Le Bal (1930)
Irène Némirovsky (1903-1942)
Salamandra
ISBN978-84-9838-023-1
96 páginas
Los Kampf, una familia judía enriquecida de golpe, prepara su primer baile social en casa. Es en torno al año 1930 y este acto que ahora resulta peculiar en aquel entonces significaba casi la presentación en sociedad, una muestra de credenciales ante el mundo rico de la clase alta judía en la que aspiran ser aceptados. Los Kampf, familia constituida por marido, mujer e hija de catorce años, se han avecindado en París y su gran aspiración, ahora que son ricos y pueden darse la vida de lujos de la que siempre estuvieron privados por su condición social, es ser aceptados en esta sociedad parisiense de lujos y confort.
—¿No conocía usted esta habitación, Isabelle?—No; es preciosa, ¿quién se la ha amueblado? ¡Oh!, qué encantadores estos jarroncitos de porcelana. Vaya, ¿a usted todavía le gusta el estilo japonés, Rosine? Yo siempre lo defiendo; el otro día precisamente les decía a los Bloch-Levy, los Salomón, ¿los conoce?, que criticaban este estilo por feo y por dar impresión de «nuevo rico» (según su expresión): «Ustedes dirán lo que quieran, pero es alegre, es vital, y además, aunque sea menos caro, por ejemplo, que el Luis XV, eso no es un defecto, al contrario…»—Pero se equivoca usted por completo, Isabelle —protestó Rosine con viveza—. Lo chino antiguo y lo japonés alcanzan unos precios de locura. Este jarroncito con los pájaros, por ejemplo…
El primer baile es importantísimo. Se pretende que concurran doscientas personas. Y con nerviosismo se desea que todo, absolutamente todo, salga bien. Pero los personajes, como todos los que crea Irène Némirovsky son mezquinos, y como paradigma de nuevos ricos solo piensan en ser aceptados y en encajar, sin siquiera tener consideración con aquella hija que está a un tris de llegar a la edad de tener pretendientes y ser alguien, a su vez, dentro de esta sociedad. Y como todos son mezquinos, la madre le espeta a aquella hija que todavía no es su tiempo, que recién está empezando el suyo, sin importar que esté envejeciendo, y hasta le dice que se olvide de sus ilusiones.
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| La autora, a la edad de 25 años |
Se invitan a cerca de doscientas personas. Pero por cosas de la vida, las invitaciones que debieron ser entregadas por una de las sirvientas, no lo son: esta mujer desliga dicha responsabilidad en la pequeña hija despechada, también mezquina, también llena de ambiciones. Y las invitaciones jamás llegan a su destino. Y así el tan esperado día del baile llega, mientras ningún invitado concurre.
En ese momento, toda la charada de máscaras, toda la representación de buenas formas, riquezas, ostentación y lujos desaparece, y hasta el matrimonio de los Kampf muestra su debilidad ante la imposibilidad de cumplir aquel objetivo tan ansiado.
Rosine hacía rechinar las mandíbulas como presa de la fiebre. Once menos cuarto. Once menos diez. En el salón vacío, un pequeño reloj daba la hora con pequeños toques acuciantes, de timbre agudo y claro; el del comedor respondió, insistió, y al otro lado de la calle, el gran reloj del frontispicio de una iglesia tocaba lenta y gravemente, cada vez más fuerte a medida que desgranaba las horas.—… nueve, diez, once —contó con desesperación, levantando al cielo los brazos llenos de diamantes—. Pero ¿qué pasa? ¿Qué ha ocurrido, Jesús bendito?
Se trata de una novela cortísima, de apenas 90 páginas, con un par de personajes entrañables y una historia pequeña y poderosísima, que a pesar de su linealidad consigue traspasar gran tensión al lector, gracias a aquel lenguaje tan llano de la autora, tan exento de florituras innecesarias, de barroquismos de épocas, al punto de siempre parecer moderna, aún cuando hablamos de un libro que posee casi cien años. Se trata de una obra genial de esta autora que ha sido redescubierta hace no más de diez años atrás, gracias a lo que se han reeditado sus obras y nosotros, lectores que hasta hace un puñado de años no podíamos más que ignorar su existencia, tenemos a nuestro alcance.
