba, cada frase era respondida con la idea: esto es simplemente algo que acabas de inventar. No tiene ningún valor. Lo inventado no tiene ningún valor, lo documentado no tiene ningún valor. Lo único que para mí seguía teniendo valor y todavía tenía sentido eran los diarios y los ensayos, la parte de la literatura que no es narración, que no trata de nada, sino que sólo consta de una voz, la voz de la propia personalidad, una vida, un rostro, una mirada con la que uno podía encontrarse. ¿Qué es una obra de arte sino la mirada de otro ser humano? (págs.. 597, 598)
Un hombre enamorado no es tanto una narración sino más bien una voz, la voz de su autor. Pero un autor que se niega a crear, en el sentido ficcional de la palabra, sino que simplemente se despliega. Y qué es lo narrado entonces; nada más que lo pueril, el día a día, la lucha doméstica, la crianza de los hijos, el aseo diario, el fregar los platos, lavar la ropa, fumar fuera de la casa, en el frío sueco, sacar la basura, la discusión usual con la mujer y entremedio de todo eso las ansias irrefrenables de escribir, de crear algo que valga la pena, cuando todo parece pueril, cuando la vida parece arrastrar al autor en su cúmulo de nimiedades y en aquellas otras cosas (sus hijos) que sí son sumamente importantes. Ese jaleo en una dirección y en otra, ese tira y afloja por conseguir tiempo para escribir un par de palabras, pero ¿qué palabras? Aquellas que para Karl Ove valgan la pena, aquellas que no son una ficción, sino que son su propia voz, y avanzar en ese proyecto cueste lo que cueste, contarlo todo, sin narrar nada.
Nunca me había visto llorar. (…)
Le di la espalda, no quería que me viera, eso multiplicaba por diez la humillación, no sólo no era una persona, tampoco era un hombre. (pág 290)
Y lo que sucede cuando el autor se queda solo, se despoja deliberadamente de la ficción y se confronta con su propia humanidad, escuálida, torpe, es que surge algo que resulta muy frágil, que no es más que él mismo. Pero se trata de una fragilidad que no es débil, que no es llorosa ni lastimera, sino que más bien es idealista, delicada incluso. Mientras todo ello pugna con su lugar en su propia vida, con los roles que ha asumido, porque encontrándose en Suecia, donde la cultura ha llevado a la ruptura casi total de los roles tradicionales en la familia, no pareciera resultar extraño que sea el hombre quien asuma el rol del cuidado diario de los hijos, el de las labores domésticas, y que al mismo tiempo sea el que sufra el no poder dedicarle un tiempo mínimo a su inquietud creativa, como escritor. Y esa pugna, que nuevamente resulta pueril, al enfrentarnos a nada más que la voz del autor, toma una profundidad difícil de ilustrar en la brevedad de esta reseña.
Ninguna otra cosa sería lo suficientemente buena, ninguna otra cosa podría serlo. Me movería sólo hacia allí, hacia lo más esencial, hacia el núcleo más profundo de la existencia humana. Si tardaba cuarenta años, tardaría cuarenta años. Pero no debía perderlo nunca de vista, no olvidarlo nunca, era allí adonde tenía que ir.
Allí, allí, allí. (pág. 225)
Es así como este proyecto se desata, se libera de cualquier tranca y pareciera desbocarse hacia un torrente, donde todo fluye como la memoria, en el orden ilógico que poseen los recuerdos, en la voz, más que cualquier otra cosa en la voz del narrador. Y todo acá parece verdad, mientras todo también es mentira; tan verdad como lo es cualquier conclusión personal, tan mentira como lo es la subjetividad, tan errada si se quiere.
Se trata de un libro excelente que, como decía, no creo que pueda ser explicado de mejor forma que definiéndolo como un “desnudo frontal de cuerpo entero”.
La obra completa me parece muy ambiciosa y creo me resultaría aburrida. Solo lei este volumen. Tiene algunos altibajos, no fue lo que esperaba, aunque tiene algunos párrafos muy profundos y sin duda lo mejor de tantas paginas.