Tango viajero (Cristian Molina – Eileen Karmy)


Reseña enviada por:
Joaquín Pérez A.
Tango Viajero (2012)
MAGO Editores
Cristian Molina – Eileen Karmy
194 páginas
Precio referencial $9000
            El fenómeno del tango en Chile resulta paradójico si se antepone a esta afirmación el contexto en el que se consagra este género musical. Basta con realizar una sencilla pero iluminadora síntesis para entender la magnitud de las respuestas que el libro ofrece (de todas formas un mayor detalle del contexto, con sus matices de forma y de fondo puede encontrarse en la primera parte de este libro): es menester del lector asumir dos procesos importantes que se dan en la primera mitad del siglo XX: a) por una parte, la consolidación, desde los años veinte, de una cultura de masas que diversificó y amplió los márgenes de escucha y de gusto artístico desde una élite hacia un amplio sector de la población. Esto permitió que muchas más personas fueran parte de la escena pública al ser involucradas a este ámbito gracias a los aparatos que consolidaron estas consecuencias, como los diarios, las revistas magazinescas y, principalmente, la radio. Por otro lado, b) tenemos que esta ampliación de horizontes, unida a las fuertes críticas que el nacionalismo de la época llevó a cabo, se generara un insolente sentimiento patriota que caló profundo en las barbas de la sociedad nacional, al punto de que desde el Estado se reglamentaran las programaciones radiales con el fin de masificar y mantener “lo nuestro”. Dentro de estos dos pilares se funda la investigación de Molina y Karmy.
            En este sentido, el tango significó el rompimiento de un orden que se impuso desde las nuevas élites, ya que siendo representativo de un sonido “extranjero”, no se lograba una suave mescolanza entre lo nacionalista y el nostálgico sonido de un bandoneón. En un artículo ampliamente citado en el libro, el redactor de la época mencionaba que “la tonada, fresca y sentimental, ha sido supeditada por el tango, como lo fuera el chincol por el gorrión. Hay jóvenes que se ponen lánguidos cantando tangos y no son pocos los muchachos que andan en el bolsillo con un arsenal de canciones del más dudoso gusto argentino”. Más adelante, el mismo articulista es un poco más enfático y señala: “Cantemos nuestras tonadas y encontrémoslas más lindas. Digamos que nuestra tierra, es rica, y afanosamente, dediquémonos a trabajarla.” (pp. 58-59)
Fotografía de un orquesta típica

            Como se expresa bien en la introducción del libro, el tango es un patrimonio inmaterial de la humanidad, siendo en la ciudad de Valparaíso uno de los lugares donde encontró hábitat el porteño sonido rioplatense. Y bajo esta lógica, es difícil captar en una primera impresión el cómo de su asentamiento tan febril. Precisamente ahí radica la importancia del libro Tango viajero, ya que escarba en los últimos estertores de la tanguidadporteña para definir un cuadro lógico que explique lo disfuncional de su consolidación. Para ello, los investigadores, además de recurrir —obviamente— a una bibliografía adecuada sobre el tema (que para el caso del tango en Chile es bastante precaria), se valieron de entrevistas personales a sujetos que fueron parte de las famosas orquestas típicas que llenaron de emoción las noches de los clubes en Valparaíso, recorriendo sus vidas a través de la inconmensurable valía de sus recuerdos. Junto con ello, recorren —como ya se habrán dado cuenta— los diarios y los periódicos de la época que promocionaron y festejaron la llegada, por el ejemplo del dúo Gardel-Razzano, o la presentación de orquestas típicas argentinas como la del famoso Julio de Caro.
            Un crimen sería adelantar las valiosas conclusiones que pueden extraerse del libro, y no seremos nosotros quienes cometamos aquel delito. Sin embargo, la forma en que está estructurada la investigación puede dar algunas opacas señales acerca de las consideraciones finales que los autores pudieron llevar a cabo. Antecedidos por una introducción acerca de lo que representa el patrimonio inmaterial dentro de un sociedad como la de Valparaíso, el libro se divide en dos partes, muy marcadas cada una por el foco desde donde observaron los investigadores esta realidad del tango. En la primera, lo que se pretende hacer es presentar una panorámica acerca del contexto chileno, y con algunas salvedades específicas de la ciudad porteña, al momento del arribo del tango a la región, tomando en cuenta algunas abstracciones bibliográficas que son necesarias para el curso de la investigación. En esta parte, de alguna manera, se ofrece un marco conceptual desde donde Molina y Karmy enfrentan la situación tanguera, recorriendo históricamente algunos procesos llamativos como los dos que mencionábamos anteriormente, agregándoles además los elementos que permitieron otorgarle al tango el pedestal desde donde hoy se le mira.
            Y por su parte, la segunda etapa de la investigación es una excavación más profunda de la realidad porteña, mostrando a los músicos que aún quedan en su particularidad, siendo su voz un relato valioso para la conservación de todo este patrimonio inmaterial. Si en la primera parte el tiempo avanzaba medianamente rápido, ahora este se detiene para ver con lupa a los que hicieron posibles las orquestas típicas.
            Más presentación la ofrece su agradable pluma. Considerando la dificultad que plantea la escritura a dos voces en una, el trabajo resultante es plácido y llevadero dentro de la amplia información que toda bien llevada investigación posee. Por lo mismo y sin más, se insta a los “lánguidos” lectores a disfrutar de un mate caliente, hacer sonar las “cuatro estaciones porteñas” de Piazzola y conocer un poco acerca del desarrollo del tango en la quinta región.
El maestro Astor Piazzola
Lo que leímos

Publicado por el equipo de Loqueleímos.com

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